DESCUBRE TU SEMILLA DE GRANDEZA

Cuando nuestros hijos saben que creemos en ellos y los alentamos les damos un estímulo extra para subir más alto, para ir más lejos y lograr lo que nunca pensaron que podían alcanzar.

Por ALFREDO BARRIOS

PRESIDENTE CENTRO CRISTIANO EMPRESARIAL FE EN ACCIÓN

Dios hará que los padres se reconcilien con sus hijos y que vivan en paz. Jesucristo nos trajo la reconciliación con Dios y entre nosotros, en especial al interior de la familia que es el núcleo de la sociedad.

Malaquias 4:6. Él hará volver el corazón de los padres hacia sus hijos y el corazón de los hijos hacia sus padres. De lo contrario, vendré y haré caer una maldición sobre la tierra.

Para alcanzar la reconciliación debemos guiarnos por estas recomendaciones:

Reconoce las semillas de grandeza en la vida de tus hijos

La Escritura dice que Isaí tenía 8 hijos. Cuando el profeta Samuel fue a su casa a escoger a uno de sus hijos como el siguiente rey, su hijo menor David estaba pastoreando en el campo. Isaí ni siquiera lo invitó. Pensó, “no tiene oportunidad es muy joven e inexperto”.

Cuando Samuel vio a los otros 7 muchachos dijo: “No es ninguno de ellos”. Le preguntó a Isaí si tenía otro hijo. Él se sorprendió y dijo: “Sí, David, el menor, él anda cuidando las ovejas, pero sé que no es él”.

Al instante que Samuel vio a David se iluminó y dijo: “Él es, él es el siguiente rey”. Isaí tenía un rey en su casa y no lo reconoció. Tenía uno de los mejores hombres que llegaría a vivir pero no lo vio. Solo se fijó en el exterior y vio su tamaño, su habilidad, su experiencia, pero no se percató de las semillas de grandeza que había en el interior de David.

No vio al “matagigantes”, al general del ejército, al músico diestro, al profeta, al que haría historia. No seas como Isaí, que teniendo un rey o una reina en su casa no lo reconoce.

Tú no sabes los dones que Dios puso en tus hijos. Podrías estar criando al siguiente “matagigantes”, al siguiente general, al siguiente David, al que hará historia. Lo que tus hijos necesitan es tu bendición, ánimo, saber que crees en ellos, que los animas, que eres su admirador número 1.

Sé que no todos recibieron esta bendición de su padre, algunos lo perdieron pronto en la vida. La mitad de los niños hoy son criados en hogares sin padres. Quizá tu papá estaba cerca pero no fue una buena influencia y te hizo difícil la vida.

Fíjate en David:

• Aunque su papá no creía en él, eso no cambió su destino.
• Lo que Dios planeó para la vida de David no pudo ser detenido por la forma como su papá lo crió. No uses eso como una excusa.

Quizá no tuviste un padre involucrado en tu vida cuando eras niño. Dios dijo en el Salmo 68. “Dios es un padre para los huérfanos”. Dios será tu padre, Él te cuidará de manera muy especial, te llevará donde se supone que deberías estar.

La palabra huérfano en Grecia se usaba para referirse al que le faltaba papá, mamá o maestro. Cuando no tenían un maestro también se les llamaba huérfano. Cuando el Señor dice: “No los voy a dejar huérfanos, les voy a dar al Espíritu Santo”, está enfatizando que no nos va a dejar:

• Sin el rol de mamá para sentirnos amados (cariño y ternura).
• Sin el rol de papá para sentirnos guiados (aprobación y límites).
• Sin el rol del maestro – mentor para entrenarnos y desafiarnos, para que crezcamos en la vida.

Albert Einstein

Ellos tenían la semilla de grandeza

• No pudo hablar hasta los 3 años. Tenía el síndrome de Asperger (trastorno del desarrollo cerebral), un tipo de autismo. No aprendió a leer hasta los 9 años. Sus maestros decían que era “mentalmente lento, poco sociable, un soñador”. Le costó rendir en el colegio, especialmente en matemáticas, y no era bueno expresándose por escrito. No aprobó su examen de ingreso a la universidad. Su nombre, Albert Einstein, el creador de la Teoría de la Relatividad y descubridor del potencial energético del uranio.
• Era extremadamente tímido. No aprendió a hablar hasta los 4 años y pudo leer recién a los 12. Le costó escribir, era malo para las matemáticas y se distraía con facilidad. Sus maestros lo describían como “tonto e hiperactivo”. La mamá lo sacó del colegio. Era sordo del oído izquierdo y había perdido el 80% de la audición del derecho. Era Thomas Alba Edison. A los 83 años tenía 1.093 inventos patentados.
• Su ortografía y su uso de la gramática eran terribles. Apenas podía escribir. Se llamaba George Washington, y fue presidente de EE.UU.
• No era capaz de leer debido a una dislexia severa. A causa de estas dificultades nunca se graduó de la escuela secundaria. Tiene una memoria increíble y hoy es un actor famoso. Su nombre es Tom Cruise.
• Tartamudeaba al hablar y sufría epilepsia. Se llamaba Isaac Newton, y descubrió la Ley de la Gravedad.
• Tenía un tartamudeo tan grave que desde los 8 años se negó a hablar y, a partir de entonces, fue funcionalmente mudo. Su nombre, James Earl Jones, la voz de «El Rey León». Él empezó a superar su limitación cuando un profesor lo animó a leer en voz alta un poema por día.

Tu bendición en la vida de tus hijos es como un bálsamo de restauración

A veces pensamos, “ellos saben que los amo”, “saben lo orgulloso que estoy de ellos”, “no necesito decirlo”. ¡No!, una bendición no es una bendición hasta que se declara.

Los demás no saben lo que tú piensas, no pueden leer tu mente. Aunque parezca algo menor para ti como padre, cuando les dices a tus hijos que estás orgulloso de ellos, eso puede hacer algo grande en sus vidas.

• La bendición del padre es muy importante, puede ayudar a liberar a los hijos a un nuevo nivel de su destino.
• Tu primer campo misionero es tu propia familia. Con la aprobación a nuestros hijos les ayudamos a formar y afirmar su identidad.
• El “te amo” de ayer no alcanza para hoy.

Siembra buenos recuerdos en la vida de tus hijos

Siempre me gustó la parábola del hijo pródigo. Jesús la contó hace muchos años. El hijo le dijo a su padre: “Papá, dame mi herencia porque no voy a esperar a que te mueras, la quiero disfrutar”. Entonces el muchacho tomó el dinero, se fue y lo malgastó.

Dice la historia que terminó comiendo con los cerdos. Algo que para ese entonces en un contexto judío era lo peor, lo más bajo que alguien podía caer. Cuando el muchacho estaba comiendo con los cerdos, desnudo, pobre, entristecido se acordó que en la casa de su papá se vivían cosas lindas.

El muchacho dijo: “Voy a ir a la casa de mi papá y le voy a pedir perdón. Le voy a decir: Te pido perdón, pequé contra ti y contra Dios, te ofrezco disculpas”. ¿Qué fue lo que lo hizo recapacitar en el peor momento de su vida?

Un buen recuerdo. Un buen recuerdo puede ser una semilla que ayude a nuestros hijos en medio de las crisis de la vida.

Los papás debemos ser sembradores de buenos recuerdos, para que cuando nuestros hijos crezcan digan: “Tengo un buen recuerdo que me va ayudar a tomar buenas decisiones en los peores momentos”.