SPARE, LAS MEMORIAS DE HARRY
Descubrir la vida de alguien a quien, aparentemente, el mundo conoce, parece un sinsentido, pero, en este caso, nada está más lejos de la realidad: En la sombra, la autobiografía del príncipe Harry, es una cartografía entrañable, visceral, cruda, honesta y detallada de quien ha sido uno de los hombres más perseguidos por la prensa sensacionalista y –ya entrados en gastos– del público en general, para comprender que, hasta ahora, no conocíamos nada esencial de su historia.
Por Melissa Tovar Guerrero
Han sido tantos los que se han adjudicado las licencias para relatar cada episodio de su existencia que faltaba la versión sustancial: la de Harry. Por eso él agradece a sus lectores la oportunidad que le dan por querer conocer su camino desde sus “propias palabras”. Esto es una realidad gracias a que ya no pertenece a “La Firma”, el alias empresarial de la monarquía británica, aunque eso le costó desprenderse del entorno de lujos y privilegios que conocía hasta hace unos años; estar a punto de perder a Meghan, su esposa (que tuvo pensamientos suicidas); y soportar sistemáticamente los ataques siniestros de la prensa sensacionalista que se alimenta de destruir las vidas de los personajes públicos con los que, según las necesidades económicas de sus medios, se ensañan sin escarmiento ni remordimiento.
Vamos por partes: hay quienes, cómo no, critican la idealización que sostiene de Diana, su madre, pero, ¿cuál es el reparo si es así? ¿Por qué les molesta tanto que Harry se aferre con todo su ser a la luz que emanaba la Princesa de Gales? Al comienzo del libro plantea una metáfora astronómicamente preciosa acerca de cómo, para él, su madre es “luz pura y radiante”. Es el relato de un hombre que quedó huérfano de madre cuando tenía tan solo doce años y tardó casi dos décadas en poder comenzar a llorarla. Lo que resulta estremecedor es que, aquel niño, a medida que iba creciendo, se va percatando de que está perdiendo fragmentos de las anécdotas que tenía con su madre, un día se da cuenta de que está olvidando el tono de su voz; otro, que le cuesta recordar el sonido de su risa; después, que no rememora dónde estaba ella en las noches en las que él tardaba en dormirse por aquel temor a la oscuridad. (Esta ausencia de luz inevitable también aterraba a Diana).
Frente a aquel duelo tan traumático la familia real inglesa guardó silencio y –aún cuando pudieron ayudar a Harry y a William a sobreponerse de esta tragedia porque les sobraban recursos para hacerlo– prefirieron mirar para otro lado. Esa brecha creció tanto que fue ensanchando los abismos entre Harry, su padre y su hermano.
De Carlos III, su hijo menor retrata su completa limitación para manifestar una mínima inteligencia emocional, al parecer para el actual monarca de los británicos resulta más interesante la preservación del medio ambiente (que, por supuesto, debe ser un tema prioritario para la población mundial) y los versos de Shakespeare (que recita con obsesión) que abrazar a su hijo, conversar con él más que un par de minutos y –ni qué se diga– defenderlo de los ataques perniciosos de la prensa.
Por el lado de William el asunto es más arquetípico y dramático, pero no por eso termina siendo menos lamentable: aunque William ha crecido como el Heredero, con las garantías y las fastuosidades que eso supone, algo indica que siempre ha alimentado una envidia fehaciente contra Harry, a quien educaron siendo el de Repuesto (todos en la monarquía se referían a él con ese término y por eso el título de este libro en inglés, Spare, alude a esta lúgubre misión). William es uno de los miembros de la familia que peor queda en estas memorias, su egolatría, sus pataletas infantiles, su terquedad e impactante habilidad para abandonar y aislar a su hermano en la cotidianidad y en las situaciones más trascendentales, revelan la pasta de la que está hecho y acentúan la bondad que radica en la vulnerabilidad de Harry, vaya paradoja. Camilla también queda muy mal, pero este hecho resulta predecible porque siempre se ha sabido que su papel de madrastra es temerario.
A pesar de nacer en cuna de oro, rodeado de palacios y súbditos, Harry relata que, a tientas y sin saber para dónde se encaminaba su destino, fue hallando el afecto y la calidez que tanto añoraba en una familia de África; y la hermandad y un propósito para levantarse cada día en el ejército británico y en sus compañeros de misión.
Harry odia a la prensa sensacionalista, (pero, a estas alturas y con todo a lo que ha sobrevivido, ¿qué esperaban?) esa misma que le pagaba cifras estrafalarias a los paparazzis para que persiguieran a su madre sin piedad, para que lo agobiaran a él, inventando un personaje con su nombre porque, al parecer, las sociedades necesitan alguien a quien odiar y culpar. La torpeza y la ignorancia de Harry la enfatizaban para hacerlo ver como un pusilánime; sus dificultades de aprendizaje y de concentración las agrandaban para venderlo como un idiota; así, cada paso en falso que daba les servía para el maniquí que iban moldeando de él y para hacerlo sentir como un bueno para nada. Harry no escatima en reconocer sus errores que publicaron con amplio despliegue: aquellas fotos, ese disfraz, lo de las drogas… sin embargo, explica dónde se encontraba –en términos existenciales e intelectuales– para haber cometido esos desaciertos y cómo fue aprendiendo de historia, de resiliencia, de terapias y de la naturaleza para reparar sus infortunados desatinos. No se justifica, cuenta su historia y deja al lector con la certeza de que, antes de juzgar, es importante conocer la salud mental y el estado emocional de la persona que se ha equivocado.
Harry explica la otra cara de la moneda de cada escándalo que fabricó la prensa del espectáculo, disecciona la maquinaria de la rentabilidad y el morbo que aviva la persecución que le hicieron a Diana, a él y a Meghan, y expone por qué los conglomerados de la prensa (como el emporio de Murdoch) financian la obsesión de acosarlos porque eso nutre sus arcas.
Es esclarecedor y desgarrador cómo argumenta que, a costa de mantenerse vigente y con poder en la historia, “La Firma” prioriza su existencia y le tiene sin cuidado si eso significa destruir cualquier noción de lealtad y solidaridad familiar. Porque Harry demuestra una y otra vez que la prensa sensacionalista es alimentada por la propia monarquía.
No se trata de una narración de la víctima, por el contrario, es el relato de cómo un hombre, tras años de acumular bocanadas de traumas que lo estaban ahogando, ahora, por fin, ha vuelto a respirar del lado de la luz y sin ser el repuesto de nadie.
Páginas 557
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