Caso Salman Rushdie: libertad de expresión o “choque de civilizaciones”

Caso Salman Rushdie: libertad de expresión o “choque de civilizaciones”

El choque entre la libertad de expresión de Occidente y la libertad religiosa de Oriente está mediado por 14 siglos de historia y civilización. En este periodo Occidente pudo limar su religión a través de la Modernidad y la Ilustración, y permitirse la libertad de expresión sin límites. El Oriente islámico se quedó anclado en el siglo VI. La modernidad allí es una decisión postergada. Esta es la razón del choque de civilizaciones.

POR MIGUEL RUJANA QUINTERO
Docente investigador
Universidad del Sinú extensión Bogotá

El 12 de agosto de 2022 fue herido de muerte el escritor estadounidense Salman Rushdie.
La acción criminal fue perpetrada por un joven de 24 años de origen libanés, Hadir Matar, momentos antes de que Rushdie comenzara una conferencia en la Chautauqua Institution, de la ciudad de New York.

El hecho delictual se produce, al parecer, como respuesta a las injurias recibidas por la comunidad musulmana, debido a la publicación de una de las obras de Salman Rushdie: Los versos satánicos, de 1988. El libro desató la ira de los fieles de esta confesión, causando manifestaciones y violencia.

Las ofensas de Los versos satánicos no son nada amistosas. Han puesto en duda, hasta hoy, la historia y la esencia misma de la religión islámica, pues la ontología allí expuesta por Rushdie, de los pasajes del Corán, da cuenta del islam como una gran falacia. Obviamente que ninguna religión admite una manifestación de esta catadura. Lo único que aceptan es que hay diferentes respuestas de los fieles a estas ofensas: unos ponen la “otra mejilla” y otros responden con la yihad (muerte).

Agravios que producen tensiones y, en muchos casos, atentados terroristas o el conflicto entre Oriente y Occidente, entre civilizaciones y culturas. No es, como aseguran algunos, un problema de libertad de expresión. Si bien el libro es acogido por muchos como una buena obra literaria por su “realismo mágico”, también se considera panfletaria, si se tiene en cuenta que hacer ontología de
las religiones no pasa de ser una provocación incendiaria y violenta. Además es rentable si se considera que autores, editores y periodistas acumulan cuantiosas riquezas por el gran tiraje y las ventas que alcanzan estas publicaciones “manchadas” de sangre, pues nadie está seguro que con ellas el mundo deje de “creer”, o que se acaben las religiones, o que se quiera la verdad.

Los versos satánicos están cargados de ofensas hacia los musulmanes escritas con figuras literarias desde donde se hace alusión a la visita del ángel Gabriel a Mahoma y otros hechos coránicos. En la fe musulmana el profeta Mahoma fue visitado por el ángel Gabriel durante un período de 22 años y recitó las palabras de dios (todo el Corán) al profeta.

Según el National World, en la obra, un personaje –Gibreel Farishta– suplanta al ángel Gabriel, y relata los mismos hechos de sueños del libro sagrado, pero cuestionándolos irónica y satíricamente. Rushdie decidió usar otro nombre provocativo para el personaje que hace del profeta. Lo llamó Mahound, un nombre que los cristianos de la Edad Media dieron a Mahoma al considerarlo un demonio. En el libro, Mahound “pone sus propias palabras en boca del ángel Gibreel y entrega edictos a sus seguidores que refuerzan convenientemente sus propósitos egoístas” 1 . Versión contraria a la tradición que indignó a los musulmanes, pues en lugar de ser dios, a través del ángel, la fuente de la revelación, es el mismo profeta Mahoma el autor de las verdades reveladas. Como si en la versión judeocristiana, Moisés fuera la fuente de las Tablas de la Ley, y no Dios.

Ofensa mayor, el hecho de que dos prostitutas que trabajan en un local del pueblo, señaladas en el libro, sean dos de las esposas del profeta. Como si los cristianos no se indignaran cuando se dice que María Magdalena (para algunos, prostituta) fue la pareja de Jesús de acuerdo con los nuevos evangelios, recientemente descubiertos (apócrifos).

Sobre estos insucesos mucho se ha escrito desde 1988. Sobre las causas se dice que: a. Es un problema sobre derecho a la libertad de expresión; b. Que es un conflicto por la libertad religiosa y de culto, por el “choque de civilizaciones”. Sobre lo primero, no se tienen argumentos que prueben que ha existido como derecho positivo, antes del siglo XVIII.

