DIEGO SIERRA ENCISO MAESTRO Y HUMANISTA

DIEGO SIERRA ENCISO MAESTRO Y HUMANISTA

En sus años de trayectoria ha aprendido que ser artista es una construcción del día a día, explorando, indagando, experimentando con materiales y técnicas según las exigencias de cada proyecto, hasta conseguir cautivar al espectador con cada obra.

FOTOS ARCHIVO PARTICULAR

Maestro en Artes Plásticas Diego Sierra Enciso.

Diego Sierra Enciso es un gran artista por la trascendencia de sus creaciones en el contexto colombiano y latinoamericano. Inquieto y profundo en sus propuestas, se mueve con propiedad en cada pintura, escultura, aguada, video, performance, happening, la intervención en espacio público y el cine documental. También se considera un tejedor cultural en el ámbito hispanoamericano por sus planteamientos que tienen que ver con la historia y, específicamente, con la memoria.

Titulado como Maestro en Bellas Artes de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, percibe su oficio como el espejo que permite que una sociedad se pueda ver sin filtros y reflejar su cultura. “El arte –dice– es un grito de alegría, de tristeza, de esperanza, de dolor, de inconformismo… se nutre con la emoción que le quiera imprimir el creador para luego tocar con ella al espectador. Por eso entiendo el arte como un mecanismo de interacción con  (NOSotros) en las comunidades. Me inclino por el arte vital que trabaja con la motivación, los materiales y las herramientas propias del territorio en el cual me muevo”.

Es, precisamente, una de las características de su trabajo: “El proceso creativo nos lleva a ser conscientes de que el terreno en el que uno se mueve ofrece todo un espectro de posibilidades para crear con lo que está al alcance; permite reflejar la problemática del entorno y ser coherente en el proceso. En algún momento de mis inicios dibujaba con café y cenizas de cigarrillo. La propuesta, en ese entonces, involucraba el espacio, el ambiente en el cual transcurría todo era un cafetín donde podía observar cómo este gesto alteraba las dinámicas cotidianas del lugar. Ahí aprendí que el arte contemporáneo se expande, no se queda solo con lo contemplativo, busca llegarle al otro con la gama de matices”.

El dilema

Al principio quiso estudiar filosofía, “de ahí –confiesa– salté al chamanismo y empecé a investigar sobre cómo abordar el conocimiento desde otras cosmogonías, no desde lo occidental que es como nos educan. En mi quehacer, me vuelvo consciente de ser artista, algo que siempre me negué por experiencias desafortunadas en la educación primaria, pero el arte estaba en mi diario vivir, como mi necesidad, mi forma de entender el mundo y mi medio de comunicación. El arte y la filosofía vienen a ser lo mismo en diferentes lenguajes, pero siempre alrededor de un pensamiento y de muchas inquietudes. Porque uno no llega a resolver las preguntas, las trabaja y lo que obtiene son más preguntas. El arte viene a ser una ecuación que cuestiona a la sociedad y un suspiro de libertad. Soy parte de esa sociedad, pero como artista tomo distancia para intentar comprenderla
mirando desde distintos puntos de vista”.

Un ser inquieto por la filosofía, por la cosmogonía, por las manifestaciones artísticas, por las letras, porque escribe y hace poesía… ¿qué tantos personajes habitan en Diego Sierra Enciso?
Todos son uno mismo y cada uno se mueve en diferentes escenarios como roles, unos más presentes que otros, porque son una manifestación para entender el mundo y expresarse en él; en especial la poesía teñida con el romanticismo, que para mí es la forma de vomitar sentimientos con palabras de lo que pasa por mi carne y por mi alma. Antes peleábamos mucho; aprendí a darle el espacio a cada uno y a escuchar sus voces para seguir analizando el mundo desde esas ópticas. Me paro desde lo occidental para intentar entender nuestra cultura precolombina y viceversa, esto me ayudó a desarrollar una propuesta que llamé “Totuma de chicha”. Una intervención en el Museo de la Independencia, especialmente con el florero de Llorente, donde antes que cuestionar lo exterior, me cuestiono a mí mismo. Es una de las piezas que me ha reportado grandes satisfacciones, un homenaje en el pasado y en el presente a los campesinos, a la gente de a pie, a los que dieron su vida por la gestación de la nación, los cuales no están representados en este museo. Yo, de vez en cuando, iba a mi exposición de incógnito y escuchaba miles de historias sobre la totuma y el florero de Llorente, la muestra cumplía el papel que yo buscaba: darle a lo común la trascendencia y una reivindicación en la historia de Colombia y de Latinoamérica, ya que compartimos contextos semejantes como la bebida ancestral, la chicha que va desde México hasta Argentina. Las personas se identificaban más con lo nuestro, una totuma, y reflexionaban. Más de cinco mil asistentes vieron la intervención que invitaba al público a repensar su existencia, a tejer la memoria desde lo más nuestro, con los roles de la mujer, la libertad de los cuerpos, las chicherías como punto de encuentro y de reconocimiento por el otro, a entender la diferencia desde lo que nos representa, generando una identidad y valorando nuestras raíces desde los tiempos precolombinos hasta estos días. Soy hijo de una cultura y debo cuestionarme, romper los patrones establecidos culturalmente, la duda como eje para comprender posibles realidades que miran al pasado pensando en el futuro, porque mi deseo es construir desde los cuestionamientos.

