Oriente – Occidente: ¿irreconciliables?
El llamado conflicto Oriente-Occidente está entre los más antiguos de la humanidad. Sus protagonistas han combatido por todo; por sus espíritus expansionistas, por geopolítica y geoeconomía: riquezas energéticas, y por el dominio de las principales rutas marítimas y terrestres de comercio del mundo. Su enfrentamiento mayor fue entre la cristiandad y los imperios musulmanes, estos últimos dominaron gran parte de Occidente por más de mil años con la preponderancia del Imperio Otomano.
POR MIGUEL RUJANA QUINTERO
Docente Investigador Unisinú Bogotá.
Occidente se liberó del todo solo hasta terminada la Primera Guerra Mundial, cuando vencieron a los otomanos y su imperio colonial fue desintegrado. Pero sus colonias no se liberaron, solo cambiaron de dueños; quedaron bajo el protectorado (neocolonialistas) inglés hasta 1948, excepto Palestina. A esta nación le dividieron el territorio para regalarle a Israel el 54%. Y de esa fecha a hoy, los judíos continuaron apropiándose de gran parte de lo que les correspondía a los palestinos en esta partición. Hoy es mínimo el territorio que les queda. A pesar de esta infamia, aún la ONU, que dividió el territorio, no reconoce la independencia de Palestina. El despojo de su territorio es la razón de los palestinos para asumir la resistencia a muerte contra Israel, que lleva más de 75 años.
Los efectos de estos conflictos aún se sienten con ardor en el mundo. Agitados por los actuales enfrentamientos entre Irán, Hezbolá-Líbano, Hamás-Palestina, Siria, Hutíes-Yemen, y los extremistas chiíes iraquíes, contra Israel y la coalición de Occidente; y agravados por la geopolítica de los recientes Acuerdos de Abraham de 2020. Los conflictos de hoy ya han dejado 45 mil víctimas mortales. Si bien es grave y doloroso lo que ocurre hoy en estas guerras, en esta oportunidad la reflexión sólo se ocupa de los ultrajes morales que se presentan entre Oriente y Occidente, y que no cesan y no ayudan a encontrar formas de reconciliación y de paz, por el contrario, avivan los conflictos. Ultrajes que son el problema sociocultural que también los enfrenta: la creencia en Occidente de que lo mejor que puede hacer Oriente es asimilar sus valores democráticos y sus libertades. Oriente se resiste.
El problema sociocultural se presenta al considerar, las partes en conflicto, que el mundo se divide entre Oriente (aún sacralizado) y Occidente (ya desacralizado). Dicen del primero que allí se vive bajo el oscurantismo, el machismo, el subdesarrollo, el sometimiento de las mujeres y el terrorismo; y de Occidente, que allí se promueve la democracia, la paz, la tolerancia, las libertades, la racionalidad y el Iluminismo, entre otras cualidades civilizadas. Occidente juzga a Oriente a partir de sus propias categorías y concepciones: desde su ética, sus valores y sus prejuicios; y Oriente lo hace desde su historia, tradición, cultura y religiosidad, altamente sacralizada. Dos mundos distintos que no han podido reconciliarse a pesar de sus grandes intereses y valores comunes.
El argumento de la civilización tampoco les ha ayudado. Es el eje de las confrontaciones. Específicamente, se da por la visión de civilización que tiene Occidente con respecto a Oriente. La llamada civilización occidental hace gala de sus valores ostentando que ha producido la Ilustración y la modernidad, y que ha desacralizado las creencias del mundo antiguo, sus mitos y rituales. Ha convertido lo divino en humano, como lo hicieron los hegelianos de izquierda trasladando los atributos de la divinidad al ser humano (L. Feuerbach). Ha proclamado que: “ahora que todo es posible para el hombre: Dios ha muerto” (F. Nietzsche). Ha separado la ética de las convicciones religiosas instaurando una ética racionalista (I. Kant), utilitarista (J. Bentham), materialista axiológica (M. Scheler, N. Hartmann), y una ética de la sociedad civil (A. Cortina). Hasta llegar al simple hedonismo de la contemporaneidad, difundido ampliamente por los modernos medios de comunicación. Ha decidido la psicometría y la psicopolítica digital que el loable trabajo de las decisiones conscientes (B-C. Han). Ha hecho de lo sagrado un mirar de soslayo; de la ética, una norma a la medida. Lo vulgar se normaliza y aquello que parecía una ofensa, hoy es simplemente una expresión coloquial. Es decir, que Oriente es el pasado del que se ha desprendido la civilización Occidental.