La libertad de expresión es un derecho que se reconoce a partir de la revolución norteamericana de 1776 (en la Primera Enmienda) y de la francesa de 1789. Posteriormente se consagró en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre en 1948, y en las constituciones del siglo XX en adelante. El verbo rector para este derecho es el respeto al otro. Obligación que tienen los ciudadanos entre sí, entre estos; y el Estado y los Estados entre sí, de respetar integralmente el derecho a la libertad de expresión de las opiniones e informaciones, sean profanas o sagradas; libertad sin ninguna clase de censura, excepto las establecidas en la ley. Hoy con internet y las redes sociales, libertad “sin límites”. Protegido por todos los países occidentales a través de sus tribunales de justicia, muchos de ellos, absolutamente robustos.

Sin embargo, los países islámicos no están de acuerdo con la libertad de expresión en asuntos religiosos, cuando de ofensas se trata. Razón por la cual algunos de estos Estados no han suscrito el estatuto: Declaración y Programa de Acción de Durban, de la Conferencia Mundial Contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, aprobada por la ONU en 2001.

En este estatuto de derechos se destaca la importancia de la religión en la vida de las personas, el rechazo a la intolerancia religiosa en el mundo y las restricciones a practicar libremente sus creencias, especialmente en alusión a algunos Estados islámicos. Sin embargo, unos países musulmanes no lo han suscrito por cuanto consideran al islam como la religión natural de los seres humanos, y porque su religión no se aviene con la tolerancia a la crítica ofensiva y humillante. Esta posición política, cultural y religiosa, ha impedido el consenso en la ONU para la aprobación de un tratado de carácter universal sobre la materia. Esta perspectiva, que no carece de razón desde el punto de vista histórico religioso, ha servido de justificación al mal llamado fundamentalismo islámico y a expresiones extremistas que pretenden reivindicar su honor cultural y religioso mediante actividades terroristas, particularmente contra aquellos con los cuales el islam ha venido
confrontándose históricamente desde la época de las cruzadas.

Algunos filósofos y periodistas occidentales piden que se defienda el derecho a la libertad de expresión como el principal de los derechos de libertad del ser humano y de la democracia; que este derecho está por encima del derecho a la libertad religiosa. Y que solo la vida es superior a todo derecho porque es “sagrada”. Pero no tienen en cuenta que en el Oriente islámico los valores religiosos están por encima de todo derecho: allí el islam es sagrado, y no la vida.

El problema, entonces, es sobre creencias y dogmas de fe, y no sobre razones. Aunque el Papa Benedicto XVI los haya tratado de conciliar en su Discurso de Ratisbona del 12 de septiembre de 2006, apelando a una supuesta compatibilidad entre racionalidad y creencias religiosas. El problema sigue siendo sobre sentimientos, creencias, emociones y sensibilidades, convertidas en forma de vida y en la cultura de una civilización. Adquiridas hace más de XIV siglos a través de su religión que no admite la discusión ni la crítica, y mucho menos la burla que hacen en Occidente a través de textos literarios y caricaturas satíricas. Doctrina que solo acepta la obediencia sumisa.

Los que ofenden a través de la libertad de expresión pretenden que sus burlas sean celebradas por todos y que el Oriente islámico asuma dócilmente el dolor de las ofensas hasta que desacralice sus creencias; hasta que considere que lo sagrado es la vida. Este dilema muestra claramente que el problema es sobre “choque de civilizaciones” y no sobre libertad de expresión, sobre creencias y no sobre razones. No se trata de una disputa entre iguales amparados por un mismo derecho, una tradición y una cultura. No se trata de quién tiene más o menos derecho positivo, quién ofende más o menos, ni quién tiene más o menos poder personal o estatal para amparar este derecho. Se trata de quién está dispuesto a entregar su vida por sus creencias, por su fe, por sus profetas. La vida, por sus ritos, por sus tradiciones sagradas y por su religión.

