Neutralidad e independencia de los medios: una falacia perversa

Neutralidad e independencia de los medios: una falacia perversa

“…Nunca ha habido neutralidad en la filosofía, ni en la religión, ni en la economía, tampoco en las artes, mucho menos entre los ciudadanos, la política y el periodismo. ¿»Cómo ser neutral entre el mito y la razón, entre la verdad y la mentira, entre el odio y el amor, entre construir y destruir?”.[1]

Dr. Miguel Rujana Quintero.

POR MIGUEL RUJANA QUINTERO

Docente Investigador Unisinú Bogotá.

El pasado 29 de septiembre de 2023, la Revista Semana, publicación colombiana, fue objeto de una toma masiva de sus instalaciones físicas por algunas comunidades indígenas, de los pueblos misak, nasa y pijao. Llegaron a la sede de este medio de comunicación en Bogotá para expresar su descontento con su política editorial. “Vicky Dávila (directora del medio), deje de mentirle al pueblo”, le gritaban. “No estamos de acuerdo con estos medios de comunicación perversos, tendenciosos y, además de asesinos, mentirosos”, señalaron los indígenas, refiriéndose a los medios en general, aunque enfocados en Semana. “Están mintiendo (…). Es un opinadero perverso desde aquí de Bogotá (…). Han guardado silencio a lo largo de 200 años de corrupción» [2], le decían estos pueblos. La Policía, la Fiscalía y gestores de convivencia de la Alcaldía los persuadieron para una retirada pacífica.

Las protestas contra los medios de comunicación son permanentes en Colombia. Se les cuestiona por asumir posiciones neoliberales. (Sistema económico ostensiblemente indiferente a los problemas sociales). Por ser el único estamento social que aún no ha pedido perdón por la desinformación (sesgada y eufemística) en que han incurrido al momento de cubrir y reportar la violencia y la corrupción de Colombia a lo largo de su historia, como lo han hecho gobiernos, presidentes y generales. Por cohonestar la corrupción del sistema económico que los financia. Y han exacerbado estas protestas dos supuestos baluartes que esgrimen los medios: i – que son objetivos, independientes y neutrales y, ii- que son los «defensores» de la democracia. Tal vez por aquello que ha dicho la jurisprudencia: que su oficio es inescindible con la democracia.  Ni lo uno ni lo otro.

Es normal en Colombia que los medios de comunicación nacionales y organizaciones internacionales, como la FLIP, acudan con solidaridad de cuerpo a favor de un medio que ha sido objeto de agresión. En esta oportunidad así sucedió a favor de la Revista Semana. Apoyo otorgado sin preguntar ¿cuál es la causa?, ¿qué pasó, por qué la toma indígena? Pues en esta clase de solidaridad, la única obligación es expresar respaldo ciego al medio. Ya que se considera que el periodismo está blindado de toda tacha y mácula. Por ello no se permite preguntar, ni a Semana ni a ningún otro medio, si tienen alguna responsabilidad en la historia trágica y violenta de Colombia. El problema es que los periodistas ni son inmaculados, ni neutrales ni independientes.

No solamente en Colombia hay desencuentros por el papel de los medios. El escritor José María Ridao publicó un artículo en La Vanguardia en el que sostenía “…que el periodismo español había perdido credibilidad por su «promiscuidad» con determinados políticos y por faltar a su deber al crear climas de opinión prefabricados». Por su parte, la periodista Lucía Méndez del periódico El Mundo de España, señaló «…que los diarios nacionales de mayor difusión editados en Madrid (antiguamente llamados «de referencia»), los articulistas de la socialdemocracia (pata negra) que escriben en esos diarios, los periodistas teóricamente mejor informados, y una amplia gama (por la cantidad y variedad ideológica) de opinadores de las tertulias de radio y televisión han sido cualquier cosa menos neutrales en las batallas políticas»[3].

La verdad es que quienes detentan el poder político y económico se sienten muy cómodos con los periodistas que, no solo presumen, sino que reiteran una y otra vez, ser neutrales y objetivos. Será porque «… no se dan cuenta que habitamos un mundo en el que no se puede ser neutral, en el que se confunde muchas veces neutralidad con hipocresía e indiferencia”.