Oriente también defiende su legado a la humanidad. Sus pueblos afirman que son los herederos de las grandes y antiguas civilizaciones (Egipto, Persia, Mesopotamia, Fenicia), que impulsaron el desarrollo de los pueblos y naciones de Occidente. Que dieron origen al mundo islámico que hoy lleva más de 1400 años de existencia, aproximadamente, la cuarta parte de la población del mundo. Sus valores islámicos están condensados en el libro sagrado del Corán, que a la vez es religión, moral y política, que hizo de esta civilización una organización monolítica, cohesionada socialmente y resistente, sin necesidad de la modernidad de Occidente. Y advierten que es innegable sus contribuciones a esa modernidad, a través de las traducciones del griego al árabe, y de este a las demás lenguas occidentales, de buena parte de las obras culturales, políticas y filosóficas del mundo antiguo. También les aportaron la cultura y las ciencias árabes musulmanas.
Lo cierto es que en la actualidad Oriente padece los efectos de las confrontaciones por las supuestas civilizaciones. Siente el colonialismo segregacionista sexual, religioso, político y cultural. Hoy Occidente no hace apología al erotismo orientalista de rituales, como en el período colonial, sino que impone una sexualidad “liberada”, que se define como democrática de una sociedad de mercado. Es decir, se enajena a los sujetos bajo la idea del empoderamiento, para que participen del libre mercado de los cuerpos con los atributos de la transparencia (exceso de exposición, de oferta). De suerte que la explotación sexual, en este marco de libertades, es vista como algo “admirable» y “honroso”. Por su parte, los hombres orientales siguen siendo pensados como bárbaros, amenazantes para la civilización democrática; en esta misma dimensión, como polígamos, violentos o violadores; y las mujeres orientales, como sumisas y prisioneras de una cultura que restringe su sexualidad, que impone el velo, los arreglos matrimoniales y las mutilaciones genitales (Viveros, 2007)1.
En la actualidad, la mayor confrontación entre estos dos mundos, Occidente y el Oriente musulmán, es el lugar que ocupan las mujeres en la sociedad y su controversial situación de cubrirse parcial o totalmente el rostro; situación aceptada por unos y rechazada por otros. Una prenda tan sencilla y frágil se convierte en el símbolo de lucha, la marca que hace la diferencia entre la civilización y la barbarie, con una clara carga política. Obviamente, este choque, aparentemente religioso, entraña intereses de naturaleza ética y política. Lo cierto es que ninguna restricción a este derecho se justifica, tampoco puede considerarse como una loable acción tratar de liberar a las mujeres musulmanas de estas ataduras arcaicas. El uso del velo, burka, o similares, simplemente sucede por la fuerza de la cultura, y desaparecerá por las fuerzas del cambio que las mismas comunidades se dan. Pero Occidente pretende salvar a las mujeres de sí mismas y de los hombres de su propia cultura y presentar la abolición vestimentaria religiosa como un triunfo de la civilización occidental. Pues dicen las occidentales: “… la mujer del pañuelo no se parece a nosotras, por lo tanto, hay que asimilarlas, arrancándoselo de la cabeza”. Torres, A (2014)2
Lo anterior demuestra claramente las limitaciones de la democracia liberal, al repudiar a las mujeres musulmanas que llevan velo. Occidente considera que pueden usarlo si es una elección libre por su parte y no una opción impuesta por su religión, esposo o su familia. Es hipócrita esta posición pues lo prohíben legalmente con el argumento de ser una prenda “intimidante” y proselitista. Y nada dicen cuando las mujeres llevan el velo como resultado de su libre elección individual. “El significado de llevarlo libremente cambia por completo: ya no es un signo de su pertenencia directa y sustancial a la comunidad musulmana, sino expresión de su individualidad idiosincrásica, de su búsqueda espiritual y de su protesta contra la vulgaridad del actual comercio sexual, o un gesto político de rebeldía contra Occidente. Una elección es siempre una meta-elección, una elección de la modalidad de la propia elección: una cosa es llevar velo a causa de la inmersión inmediata en una tradición sustancial; otra, negarse a llevar velo; y otra, llevar velo no debido a una pertenencia sustancial, sino como acto de elección ético-político. Žižek, (2015, p.43).3
A pesar del peso de la confrontación, en Oriente aseguran que su civilización da mayor libertad que la de Occidente en la medida en que se encuentran liberados de ataduras superfluas como la moda, la sociedad del espectáculo y del hiperconsumo. Y de fenómenos contraculturales como la hipersexualidad de la niñez, la cosificación de la mujer, el trabajo de menores, la esclavitud sexual y de servicios.