Es claro que Occidente ya perdió esta capacidad de elección de vida por religión hace siglos, desde el periodo de la Modernidad y de la Ilustración. Desde cuando abocó sin clemencia la razón: la desacralización de los dioses, de todo lo sagrado; de las creencias, de los ritos y las explicaciones del mundo a través de lo divino. Por lo anterior, ninguna ofensa a la libertad de expresión, por grave que sea, puede tener como respuesta una agresión física y mucho menos la muerte. Es verdad este argumento desde la tradición jurídica y cultural de Occidente y, por ende, entre ciudadanos iguales cultural y jurídicamente. En este contexto las disputas se pueden resolver ofreciendo disculpas, o con penas dinerarias y, en el peor de los casos, con pérdida de libertad física.

El problema se hace insalvable cuando estas personas se cruzan con otras de diversas culturas, causando choques y ofensas. Para resolver el dilema esos intelectuales y periodistas proponen que los migrantes, los distintos, los diversos, asimilen la cultura y tradición del país de acogida y se sometan a respetar el derecho a la libertad de expresión. Los musulmanes aceptan asimilar los
valores cívicos, sociales y gubernamentales. Pero cuando se les exige renunciar a la defensa de su religión se resisten a aceptarla irrevocablemente, pues equivale a obligarlos a abdicar a sus más caros valores: su identidad, la fe, y la sumisión a Alá y a su profeta. Y esto es imposible. Mucho más si no se cuenta con una ética de la hospitalidad ni una política multicultural.

Impedir que no se ofenda gratuitamente a quien no piensa como nosotros es equiparable a proteger el derecho a ser distinto, a no obligar a compartir a otro una identidad que no es la propia ni a impedir que se profese una identidad que merece ser protegida por los poderes públicos. No se ciñe solo a la religión, pero no la excluye cuando se aplica a proteger la peculiaridad de “otros”. El otro puede ser un “homosexual”, o una “mujer maltratada”, o un “inmigrante”, o un “negro”, o un “musulmán” o un “cristiano”. Todos somos de alguna manera, por algún motivo o rasgo, “otros” ante los demás. Y nadie, por ser “otro”, puede ser ofendido en su honor o en su dignidad por la insidia (supuesta libertad de expresión) del comentario ajeno 2.

Para aproximar aún más el problema hay que recordar la diferencia básica entre la religión islámica y la cristiana. No está en los atributos de su dios, pues es el mismo; tampoco en la fe, ya que unos y otros la sienten con mayor o menor intensidad de acuerdo con su fundamentalismo. Está en el nivel de adoración, devoción y sumisión, y en las formas de aprender y defender estas creencias. Mientras que el mundo cristiano pudo pasar del fundamentalismo (que daba muerte a “herejes” en la Inquisición), y contemporizar con la Modernidad y la Ilustración, el islam no ha cedido en sus creencias desde el siglo VI.

El islam aún no ha salido del Alto Medioevo, estacionado allí justamente por el rigor de su práctica religiosa, que es también su forma de vida que, al tiempo, son creencias, son profundos rituales que estabilizan y anclan al ser humano al mundo, de ahí la dificultad para contemporizar. Empezando el siglo XX, EE.UU. y Europa se lanzaron hacia la conquista del petróleo del mundo árabe. Dominaron y dominan comercialmente a sus gentes y a estos territorios, siguen saqueando su riqueza dejando de lado, hasta la indiferencia, su desarrollo social, político-democrático y su fundamentalismo religioso. En los 100 años que han pasado no les ha interesado liberar a estos pueblos de su yugo religioso, pues no les conviene. Consideran mejor el statu quo, el totalitarismo de Oriente: la sumisión, aunque sea a Alá.

Como alternativa a los problemas de “choque de civilizaciones”, en los Estados Unidos y Europa se está ensayando un “islam light”. Una doctrina que se predique por imanes sin activismo político, formados en estos países y no en Irán; que oren, alaben y supliquen sanación y salvación desde una experiencia religiosa personal; sin defensa individual ni colectiva de sus creencias, renunciando a morir por la religión (yihad). Que lo sagrado es la vida y no las creencias. Entendiendo que la religión no puede ser contraria a la racionalidad, pues “la religión forzada ya no es religión: hay que persuadir, no forzar. La religión no se ordena” 3.

_____

1 El magazín cultural. Agosto 12 de 2022. “Salman Rushdie y la controversia detrás del ataque en su contra”. https://www.elespectador.com/
2 Núñez Ladevéze, L. (2022). Libertad de opinión y libertad religiosa.
http://cuentayrazon.com/wp-content/uploads/2016/05/revista37.pdf#page=73)
3 Ibídem.
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