CABALGANDO AL INFINITO TRAS LOS COLORES DEL MAESTRO HENRY ARIAS
La obra pictórica surrealista del Maestro bogotano Henry Arias es como él: Transparente, serena, fresca, auténtica, soñadora, creativa, ingenua, fantasiosa, de sensibilidad pura, y libre de convencionalismos.
POR OLGA DE VILLEGAS / FOTOS CARLOS EDUARDO FONSECA Y ARCHIVO PARTICULAR
Su pintura no es superficial ni presuntuosa. Es un arte inmerso de fantasía infantil que se sumerge en los colores de bosques húmedos, cuya particularidad es observar el disfrute cromático del artista que logra con su espátula atrapar relatos de la madre naturaleza. En sus temas no hay humanos que la contaminen.
Henry Arias es un pintor persistente desde que se inició en el Arte, hace 40 años. Es afable. Preciso. Controla muy bien sus emociones. No presume de intelectual ni de artista. Es modesto como Eugéne Boudit, maestro de Monet. En sus obras proyecta sus sueños de «ver a Colombia, convertida en un país amable, donde todos podamos respirar con tranquilidad», según lo expresa él con esperanza.
Artista reconocido entre los más destacados de la Escuela Primitiva de Latinoamérica, Arias es considerado como uno de los más sugestivos y de mayor sinceridad y frescura del Arte Naif o Primitivo, pintura ingenuista que recupera en el menester plástico lo bello que existe en la naturaleza, y que Henry atrapó de manera mágica, surreal y poética, en los relatos de la Obra de García Márquez, plasmándolo en sus lienzos de «mariposas amarillas», y en «el vuelo de Remedios la bella». En esta obra quedó el «Aura poética» de Gabo y la «Magia Visual» de Henry Arias.
Henry actualmente está en el máximo delirio de su creatividad. Destacados críticos, académicos y galeristas lo catalogan como uno de los grandes íconos del Arte Colombiano por la magia cromática de sus obras que cuentan historias, describiendo y narrando escenas, en las que expresa visiones fantasmagóricas, donde los protagonistas son corceles, unicornios, doncellas, ninfas, ángeles, veleros, «la casita del bosque refundida entre gigantescos árboles»; el riachuelo que fluye siempre en sus cuadros, nubes flotantes o neblinas grises que permiten ver con la luminosidad del color azul permanente de su pintura, la romántica luna, el mar rodeado por atmósferas lumínicas y brisas encantadas, encrespado entre planos ilusorios, en el que el artista crea, una desesperanzada flotilla de naufrágos, sobrevolado por aves cuyos destellos matizados deleitan los ojos expectantes de su excelsa obra. Henry Arias, sin un grano de duda, es un CANTO AL ARTE.
Su obra ha recorrido gran parte del mundo. Vivió en México donde recibió su formación plástica en la UNAM (Universidad Autónoma de México), bajo la dirección del Maestro Gerardo Gómez. En Bogotá ha expuesto más de un centenar de veces. Su mundo pictórico poblado de triunfos, ha figurado en las mejores galerías y museos nacionales e internacionales, en colecciones públicas y privadas de Colombia, Caracas, Nuevo México y fuera del continente Americano, en Madrid, París, Pamplona, Estocolmo, Barcelona, Holanda, Alemania, Perú, Suiza, Japón, Tailandia, Canadá, Argentina, entre muchos otros escenarios.
Por el momento, ya tiene preparada exposiciones en Róterdam y Bruselas para octubre, y otras más que desde ya están funcionando en su actividad creadora para el próximo año.
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