¿Cómo ser neutral ante tanta impunidad, tanta injusticia, tanta maldad cometida por el hombre contra el hombre? ¿Cómo ser neutral ante los niños asesinados en Irak, Afganistán, Israel o Palestina? «¿Cómo ser neutral ante tantos demonios disfrazados de humanos que andan sueltos causando pena, dolor y sufrimientos inconmensurables a tantos seres humanos en este mundo de indignos e indignados?» (..) «No me pidan neutralidad por favor, me declaro totalmente parcial hacia la búsqueda de la verdad y de todo aquello que nos devuelva o nos reintegre a un sentido más humano de la vida, dice con exclamación el columnista Rubén Luengas[4].

Para el aclamado periodista estadounidense y ganador del Premio Pulitzer, Chris Hedges, considerado una de las voces más grandes del periodismo actual en Estados Unidos, “el credo de la objetividad, la neutralidad y el balance, formulados al inicio del siglo XIX por los dueños de los periódicos para obtener mayores ganancias de sus anunciantes, desarma, mutila y paraliza a la prensa”. Hedges dice que, «convirtieron ese credo en vehículo conveniente y muy lucrativo para evitar la confrontación con verdades amargas y no causar así molestias a las estructuras de poder de las que dependen organizaciones de noticias para obtener sus dividendos, transformando a los reporteros en mirones que destierran de su actividad la pasión, la empatía y la búsqueda de la justicia». (…) “A los reporteros en este credo se les permite ver, pero no sentir ni hablar con voz propia”, dice este egresado de la Universidad de Harvard con décadas de experiencia reportando en zonas de conflicto en Centroamérica, el Medio Oriente, África y Los Balcanes[5].

El gran periodista polaco Ryszard Kapuscinski se pregunta, por ejemplo, si alguien cree que fue honesta, sincera, profesional, objetiva o balanceada la cobertura de los grandes medios sobre las guerras en Irak y Afganistán. Afirma que ni siquiera hubo cobertura alguna y, en su lugar, lo que hubo fue propaganda para que las informaciones dejarán de ser veraces y se convirtieran en la sacrosanta “opinión pública” gracias a lo que el sobrino de Sigmund Freud, Edward Bernays, pionero en el uso de la técnica de la manipulación colectiva, llamó “la ingeniería del consenso”[6]. Ingeniería que está siendo aplicada a todos los conflictos o guerras que vive el mundo de hoy: Rusia-Ucrania, Israel-Palestina, Colombia.

Cualquier ciudadano informado sabe que los diarios tienen líneas editoriales diversas y que los medios de comunicación manipulan. Con esa base tan clara, el profesor del departamento de Lengua Española de la Universidad de Granada, Francisco José Sánchez, señala que «es imposible conciliar neutralidad e ideología. Un medio es independiente o no, no puede serlo a medias. Los medios españoles son independientes en la medida en que no están controlados por ningún órgano de poder. No obstante, eso no quiere decir, ni mucho menos, que la prensa sea neutral, porque el hecho de que no haya control externo no obsta para que deje de ser una parte interesada en la disputa por el poder»[7]. En otras palabras, a la prensa no le queda otro remedio que aliarse con ciertas corrientes ideológicas para hacerse un hueco en el mercado. Razón por la cual hoy defienden con bravura aquellas ideologías que los privilegian, y combaten a los gobiernos que atentan contra su poder. Probablemente, un diario que fuera realmente independiente no tendría mucho qué hacer en el panorama periodístico actual.

Y como no existe la neutralidad, tampoco la independencia, el periodismo que ha encontrado un nicho en el mercado, se ve obligado a hacer uso del eufemismo perverso. Este es un recurso espurio del que se valen algunos medios para dar información. De acuerdo con la RAE, un eufemismo es una “manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante[8].

