¡A propósito de reinas y reyes! Las historias se repiten generación tras generación
Una mirada desde la psicogenealogía a la realeza británica.
POR MARTHA LUCÍA RAMÍREZ S.
EXPERTA EN PSICOGENEALOGÍA Y PSICOENERGÉTICA
FOTOS ROYAL.UK
Tras 7 décadas al frente de la monarquía del Reino Unido, llegó la noticia que ha tenido concentrada la atención del mundo… el deceso de la reina Isabel II a sus 96 años, porque han sido muchas las generaciones que crecimos viendo el esplendor de la monarquía inglesa y admirado la entereza, la fortaleza y la gestión diplomática de la Reina en grandes repercusiones a nivel de la geopolítica internacional. Resulta admirable que una mujer nacida en 1926 que –gracias a su carisma y a su inteligencia– fue capaz de ir evolucionando junto con el vertiginoso desarrollo global del último siglo, brindándole a su país durante su reinado una atmósfera de seguridad, confianza y estabilidad.
Es precisamente esa percepción de solidez la que se siente tambalear en estos momentos en los habitantes británicos, dadas las cuestionadas actitudes del nuevo rey de Inglaterra Carlos III, al que no le perdonan la traición a Lady Di y su posterior matrimonio con Camilla Parker. Sin embargo, vamos a analizar este y otros hechos relacionados con los miembros de la realeza a la luz de la psicogenealogía, para lograr una comprensión más humana de estas situaciones.
La psicogenealogía es una herramienta que nos permite evaluar los comportamientos humanos, el 80% aproximadamente de ellos, determinados por la información heredada del subconsciente familiar. Todo lo injusto, lo no resuelto, lo juzgado y lo no perdonado pasa a las siguientes generaciones hasta que algún miembro del clan lo procese y lo repare, esa es la premisa fundamental de esta valiosa herramienta, propuesta por el psiquiatra húngaro Leopold Szondi (1893-1986) quien la llamó Psicología del Destino.
Desde esta óptica analicemos primero la situación transgeneracional de la reina Isabel II, quien llegó al trono a muy temprana edad, siendo la tercera en la línea de sucesión, debido a que el heredero directo –su tío el rey Eduardo VIII, que no tenía descendencia– abdicó a los 9 meses de llegar al trono, por lo que cedió el paso a su hermano menor, Alberto, quien fue proclamado como rey de Inglaterra con el nombre de Jorge VI. El padre de la reina Isabel II falleció a muy temprana edad, dando paso a su primogénita, quien fue coronada a los 25 años.
Situación similar vivió su tatarabuela, la reina Victoria I, primera monarca de la casa Windsor, quien llegó al trono a los 18 años, siendo la tercera también en la línea de sucesión debido a que era nieta del rey Jorge III y su padre Eduardo –el heredero– murió muy joven el mismo año que su abuelo, y su tío –coronado como Guillermo IV– no tenía descendencia legítima y solo duró 7 años en el trono porque falleció también repentinamente.
La reina Victoria I se casó con su primo –el príncipe Alberto de Sajonia– con quien tuvo 9 hijos, todos casados con descendientes de la realeza europea, al igual que 26 de sus 42 nietos, por lo que fue llamada “la abuela de Europa”, convirtiéndose en la precursora junto con su esposo, de todas las casas reales europeas. Ella gobernó durante 64 años, llevando junto con su esposo el Imperio Británico a la industrialización y convirtiéndolo en una potencia mundial, al igual que su tataranieta la reina Isabel II.
Su sucesor fue el rey Eduardo VII, quien fue heredero al trono durante 59 años, cifra sólo superada por su tataranieto, el actual rey de Inglaterra Carlos III, quien tardó 73 años para su coronación. Sin embargo, esta situación no es la única que los une: el rey Eduardo llevaba un estilo de vida muy cuestionado por su madre porque, a pesar de estar casado con la princesa Alejandra de Dinamarca, dice la historia que tuvo alrededor de 50 amantes, entre ellas varias actrices de la época, no obstante su relación extramatrimonial más intensa fue con Alice Keppel –casada con Jorge Keppel– quien sabía de su romance con el rey. Su relación extramarital duró hasta la muerte del rey Eduardo VII, convirtiéndose ella en su soporte emocional y siendo influencia directa en sus decisiones sociopolíticas. Alice Keppel fue la bisabuela materna de Camilla Parker –amante eterna de Carlos III de Inglaterra– quien hizo –a la luz de la psicogenealogía– la reparación del árbol, convirtiéndola en su esposa y dándole su lugar transgeneracionalmente, posicionándola como la actual reina consorte de Inglaterra.
No podemos juzgar tan a la ligera ese amor, como vemos venía esa deuda pendiente de cuatro generaciones atrás. Entre las muchas historias que se han repetido en el árbol genealógico de la realeza británica vale la pena destacar una que está afectando directamente al príncipe Harry segundo hijo de Carlos III y de la princesa Diana– quinto en la línea de sucesión al trono actualmente.
Regresemos al escenario por el cual la reina Isabel II ascendió al trono después de la temprana muerte de su padre el rey Jorge VI. Su tío el rey Eduardo VIII –sucesor de Jorge V y abuelo de la reina Isabel II– abdicó al trono debido a que en el momento de su ascensión estaba soltero y locamente enamorado de Wallis Simpson, una socialité estadounidense divorciada, que en su momento no cumplía con los requisitos exigidos por la monarquía para convertirse en la reina consorte de Inglaterra. El rey Eduardo VIII –al igual que su abuelo Eduardo VII– fue muy cuestionado por sus romances y por desobedecer los exigentes protocolos de la monarquía británica, y sus respectivos padres cuestionaron severamente lo que podría ser su desempeño en el trono.
Eduardo VIII, al ver que desde su posición como rey no podía casarse con su amada estadounidense, optó por abdicar. Sin embargo, esta decisión no solo le costó la corona sino también la exclusión y el exilio de la monarquía, y es precisamente lo que está repitiéndose transgeneracionalmente en la vida del príncipe Harry, quien se casó con una actriz norteamericana divorciada y ha sido excluido del clan junto con su familia. Al respecto, nose ha hecho la reparación familiar correspondiente a la luz de la psicogenealogía, por la incapacidad de su clan de tomar con benevolencia y respeto las decisiones del príncipe Harry, sesgados por los prejuicios sociales y culturales, que no les permiten ver el trasfondo de la situación, para llegar a la comprensión de que si no hubiese sido por el carácter fuerte, rebelde y apasionado del rey Eduardo VIII no hubiese abdicado, la reina Isabel no hubiese llegado al lugar que ocupó lleno de privilegios y no se hubiera forjado como la gran monarca que fue, siempre al servicio de su país.
Con relación al futuro de la monarquía británica ya sabemos qué pasó con Eduardo VII, descendiente de la reina Victoria y espejo en el árbol genealógico de Carlos III, hijo de la reina Isabel II. Con respecto al siguiente heredero –el actual príncipe Guillermo– solo podemos ver transgeneracionalmente que para ninguno de sus antecesores la corona fue fácil, por estar empañada por las sombras de las guerras. www.plenitudyarmonia.com
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