“Tengo derecho a ser el Grinch en Navidad”: por qué no todos se sienten felices en diciembre y cómo manejar la presión social
El inicio de las novenas de aguinaldos, la llegada de Papá Noel y la fiesta de bienvenida del Año Nuevo suele anunciarse como un tiempo de brillo, unión y celebración. Sin embargo, para muchas personas se convierte en una etapa emocionalmente exigente, marcada por contrastes profundos entre lo que se espera sentir y lo que realmente se experimenta.
Aunque el imaginario colectivo insiste en que “la Navidad es para estar felices”, la realidad emocional está lejos de ser homogénea. En un país donde los problemas de salud mental han aumentado de forma sostenida durante la última década —con un ascenso notable en la demanda de servicios psicológicos y un incremento nacional de muertes asociadas a trastornos mentales que pasó de 328 casos en 2008 a más de 6.500 en 2025—, diciembre puede intensificar duelos, tensiones financieras y presiones familiares. No se trata de una falta de espíritu festivo: es una respuesta humana ante situaciones reales. Validarlo es fundamental.
“La Navidad funciona como una lupa emocional: todo se siente más intenso porque conecta con recuerdos, expectativas y comparaciones sociales”, explica Isabel Cristina Vasco Hurtado, docente del programa de Psicología de Areandina, seccional Pereira.
Esta psicóloga señala a su vez que esta temporada activa memorias relacionadas con pérdidas, rupturas o ausencias que se vuelven más visibles cuando el entorno presiona por mostrarse alegre. “El problema no es la Navidad en sí, sino la exigencia cultural de vivirla de una sola manera, sin matices, como si todas las historias fueran idénticas. Para quienes no están en ese lugar emocional, la distancia entre lo que sienten y lo que deberían sentir se convierte en fuente de culpa y frustración”, insiste.
Cuando la tristeza no descortesía: señales que requieren atención y acompañamiento
Cambios marcados en el sueño, alteraciones en el apetito, desinterés por actividades antes placenteras, irritabilidad persistente, aislamiento significativo o pensamientos de inutilidad son indicadores de alerta.
De hecho, Vasco recuerda que no es necesario esperar a “tocar fondo” para buscar ayuda. “Hay una diferencia profunda entre estar cansado de la Navidad y experimentar un sufrimiento emocional que afecta la vida diaria. Escuchar esas señales y pedir apoyo es un acto de responsabilidad consigo mismo”.
También agrega que esta época puede exacerbar síntomas en quienes ya venían lidiando con ansiedad, depresión o duelos no elaborados, especialmente cuando los rituales navideños recuerdan la ausencia de alguien o los cambios que trajo el año, como por ejemplo la música decembrina que se escucha tradicionalmente en Colombia.
Además, en un contexto donde las redes sociales amplifican la comparación —con imágenes de cenas perfectas, viajes y celebraciones—, muchos terminan sintiendo que “todos están bien menos yo”.
En este punto la docente de Areandina advierte que esa percepción es engañosa, pues lo que se muestra en redes rara vez refleja la realidad completa. Entenderlo quita presión y permite vivir diciembre desde una perspectiva más compasiva y menos exigente.
Cómo poner límites, crear nuevas dinámicas y vivir estas fechas a otro ritmo
Una de las principales dificultades de esta temporada es la presión por participar en cada ritual, reunión y fotografía familiar. Sin embargo, establecer límites claros y amables es una herramienta de autocuidado. Frases como “agradezco la invitación, pero este año quiero algo más tranquilo”, “estaré un rato y luego me retiro” o “hoy prefiero no salir en la foto” ayudan a reducir la culpa y a participar de manera auténtica. “Tenemos derecho a sentir lo que sentimos, sin justificar nuestras emociones ni forzarnos a cumplir un guion emocional impuesto por la época”, sostiene Vasco.
El rol de las familias y los grupos de amigos también es decisivo. Evitar frases como “anímese”, “usted siempre tan negativo” o “eso ya debería haberlo superado” contribuye a crear ambientes más empáticos. Acompañar no es obligar; a veces basta con decir “si quieres estar en silencio, está bien” o “aquí estamos si te provoca unirte”. La empatía se expresa en el respeto por el ritmo emocional del otro.
Para quienes atraviesan un duelo o un momento difícil, redefinir los rituales puede aliviar la carga emocional. No se trata de huir de la Navidad, sino de transformarla. Cocinar un plato simbólico, encender una vela, reunirse con pocas personas, hacer una caminata o dedicar tiempo a una causa solidaria son alternativas que permiten vivir la fecha sin fingir bienestar. Lo esencial es escuchar las propias necesidades y darles espacio.
Diciembre no exige felicidad obligatoria. Exige honestidad emocional. Permitirnos sentir sin culpa es, quizá, el acto más sano —y más humano— de la temporada.
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