Doris David: EL CONSTANTE RENACER DE UNA VEDETTE

 

Ha sido actriz, cantante, bailarina y modelo. Irreverente y sobre todo talentosa. Primero logró el éxito fuera de Colombia y recorrió 32 países con su espectáculo. Ahora estrena su faceta como escritora y abrió su nueva Casa Teatro en Bogotá.

 

POR DAVID ACOSTA

FOTOS WWW.JUANPABLOFRANCO.CO

Un sobrio escenario, arriba de tres escalones, acondicionado con luces, sonido y una austera escenografía, es el centro de atracción de una cómoda estancia en una casona de un tradicional barrio de Bogotá. La dueña de la casa es refinada, su postura es impecable y sus ojos verdes están enmarcados con una gruesa línea oscura. Desde niña se la pasaba cantando y haciendo maromas. Nunca sufrió de pánico escénico. Donde nació, Fundación (Magdalena), a los 7 años de edad ganó un concurso como cantante. Supo que había nacido para ser una reina de los escenarios.

Cuando tenía 15 años, por aquellas cosas del destino adolescente y las dudosas compañías, entró al Teca-Teca, un night club de Maracaibo, en Venezuela. Esa noche en el escenario se presentaba Noraida, “la Reina de la Charanga”. “Era una cubana espectacular, alta, morena, con la cintura diminuta y las caderas de ciento y pico. Ella era una vedette. Fue la primera vez que escuché esa palabra”. Siendo apenas una quinceañera, Doris David supo que quería ser como Noraida, una vedette, pero no solo tan famosa como ella, sino la primera de Colombia.

Ataviada con plumas, lentejuelas, tangas y brasieres de media copa, Doris David se presentó en 32 países durante 35 años. Estuvo en el mítico Lido de París, en grandes cabarets de México y Estados Unidos, ante la Reina Isabel de Inglaterra, frente a presidentes de naciones y multimillonarios.

Pero en el camerino, después de que se apagaban la música, las luces y los aplausos, ya sin su atuendo de vedette, Dora Esther David Quintero repasaba en su memoria –y aún lo hace, mientras se inundan sus ojos verdes– los fotogramas que entristecieron su vida y que no ha querido borrar, porque de ellos aprendió que, a pesar de las adversidades, siempre se puede salir adelante.

Pasó nueve meses en prisión acusada de un delito que no cometió; por cuenta de una golpiza cuando intentaban robarla perdió la hija de cuatro meses que llevaba en el vientre; la vetaron como artista en Colombia; la pobreza en la que vivía con su madre y sus hermanos la obligaba a utilizar un baño público en una zona de prostíbulos y tabernas y así contrajo dos enfermedades venéreas, sin haber tenido contacto sexual y a las que siendo apenas una niña de 11 años pudo sobrevivir, pero no así, al trastorno bipolar neurovegetativo que le provocó haber sido abusada a los 5 años de edad por uno de los que llamaban “chusmeros” en la violencia en los años 50.

A los 17 años decidió irse del país en busca de su sueño. Y Alma Costello, una cantante de grandes orquestas de la década de los 70, que conoció en Panamá, le dijo cómo debía formarse para lograrlo. “Me preparé con los mejores en México, en Cuba, en Europa, en Estados Unidos, estudié técnica vocal y artes escénicas. Mi primera presentación como vedette fue en un festival en México, en 1974. Tenía 22 años. Ahí conocí a Iris Chacón, “la Bomba Sexy de Puerto Rico”, que se convirtió en mi gran maestra. Era la número uno de América Latina”.

En ese festival de vedettes Doris David ocupó el tercer lugar, el segundo lo ganó la argentina Susana Giménez y el primer puesto, sin dudas, Iris Chacón. “México fue mi gran plataforma. Me fui metiendo en el ambiente y logré consolidar mi carrera como la única vedette colombiana”, rememora con orgullo.

Pero, ¿qué se requiere para ser una vedette?

Es una mujer que sabe bailar, cantar y actuar, que usa vestuario exótico y tiene el cuerpo bien formado, además de ser bonita, carismática, culta y elegante. Es una artista integral. Es la reina del escenario, la figura central de un espectáculo de cabaret, de una revista musical. París es la cuna de las vedettes. Pero en Colombia muchos aún desconocen qué es una vedette, la confunden con una diva, con una bailarina o con una estriptisera. Yo nunca hice un desnudo, nunca necesité de eso.

¿Por qué no pudo ser profeta en su tierra siendo vedette?

La primera vez que volví como vedette, para presentarme en televisión, me encontré con un muro. Una periodista me irrespetó, me insultó como persona y como artista, me trató de prostituta. Los medios de comunicación me vetaron y los empresarios del entretenimiento me cerraron las puertas. Tuve que regresar al exterior, a donde me aclamaban, me querían y me respetaban.

