Sin duda alguna uno de los eventos que más marcó mi vida fue cuando a los 3 años de edad me tocó ver y presenciar cómo asesinaban a mi padre miembros del M-19. Esa noche la recuerdo aún como si fuera ayer a pesar de mí corta edad, porque esa noche mi mamá, mi hermano y yo, no sólo perdimos a nuestro ser amado sino que también nos convertimos en una más de las familias desplazadas por la violencia en Colombia.
Ser desplazada es muy duro, porque quedas en el mundo sin un hogar, porque de la noche a la mañana te quitan lo poco que tus padres con el esfuerzo y el trabajo duro de años logran conseguir, porque te roban una parte de tu inocencia y de tu vida que muy difícilmente logras recuperar.
El horror de la guerra todavía me habla algunas noches, me habla al oído. Ese suceso sin duda dejó una huella en mí para siempre. La ausencia de mi padre durante mi niñez y adolescencia fue dura pero conté con la suerte de tener a mi madre y hermano quienes se convirtieron en mi ejemplo y mi apoyo.
Ese momento en mi vida me enseñó a ser valiente ante la adversidad. Ver como mi mamá se mantuvo fuerte y sola nos sacó adelante a mi hermano y a mí, sin duda hizo se convirtiera en mi ejemplo a seguir, porque es una mujer con una tenacidad digna de admirar y la persona que me ha motivado a esforzarme y a ser la mejor versión de mi cada día.
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