¿De dónde surge toda esa carga existencialista, ese peso social sobrecogedor que inunda su ser?
Mi cuerpo tiene sus dolencias desde niño y eso me ha enseñado mucho, el respeto a la vida (nosOTROS) con visión holística, el cuerpo como fractal que va de lo micro a lo macro. El contexto social colombiano con una historia bañada en lágrimas de sangre, es entonces cuando los artistas entendemos la obligación de hablar desde nuestras vivencias para generar una sociedad más fraterna.

¿Cómo fue decantando esa búsqueda de su propio estilo?
El estilo es la maduración de formas del lenguaje, ya sea plástico, literario, musical, entre otros, que tiene un carácter distintivo de los demás. La pregunta a su repuesta es muy amplia porque se teje con la vida misma y es una cadena de sucesos que obedecen a factores como la edad, las oportunidades, el contexto del artista y sus necesidades. En los últimos años de colegio afronté el arte como estilo de vida y profesionalmente. Comencé de una forma autodidacta, operaba como artista contemporáneo sin saberlo, yo solo quería ser escultor y empecé tallando la madera que me encontraba, luego fui discípulo de un gran maestro y mi formación fue casi como la del Renacimiento, donde se hacían esculturas en bronce y aprendí el manejo de la arcilla, sin ser ceramista me encantaba modelar, quería comerme el mundo. Mi primer acercamiento a la academia no fue el mejor porque mi visión era la de un artista romántico y choqué con el arte contemporáneo. Por eso estudié orfebrería, estaba en la mitad entre el joyero y el fundidor, y en las culturas precolombinas el chamán era el encargado del fuego y de manipular el oro y la plata, representaciones del sol y la luna. Sentía la necesidad de seguir capacitándome y me presenté a la Universidad Nacional, pasé dos veces el examen académico y en la última, que era la vencida, en la prueba específica una gotera dañó mi trabajo bidimensional y tridimensional dejándome en desigual posición con el resto de aspirantes. Allí comprendí que esa universidad no era para mí. Sin renunciar a mis sueños, comencé a trabajar en la temporada como auxiliar de escultura en la Ópera de Colombia, era un semillero por que no existía carrera en el país y se necesitaba mano de obra
calificada, así fui escalando. Entre tanto, terminé mis estudios de orfebrería, saqué mi taller donde aprendí a dialogar con los materiales, comencé a experimentar haciendo esculturas pequeñas para joyería. Tuve un gran encargo de parte del Opus Dei que tenía que ver con restaurar una parte de
un Jesucristo quiteño del siglo XVIII, y hacer otras piezas. Como no sabía de qué estilo eran, me di a la tarea de investigar, aprendí a no maltratar la historia; esto determinó mi producción plástica. Entré a estudiar Bellas Artes en la Tadeo, dejé mi taller, salté de la escenografía al diseño de espacios, entendiendo los mismos principios pero con otros materiales, apoyándome con mis clases de Historia del Arte y, como pilar, la Escuela de la Bauhaus, llegando a diseñar desde una cuchara hasta una casa. Esto me dio luces a la hora de hacer intervención en espacio público, porque para diseñar tenía que entender las dinámicas cotidianas tanto del cliente como del usuario del cliente, la historia que se le quiere contar, el contexto de la historia en el lugar específico, el funcionamiento del entorno, trabajar con la psicología del color, en fin, en mi primer diseño de un restaurante
el presupuesto fue hacer lo máximo con lo mínimo.
He logrado darle forma a mi estilo con el propósito de no repetirme. La vida es el movimiento, por ende, hay cambios, aunque es difícil abandonar el estilo ya que uno está marcado por patrones. Soy inquieto y me puedo apasionar con una propuesta que me puede llevar años realizarla, pero una vez la hago ya quiero incursionar en nuevos proyectos, vivir aprendiendo, bajo mis reglas y necesidades. En el arte moderno (pintura, escultura) yo dialogo conmigo mismo, con el material y el contexto donde me encuentro. En el arte contemporáneo soy yo con el otro, y somos nos-otros construyendo una sociedad.

