EN EL TREN DE LA AUSENCIA…
Es incomprensible que un país como Colombia no cuente entre su infraestructura de transporte, con carrileras modernas que llenan de orgullo a naciones desarrolladas en donde viajar en tren es una delicia.
Por Joaquín Reyes Posada
Un recorrido por ejemplo entre Utrecht y Maastricht en Países Bajos, es una agradable experiencia de dos horas a alta velocidad por la campiña neerlandesa.
Otros recorridos de maravilla son demandados por los turistas en tours internacionales, valga mencionar entre ellos de Zúrich a Berna, a Ginebra o Lucerna en Suiza, de Madrid a Barcelona en un trayecto de dos horas y media, desde París en tour por el Valle del Loira o muchos viajes de ensueño a través de modernos y lujosos trenes de empresas en España, Suiza, Dinamarca, Francia o Austria entre muchas otras.
Europa está inervada por redes ferroviarias que muestran la eficiencia de su sistema de comunicación y transporte entre ciudades y regiones, razón por la cual el turismo en el Viejo Continente constituye un renglón de suma importancia económica y social.
Infortunadamente a nosotros los colombianos el subdesarrollo nos golpea de manera dolorosa, no contamos con rieles eficaces que nos unan como nación y nos traiga desarrollo turístico y bienestar. En el pasado existió esa red, hoy olvidada; las vías férreas son como suturas que testimonian un pasado inolvidable, pues el tren era un medio de transporte fundamental. Hay que recordar los viajes del Ferrocarril de la Sabana de Bogotá que unía a la capital con Girardot, en la actualidad se conoce como Tren Turístico de la Sabana pero sólo lleva pasajeros por la comarca cundinamarquesa hasta Cajicá, Zipaquirá y Nemocón. El Ferrocarril del Sur iba de Bogotá hasta Fusagasugá. También la ruta de Barranquilla a Puerto Colombia, o el Tren del Pacífico que viajaba entre Buenaventura y las ciudades importantes del interior del país.

Tranvía en Bogotá. Foto Alcaldía Mayor de Bogotá.
También tuvimos tranvías, transporte típico, tarifas tolerables, transportaba trabajadores, talabarteros, tipógrafos, taquígrafas, turistas. Totalmente túquios, toleró tumultos tenaces. Terminaron totalmente tiznados. Tarde triste. Los sucesos del 9 de abril de 1948 sepultaron este tradicional medio bogotano de transporte y qué contraste, ciudades como Ámsterdam se precian de contar con tranvías pintados de flores coloridas, como uno de sus más hermosos y eficientes sistemas de movilidad. Tuvimos también Trolley o Trolebús, tenía tirantas transmitiendo tracción. Terminaron en el año de 1991.
Raras veces se escucha hoy el chu-cu-chu-cu de una locomotora, a excepción de los domingos cuando pasa el tren turístico de la Sabana despachando bocanadas de humo negro y jalonado por una antigua máquina a vapor. Se presiente a lo lejos por el rugido del metal sobre un tendido de interminables rieles que descansan en durmientes deteriorados por el tiempo, pitazos afónicos y tañido inconfundible de la campana de cobre que acciona el maquinista con una cuerda, mientras toma dirección hacia los pueblos del norte.
La culebra formada por vagones pintados de colores encendidos y motivos pintorescos, tristemente tiende a desaparecer. Viajan llenos de gente que saluda a quienes inundan la ciclovía los domingos. Esta añoranza del tren debe llevarnos a una reflexión y es que todas las sociedades modernas del mundo tienen un destacado servicio de trenes, cubren las más importantes rutas locales, regionales y nacionales, no sólo de Europa sino de Estados Unidos, México, Canadá, Argentina, Australia, así como países que emergen de su atraso como India, que cuenta con una red ferroviaria de gran capacidad. Los trenes en China son parte de su renacer como nación asiática, allí se extienden las redes por todo el país y crean un tejido impresionante para permitir muchísimos viajes de turismo pero también de transporte de personas hacia sus sitios de trabajo.
A Colombia le hace falta revivir el tren como medio de transporte, tanto para dinamizar la actividad económica como para fortalecer el turismo, pues hay que recordar que contamos con ciudades en permanente auge, lugares hermosos con playa, valles fértiles, zonas con abundantes caídas de agua, ríos, quebradas, selva, para lo cual el tren sería no sólo necesario sino de una utilidad sin límites. Constatar la ruina de los rieles y de las máquinas a vapor debería apenar a los gobiernos de nuestro país, que desde hace más de sesenta años han cerrado los ojos y no han manifestado voluntad alguna de regresarle al tren su majestad y su importancia. Ya es hora de comenzar a hacerlo.

Estación de Usaquén. Foto Joaquín Reyes Posada.
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