Este recurrente empleo de eufemismos para disimular la verdadera calidad (dimensión, valores, gravedad, peligro) de lo que se quiere decir, vale también, en buena medida, para identificar acontecimientos relacionados con Rusia-Ucrania, Israel-Palestina, actualmente. En estos casos la gente duda si es correcto decir: invasión militar, guerra, ataque y, ocupación de Ucrania por Rusia (válido en Occidente); conflicto Rusia-Ucrania, u «Operación Militar Especial» (válido en Eurasia). Igual sucede con: ataque terrorista contra Israel, o acciones militares de liberación del territorio palestino. Todos, son eufemismos dependiendo del medio que lo cubre. La palabra no es inocente: siempre tiene un valor que quienes la emplean no necesariamente reconocen, porque tiene interés en beneficiar a otros.

Si la palabra precisa es “guerra”, decir por ella “conflicto” le baja peso específico y pone en pie de igualdad los intereses del invadido y el invasor. “Operación militar especial”, como la denominó Rusia, no es lo mismo que “ejército invasor”, como lo denomina la Alianza Atlántica. “Abuso sexual” no es igual a “violación”, aquella le resta la gravedad al hecho. Enumerar posibles causas sociales (embriagado, drogado, demente), da cierta justificación al ataque de una o varias personas sobre otra indefensa. En algunos casos, casi siempre, vale más la verdad cruda que la recurrencia al disfraz eufemístico, señala el Manual de Estilo de la Radiotelevisión Española (RTVE)[9].

Es tan grave la manipulación de los medios que los más reconocidos periodistas colombianos llaman a un alto sobre esta práctica espuria. Señala Daniel Samper Pizano que «…el eufemismo produce efectos duraderos en el tiempo y en la interpretación de hechos históricos». Sucede alrededor de la Comisión de la Verdad, en Colombia. Allí, algunos dicen que hubo conflicto, otros lo niegan; que los responsables fueron las FARC EP, otros señalan a los paramilitares y al Ejército Nacional. «No denominar los crímenes simplifica la posterior negación de los mismos», advierte María Otero Rossi en epígrafe[10].

Los colombianos también tienen sus propios eufemismos, advierte el autor Samper Pizano. Dice que «Iván Duque, en su gobierno, bautizó el Homicidio Colectivo, eufemismo destinado a sustituir la horrible palabra masacre». (…) Su ministro de Defensa lo llamó Homicidio Múltiple. «Colombia vive rodeada de eufemismos, algunos tan viejos como el idioma. El más ofensivo de los últimos tiempos es el Falso Positivo, para reemplazar el asesinato, reseñado en diccionarios (¡qué horror!) como colombianismo», eufemismo que tiene enfrentado y polarizado a Colombia. Como Neutralizar, que antes se llamaba matar y ahora, vestido de verde oliva, cambió de nombre. Los defensores de estas prácticas indecentes, y en ocasiones cómplices de violencias, juzgan una tontería criticar a un gobierno (un gremio, una profesión, una secta) por inventar eufemismos[11].

«El poder deja regueros de términos atenuantes, como las aves de corral excretan a cada paso pequeñas dosis de heces. Lo imperdonable es que los periodistas recogen los eufemismos que venden las fuentes interesadas y repudian la lengua común que llama a las cosas por su nombre habitual. Después de estrenado Homicidio Colectivo, varios noticieros engavetaron la palabra masacre y optaron por su tibio y oficial sustituto»: el eufemismo[12].

Colegas, ciudadanos, pueblo que me lee: cuidado con los eufemismos, advierte Daniel Samper Pizano. Algunos de ellos, los benévolos, son útiles para suavizar enfermedades (mejor padecer infección intestinal que diarrea). Pero otros eufemismos, los perversos, pretenden engañar, deformar, ofender y humillar. Tan nefandos serán, que la mayor fábrica de disimulos verbales funcionó en la Alemania nazi. El lenguaje normado o regulado allí, creó cientos de vocablos maquillados que hoy son materia de estudios históricos: solución final (el holocausto), cuartos de baño (cámaras de gas), tratamiento especial (asesinato), mendrugo (judío), reubicación (campos de muerte, de concentración, guetos), dar noche y niebla (desaparecer a alguien)[13].