¿Cómo definiría su estilo?
Creo que mi estilo es comunicar, dejar el metalenguaje que utilizamos los artistas para llegar a más espectadores, la sencillez es necesaria por mi campo de acción, la intervención de espacio público, los observadores son transeúntes. Intento que el público tenga un acercamiento a unas inquietudes, a unas reflexiones, a un sobresalto… desde un comienzo entendí las distancias entre el espectador del común y el sistema del arte, me cuestiono por qué en las exposiciones están las personas de siempre, anhelo la asistencia de un público más amplio, para ello, necesitamos una labor pedagógica.
Ahora estoy centrado en pintar y cada pintura es diferente y familiar de la siguiente; retomo mis comienzos cuando no sabía pintar, me inspiro en una guayaba que está compuesta de una rica gama de rosados, esto me llevó a buscar la vida en el color; para mí el color es vibración y es energía, al combinar un color con otro se hacen chispas de alegría. Quiero seguir indagando en la pintura y en las vivencias cotidianas sin temor a desencantarme.

¿A dónde quiere llegar?
Quiero llegar hasta donde Dios me lo permita. Esa es una de las enseñanzas que me dejó
la pandemia, podemos planear y estar a punto de cumplirlo y, en cualquier momento, nos
cambia la vida. Por ahora, seguir cultivando los sueños y esforzándome de acuerdo con las
posibilidades. Mi obra surge en un contexto colombiano, arraigada a nuestra idiosincrasia, que no está bien vista porque valoramos más los estereotipos externos, no tenemos conciencia de nosotros mismos y de nuestra diversidad cultural.

Qué nos cuenta de los otros escenarios en los cuales se mueve.
Llevo un tiempo trabajando en mi próximo documental sobre un arriero y cómo este oficio de a poco se pierde. También, de años atrás, se viene gestando un libro de poesía que entremezcla arte y poemas. Ciudadanías por la paz de Colombia, grupo al que pertenezco, cumple siete años y, por tal motivo, se editará un libro expandido con los aportes de cada uno de los integrantes de diferentes disciplinas y, en mi caso, serán algunas obras. Quiero terminar mi película Escuela de arte y cultura de convivencia y paz, con la cual estuve en el Festival Villa de Cine este año. Surgió de mi trabajo con el colectivo Ciudadanías por la paz. Con este proyecto nos ganamos una beca para llegar a colegios públicos de Bogotá. Me dediqué a registrar, durante dos semestres, los pensamientos y
las inquietudes de los chicos, para darles voz. Se realizó durante el 2017 y 2018. Es un material que tiene mucho para decirle a la sociedad colombiana. Lo trabajamos con pocos recursos, pero con mucho corazón.

Sierra Enciso es un artista fiel a sus convicciones. En sus creaciones reflexiona en torno a las problemáticas sociales; su trabajo se ha desarrollado alrededor de la instalación, la intervención urbana y de objetos. Sin duda, un grande en el escenario de las artes plásticas en nuestro país.

diegosierraenciso@gmail.com / Cel. 312 358 47 47
https://www.instagram.com/diegosierraenciso/
https://www.facebook.com/diego.s.enciso/ 

Se ha movido por varias regiones vulnerables del territorio nacional escuchando las voces y las necesidades de las comunidades, trabajando con ellos en la plástica y los murales. “Antes que artista, me considero un amigo de la gente”.


“La ecuación entre sociedad y arte se produce cuando suscita un cuestionamiento que lleva a comprender y a transformar las condiciones. No puedo hacer arte contemporáneo sin contemplar al otro”.

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