MI PERSONAJE INOLVIDABLE, EL TÍO VÍCTOR
Mi personaje inolvidable, era una de las secciones que primero leía el tío Víctor, de Selecciones Readers Digest en español, revista que coleccionó hasta fínales del siglo pasado.
Él fue mi personaje inolvidable, a quien agradezco su bondad y apoyo. Su dignidad y fe en su futuro le dio la fuerza para superar momentos difíciles. 11-26-1927/ 4-20-2025

Edgard Hozzman
Por Edgard Hozzman
DESDE LONDONDERRY NEW HAMPSHIRE (ESTADOS UNIDOS) 5-8-2025.
Fue un excelente intérprete de la bandola, la guitarra y el tiple, amante de la música folclórica andina, llanera, el bolero y la ranchera, géneros que interpretaba con propiedad, dotado de una melodiosa y bella voz grave que daba personalidad a su vocación artística. Además, excelente técnico electricista y recursivo relojero, su sapiencia era reconocida en toda la provincia de Sugamuxi.
En 1958, al frente de los controles del puente grúa de Acerías Paz del Río, recordaba algunas anécdotas de sus experiencias juveniles: “crecí y me eduqué en las casas de mis tíos maternos, mamá quedó viuda muy joven, no tengo claro que fue lo que pasó con mi padre”.
Por una equivocada auditoria del inspector del Ministerio de correos y telégrafos de Colombia, el esposo de la telegrafista y docente, Edelmira Salcedo de Parra, Rómulo Parra G, fue acusado de un desfalco de $ 20 pesos en 1929. Esta falsa acusación, motivó el exilio de mi abuelo materno; padre del tío Víctor. Viajó a Venezuela abandonando a su esposa y a sus tres hijos, Ana Beatriz, Luis Jorge y Víctor Julio.
En 1961, Belisario Guarín Perry visitador y auditor del Ministerio de Comunicaciones, limpió el nombre del abuelo Rómulo, al aclarar la infame equivocación del auditor, que motivó el exilio y la muerte de uno de los buenos y responsables telegrafistas de comienzos del siglo XX.
Doña Edelmira, como cariñosamente se le conocía a la abuela en todo el departamento de Boyacá, gracias a su labor como telegrafista y educadora de las generaciones de los años 20, 30 y 40. La abuela fue la primera docente a distancia del mundo, dictó clases en 1949 a través de la naciente Radio Sutatenza.
Recordaba el tío Víctor: “Mi hermana Beatriz, era contemporánea con José Joaquín Salcedo Guarín, fundador de ACPO, Radio Sutatenza. Y del futuro provincial de los Salesianos Justo Pastor Salcedo Rojas”.
“Mas que primos hermanos, la pobreza y la disciplina espartana de los tíos maternos nos hermanó, compartimos nuestras primeras pilatunas y fantasías, además de la ropita y zapatos, que heredábamos los menores de los mayores”.
“A mi madre, si el gobierno era liberal, la enviaban a las poblaciones más remotas y aisladas de Boyacá: Labranzagrande, Miraflores, Coper. A donde se llegaba a lomo de mula, por caminos de herradura, intransitables en invierno. Con los conservadores le iba mejor, era nombrada directora de escuelas y en oficinas de correos y telégrafos en poblaciones de las provincias de Sugamuxi, Centro y Orienté; Tópaga, Combita, Cuitiva y Sutatenza”.
“Mi hermano Jorge, me enseñó a manejar a los 13 años. Él dio libertad a mi adolescencia; de hijo adoptivo del tío Justo, quien era muy exigente y malgeniado, me señaló el camino de la vida,”.
Antes del encuentro con su hermano, el tío Víctor era un adolescente sin historia, de recuerdos cotidianos, de alegrías y tristezas, sin una lágrima ni una sonrisa. Su hermano dio libertad a su camino, el que presentía en sus fantasías de adolescencia.
“Con la ayuda de mi hermanita Beatriz tuve mucha más independencia, comencé a conquistar el mundo. A ella la nombraron telegrafista de Tópaga, viví en su hogar, compartiendo su estrechez económica, cariño y generosidad. Ella fue un ángel para mí, me apoyó cuando más necesitaba de alguien que creyera en mi”.
Tópaga le era muy familiar al tío Víctor, quien llegó a esta pequeña población acompañando a su madre, cuando ella fue nombrada directora de la escuela femenina. allí comenzó Víctor Julio a vivir sus primeros afanes de fidelidad e infidelidad.
De su timidez hizo su mejor arma de conquistador; su espíritu dulce y tolerable; virtudes que le dieron carácter a su personalidad. Su voz grave y vocación musical le abrieron los corazones de las alumnas más bellas de su madre.
En Tópaga conoció a su futura esposa, Alicia Socha, alumna destacada de su madre Edelmira, y aspirante a telegrafista, oficio que aprendió en la academia de Belisario Guarín P.
Tópaga, en los años cuarenta era uno de los pueblos más pequeños de Colombia, su población no superaba los 2000 habitantes; era más rural que urbana. Conectada con Sogamoso por una “carretera” inconclusa. Este pueblito fue escenario de la gesta libertadora, olvidado por los gobiernos centrales y los políticos. No contaba con acueducto, ni electricidad, vivía de la minería y agricultura, como en los años de la colonia.
En Tópaga, aprendió a pulsar la guitarra, eligió a sus primeros amigos por su talento y encanto personal. Su amigo y más tarde compadre, Drigelio Pérez, fue quien lo comprometió para que se presentara a la policía a prestar el servicio militar.
“Mi servicio militar lo presté en la Policía en tiempos de la violencia bipartidista, me correspondió la zona de Puente Nacional, Santander del sur. De mis experiencias inolvidables en la policía está el 9 de abril de 1948, esto hay que haberlo vivido para poderlo contar, fue terrible, sinceramente creí que había llegado mi final, gracias a Dios salí vivo de este reto.”

En la bruma de sus nostalgias había fantasías de ilusiones primaverales. En las calles coloniales de la Tunja de finales de los años cuarenta, los pasos del tío Víctor tenían afanes de superación; su personalidad transpiraba magia, inteligencia y prisa por conquistar el mundo. Regresó a Tópaga, a sus silenciosas y adormiladas calles, era un camino poblado de ilusiones; una cita con el amor primaveral: Alicia Socha G.
“Ella tenía encanto en su sonrisa, era amable, modesta y razonable, con ella compartí mis alegrías, tristezas y angustias. Nuestro matrimonio fue el comienzo de la familia que soñé en el silencio de mi orfandad”.
Su lucha fue constante; autodidacta, lector incansable, sus escritores favoritos fueron Víctor Hugo, León Tolstoi, Honoré de Balzac y Fiódor Mijáilovich Dostoyevski.
A Tópaga, la actualidad de los acontecimientos nacionales e internacionales llegaba con semanas y meses de retraso. Su contacto con el mundo lo logró a través de las revistas Selecciones Readers Digest en español y Mecánica Popular.
Estudió electrónica en HEMPHILL SCHOOLS, cursos por correspondencia.

La paz de su sonrisa cerró sus ojos, para comenzar a habitar su eternidad. Su hijo Guillermo cumplió su última voluntad, ser sepultado en el cementerio de su Tópaga del alma.
En este homenaje a mi personaje inolvidable, reflexiones de Dostoyevski ,el escritor favorito del Tío Víctor: «Aunque supere todo lo que me duele, ya no soy el mismo»- “No hay nada peor que un anciano que pone sus sueños sobre los hombros de su hijo y despierta en una residencia de ancianos”.
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