Algunos críticos han analizado los medios desde su oficio corriente. Dicen: «No hay que olvidar que cada periódico tiene “su línea editorial”, supeditada a los intereses de quien pone el dinero. Esto dicho, la labor de un dibujante editorialista, de un periodista de opinión, por esta razón, resulta ser panfletaria, irreverente, directa, inconformista, pero también lúcida. El satirista no reconoce sagrado, ni tabú, ni intocable, ni leyes injustas restrictivas de libertades, ni dios ni amo. Su propia conciencia limita su libertad de expresión, consciente de que se juega la libertad y los garbanzos[14].

Es plausible considerar que algunos medios son proclives a presentar columnas de opinión para discriminar, insinuar, descalificar, humillar, disimular, ofender, como una forma privilegiada de negocio, que hace que se parezca más a una conciencia de alquiler que a unas acciones por la libertad de expresión y la defensa de los derechos humanos. Para algunos periódicos el disimulo, el insulto y la vejación a los sentimientos humanos, como estrategia editorial, le supone una publicidad y rating importante que le permite ser cuantificada. Por ello, los medios presentan y reproducen noticias aun con fuentes de oídas o rumores. Solo les interesa el escándalo mediático:  el mejor argumento que produce dinero. 

El mundo de las comunicaciones y de la información hoy ya no tiene el mínimo pudor de otros tiempos. Entonces se honraba la palabra del compromiso, de la promesa, de la verdad, en el sentido de la parresía griega, esto es, a costa de la vida. Estas podían esperar décadas y el obligado las cumplía. También el periodismo era fiel a estas narrativas. Hoy las nuevas tecnologías, las redes sociales, las fake news, la post-verdad y el eufemismo minaron los lenguajes, los contaminaron de mentira, de desinformación. Esta Torre de Babel, en la que se han convertido las comunicaciones, ha hecho que más de la mitad de los usuarios de Internet manifiesten no saber que es verdad.  El eufemismo, es el gran instrumento de las Fake News, y es también el baluarte del vasto periodismo. El que no asume ninguna responsabilidad por lo que informa.

[1] LUENGAS, R., El mito de la neutralidad, objetividad y balance en el periodismo, Colombia, 22 de abril de 2014. https://prensarural.org/spip/spip.php?article13977  
[2] JARAMILLO BERNAT, E., Decenas de indígenas irrumpen en el edificio de la revista “Semana”, EL PAÍS, Bogotá – Colombia, 29 de septiembre de 2023. https://elpais.com/america-colombia/2023-09-29/decenas-de-indigenas-irrumpen-en-el-edificio-de-la-revista-semana.html
[3] MÉNDEZ, L., Sobre la neutralidad de los medios, EL MUNDO, Madrid, 27 de mayo de 2017. https://www.elmundo.es/opinion/2017/05/27/59288af2468aebc86f8b4637.html
[4] Ibidem.
[5]Ibidem.
[6] Ibidem
[7]  UNIVERSIDAD DE GRANADA, En los medios actuales, es imposible conciliar neutralidad e ideología, España, 04 de febrero de 2010. https://canal.ugr.es/prensa-y-comunicacion/medios-digitales/el-economista/en-los-medios-actuales-es-imposible-conciliar-neutralidad-e-ideologia/
[8] RAE, 2001. https://www.rae.es/drae2001/eufemismo
[9] PETRARCA, J., El eufemismo es un recurso espurio para dar información, PERFIL, 06 de marzo de 2022. https://www.perfil.com/noticias/columnistas/el-eufemismo-es-un-recurso-espurio-para-dar-informacion.phtml
[10] SAMPER PIZANO, D., Masacremos el eufemismo, LOS DANIELES, Bogotá, 30 de agosto de 2020. https://cambiocolombia.com/opinion/los-danieles/masacremos-el-eufemismo
[11] Ibidem.
[12] Ibidem.
[13] Ibidem.
[14] VÁZQUEZ DE SOLA, A., Pena de muertes, Revista Mongolia, 14 de enero de 2015. https://www.revistamongolia.com/noticias/pena-de-muertes-por-andres-vazquez-de-sola
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