Veinte años después de este episodio, Doris David regresó a Colombia como cantante, pero, esta vez, camuflada como ‘La Incógnita’. Hablaba con acento mexicano –el mero mero–­ se presentaba cubierta de pies a cabeza, con capucha, guantes y una túnica. Fue la sensación. Y quienes la vetaron antes, ahora enloquecían por tener a aquella enmascarada en la radio, los periódicos, la televisión y los escenarios. Nadie reconoció quién era bajo el disfraz.

Con la máscara fui una cantante anarquista. Demostré que se puede triunfar con talento y sin necesidad de mostrar el cuerpo. Durante cinco años ‘La Incógnita’ fue exitosa en México cantando rancheras, en Perú con cumbias, en Ecuador con boleros y en Colombia con todos los géneros. Fue una lección de superación.

¿Y también superó las otras duras pruebas de su vida?

Todo ocurre por alguna razón. Las cosas malas que te suceden son las que te obligan a superarte, a demostrar que sí puedes. Estuve en la cárcel acusada de pertenecer a una red de trata de personas. Fue una equivocación de la justicia, todo se aclaró y salí libre de culpa. Pero nunca perdí mi esencia ni el orgullo. Me convertí en la profesora de artes escénicas de las reclusas y allí aprendí muchas cosas buenas. Si yo he podido superar los momentos más difíciles, entonces cualquiera puede hacerlo.

Cuando tenía 7 años de edad, en el colegio, Doris David sintió curiosidad por un libro abierto encima del escritorio de la profesora. Era una biografía de Sor Juana Inés de la Cruz. “Escritora desde niña –decía el texto–. Eso me cautivó y empecé a escribir mi propio diario”. Y no paró de enhebrar palabras sobre los episodios de su vida hasta los 65 años. Compiló su historia en un libro de dos tomos bajo el título Incógnitas, oscuridad y rejas y asumió una nueva faceta como escritora.

¿A través del libro logró una especie de catarsis?

Desde pequeña el dolor me arrastró a la inspiración. Se alimentó de mis vivencias de la infancia, de la tristeza, de la pobreza absoluta en la que viví. Pero también de las bendiciones y de los logros. El episodio de mi violación y luego presenciar la muerte de mi agresor son imágenes que nunca podré olvidar y son el inicio de mi historia. A partir de ahí narro en mi libro muchos momentos que le pueden servir a cualquiera como paradigmas de la vida.

¿Cómo se puede conservar así el espíritu y el cuerpo?

Detesto la amargura. Soy relajada, buena amiga, irreverente con respeto, detesto la mentira, la traición y el engaño. Soy feliz porque Dios me dio tres hijos y un maravilloso esposo, Markos Ghiorssi “la Voz romántica de Honduras”, que durante 47 años de matrimonio ha sido mi soporte moral, económico y espiritual. Dios me ha dado más de lo que yo pensé que podía merecer.

¿Y también es el momento de un nuevo regreso de la vedette al escenario?

En octubre abrí mi nuevo teatro-bar en Bogotá. Es un lugar en el que se podrán presentar todos los artistas que quieran exponer su obra, su música, sus stand up comedy. Es un espacio de dos pisos, estilo cabaret, con capacidad para 150 personas. Se llama ‘Mascaradas Dionisiacas’ y está ubicado en la calle 58 Bis No. 10-07, en Chapinero. Y por supuesto estrenaré un nuevo espectáculo lleno de sensualidad, elegancia y picante.

Cuando anuncia su retorno a la tarima, sus ojos verdes se encienden, una sonrisa seductora le invade el rostro, sus manos como un resorte se posan en la cintura y su cuerpo, que luce la figura casi intacta de hace 30 años, se contonea como solo sabe hacerlo una vedette.

 

“Mi libro es distribuido por Lee Lemoine Editores, de Colombia para el mundo, y está a la venta en las principales ciudades del país. Quiero continuar mi etapa como escritora con la narrativa de mi convivencia en prisión, con un libro titulado Cárcel, mercado de conciencias cruzadas”.

“Soy feliz porque Dios me dio tres hijos y un maravilloso esposo, Markos Ghiorssi, La Voz Romántica de Honduras, que durante 47 años de matrimonio ha sido mi soporte moral, económico y espiritual. Dios me ha dado más de lo que yo pensé que podía merecer”.

www.dorisdavid.com.co

Casa Teatro ‘Mascaradas Dionisiacas’ Calle 58 Bis No. 10-07, Chapinero, Bogotá.

 

 

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