AUSENCIAS, EL PROCESO HACIA LA ACEPTACIÓN
Momentos previos a iniciar la redacción de esta columna casualmente me vi enfrentada a una noticia dolorosa que me impedía tomar fuerzas para escribir. Para no hacer larga la historia: mi mascota se había ido de este mundo. Quiero creer que para un lugar mejor.
POR NATALIA ROSALEM GUZMÁN / PSICÓLOGA FUNDACIÓN UNIVERSITARIA KONRAD LORENZ / FOTOS PIXABAY
La pérdida repentina de Nico, un perro juguetón, feliz y noble evocó sentimientos y pensamientos de culpa, malestar e ira conmigo misma. Me preguntaba insistentemente: ¿Pude hacer algo más?, ¿por qué no estuve en su último momento?, ¿cuándo fue la última vez que lo acaricié?
Así que, con lágrimas en los ojos, decidí hacer un cambio de planes y me dispuse a escribir sobre el duelo, por dos razones principalmente. Primero, porque es un tema que todos debemos enfrentar en diversas situaciones de nuestras vidas, especialmente con la situación de salud pública actual. Segundo, porque cada quien vive el duelo de formas diferentes y una de ellas puede ser leyendo o escribiendo al respecto.
Cuando el ser humano se enfrenta a una pérdida significativa de algo o alguien, atraviesa un duelo. Este proceso es natural y necesario para asimilar cognitiva y emocionalmente la pérdida y, de esta forma, iniciar un camino hacia la aceptación y el entendimiento de la nueva realidad. Es importante comprender que el duelo no solo se experimenta al momento de enfrentarse a una muerte, sino también en otros tipos de pérdidas: Una ruptura amorosa, quedarse sin trabajo, una amputación o terminar la relación con un amigo, entre otras.
Una explicación para entender el proceso del duelo está en la Teoría del apego del psicoanalista inglés John Bowlby, quien se refiere a la tendencia de los seres humanos a establecer lazos emocionales fuertes con otras personas o con situaciones y etapas específicas de la vida. Esto se deriva de la necesidad de sentirnos protegidos y seguros. Este comportamiento se considera como una conducta de supervivencia normal del ser humano que implica una fuerte reacción emocional relacionada con el enfado, el llanto o la ira al enfrentarse a una situación de pérdida.
Dicen que el dolor psicológico frente a una pérdida puede ser equiparable con el dolor físico que se sentiría al quemarse o herirse gravemente. Por ello es común escuchar que se deben vivir ciertas etapas a la hora de atravesar un duelo (negación, ira, negociación depresión y aceptación) donde la aceptación siempre se da al final como un cierre del episodio. Sin embargo, la palabra “etapa” está relacionada únicamente con el paso del tiempo, pero es oportuno tener en cuenta que existen ciertas tareas que pueden realizarse proactivamente con la intención de vivir un duelo sano.
En su libro El tratamiento del duelo el doctor William Worden plantea estas cuatro tareas frente a la muerte. Cabe aclarar que pueden ser aplicadas a cualquier situación de duelo y que ayudarán a restablecer el equilibrio de la vida:
- Aceptar la realidad de la pérdida: Cuando una persona se enfrenta a una situación de duelo siempre hay cierta sensación de que no es una realidad. Es importante trabajar en la aceptación de la circunstancia, no se volverá a ver a la persona que falleció y es una situación irremediable, es decir, asumir que el reencuentro es imposible. No aceptarlo de forma correcta puede llevar a las personas a entrar en un estado de negación, posiblemente acompañado de sentimientos de frustración representados con patrones de conducta como la “momificación” que se da cuando se guardan posesiones del fallecido en un estado momificado como esperando a que regrese. También se evidencia con pensamientos destinados a un posible futuro encuentro que en un comienzo son normales, pero pueden tornarse patológicos. Completar esta tarea evidentemente puede tomar tiempo, sin embargo, cada persona debe encontrar los rituales que le permitan admitir la nueva realidad que será su vida a partir de ese momento.
- Trabajar las emociones y el dolor de la pérdida: Darle rienda suelta al dolor es una tarea vital que se debe realizar en cualquier situación de pérdida, sentir realmente la tristeza, ira o frustración de la situación y a su vez asimilar que es necesario vivir esas emociones para que eventualmente disminuyan. Es frecuente encontrar que las personas intentan bloquear este dolor distrayendo las emociones y los sentimientos “negativos” consumiendo sustancias psicoactivas o evitando las cosas que le recuerdan al episodio, no obstante, tomar esta postura de evitación solo llevará a un colapso posterior que podría terminar en episodios fuertes de depresión.
- Adaptarse a un mundo en el que el fallecido ya no está presente: Dependiendo de la relación que se tenía con el fallecido o con la situación que ha cambiado es posible que el “superviviente” se dé cuenta de los roles que eran asumidos por la otra persona y sienta que no será capaz de hacerlos de la misma forma. Esto puede llevar a que el “superviviente” se perciba a sí mismo como inútil o incapaz porque no está acostumbrado a cumplir el rol que tenía su pareja, amigo o familiar. Lo importante de esta tarea es la capacidad para desarrollar habilidades y adaptarse a nuevos contextos. No cumplirla implica no acomodarse a la nueva realidad.
- Recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo: Un individuo en duelo no olvida a la persona o situación que ya no hace parte de su vida, sin embargo, lo relevante en esta tarea es la reubicación adecuada en el plano psicológico de dicha situación, es decir, se puede continuar viviendo de manera eficaz pese al dolor y sufrimiento que se experimenta por la pérdida. Muchas personas pueden quedar “estancadas” en esta tarea, manteniendo el apego por el pasado, pero es importante comprender que la vida debe seguir su ciclo.
Después de describir estas tareas se concluye que el duelo es un proceso largo pero que debe acabar, en cierto sentido. Vivirlo no implica olvidar la situación o pérdida, significa aprender a construir una nueva realidad a partir de esa ausencia. Cuando la persona recupera la esperanza y se adapta a los nuevos roles puede considerar que el dolor terminó. No obstante, podría regresar, porque su forma es cíclica y no lineal. Entender que en el camino puede que haya días buenos y otros terribles es parte de la transformación que se debe transitar para un día recordar la situación con nostalgia, pero sin dolor.
EL DOLOR PSICOLÓGICO FRENTE A UNA PÉRDIDA PUEDE SER EQUIPARABLE CON EL DOLOR FÍSICO QUE SE SENTIRÍA AL QUEMARSE O HERIRSE GRAVEMENTE.
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