En Oriente se hace apología a su confesión señalando que: …sólo en una sociedad en la que la soberanía pertenece exclusivamente a Alá y se expresa en la obediencia a la ley divina, y en la que todas las personas están liberadas de la servidumbre a otros, se saborea la libertad verdadera. Solo esa es una (civilización) humana, porque allí se alcanza la libertad completa y verdadera de toda persona. Y la dignidad plena de cada individuo está en la comunidad […] Cuando el modo de vida tiene su origen en Alá, la dignidad del ser humano se mantiene inviolable en el grado más alto: nadie es esclavo de otro, como sucede en las sociedades en que los conceptos, las creencias y el modo de vida se originan en fuentes humanas. En la primera, las características más nobles del ser humano –espirituales e intelectuales– encuentran su expresión más plena, mientras que, en una sociedad basada en el color, la raza, el nacionalismo, el contrato, y otros fundamentos similares, degeneran en grilletes para el pensamiento humano y en medios para suprimir los atributos y las cualidades humanas más nobles.[…] Por consiguiente, es evidente que una sociedad es civilizada solo en la medida en que las asociaciones humanas se basan en una comunidad de libre elección moral, y una sociedad es atrasada en la medida en que las bases de asociación no son de libre elección moral [..] (Žižek, 2015, pp.26-27).4
En el marco de las estrategias neoliberales por occidentalizar a Oriente, la llamada civilización occidental ha querido hacer del islam una religión light. Los encargados de esta nueva aventura son algunos grupos sociales, organizaciones culturales y hasta intelectuales famosos que tienen la misión de promover un islam light, que pueda ser aceptado principalmente por los europeos y los americanos. En ese afán se formulan toda clase de ajustes al canon coránico de forma que este islam light pueda ser acogido por jóvenes europeos. No para los ortodoxos de la religión de Mahoma. El filósofo francés Michel Onfray justifica el cambio, señalando que es necesario debido a que las facciones integristas musulmanas han causado gran daño a Occidente, y a Oriente por ser parte de la confrontación. Que, debido al fracaso de las políticas de Occidente contra estos extremismos, lo apropiado sería un islam light. Señala el afamado filósofo que:
[…] Lo primero es cambiar la estrategia para combatir a los musulmanes integristas, ya que de nada sirve ir a tirar bombas a un desierto con guerrilleros camuflados con población civil, cada vez que se produce un atentado terrorista en Francia o en cualquier otro lugar […] Para asegurar una nueva estrategia de combate debe reconocerse que el islam es una religión que ha crecido exponencialmente. Y a partir de ese reconocimiento, lo mejor es promover un «islam de Francia», compatible con los valores democráticos de ese país. Y mejor aún si es financiado por el estado francés. Onfray, M. (2016, p.97)5
Propuesta que no es novedosa. Esta estrategia política de cooptar al islam por Occidente ya está implementándose en algunos países, especialmente en Francia y en Estados Unidos. Lo denuncia Martha Nussbaum, en su obra La nueva intolerancia religiosa. La filósofa estadounidense demuestra cómo ya hay escuelas para enseñar el islam con imanes y fieles con acendrado espíritu occidental, distintos a los líderes y devotos formados en las madrazas de Pakistán o en otras regiones islámicas. A pesar de estas propuestas, no ha habido resultados consecuentes. Sobre este particular, Michel Onfray señala que uno de los problemas es que el islam en Francia está financiado por países que no tienen ninguna razón para amar a Francia. Es decir, que está proponiendo que el problema se resolvería si el islam fuera financiado por Francia u otro país occidental (Onfray, 2016)6. El filósofo olvida que ninguna religión puede perder su canon, enriquecido a partir de sus fundamentos. Y mucho menos puede ser financiada por terceros ajenos a su credo por precarias que sean sus condiciones materiales. Olvida que la religión no es una ciencia a la que se le puede someter a “ensayo y error»; es una creencia a la que solo se le venera y obedece con la fuerza de sus principios morales, religiosos y de fe. No se discute ni controvierte. De ser así, se perdería la esencia misma de la confesión. Oriente también se afectaría sustancialmente por sustracción de materia, pues esta civilización se fundamenta en la integralidad de su islam, no light.
Consecuencialmente desaparecerían otras creencias con esta tesis de Onfray. Aunque en Occidente casi todas han contemporizado, con esta civilización, y a pesar de ello aún guardan sus principios rectores. Gran parte del cristianismo padecería la misma situación que se propone para el islam si se le sugiere eliminar de su credo lo que no le gusta a otro grupos o culturas, como pedir excluir de la Biblia las partes que son consideradas como violentas. Dice Jesús en uno de los evangelios: No penséis que he venido a traer paz a la tierra, sino la espada (Mateo 10:34). A pesar de lo temerario del versículo se conserva como parte fundamental e inalterable de la doctrina. El filósofo insiste en una doctrina seudocientífica para combatir el extremismo: que se le proponga a la comunidad musulmana que acepten un tipo de “islam light, para que a la república francesa le parezca algo deseable…» (Onfray, 2016)7.
El concepto de civilización es un arcaísmo. Pasó a llamarse neocolonialismo por mucho tiempo, hoy están siendo reemplazados por neoliberalismo. Lo cierto es que, así como Oriente Medio hoy es el mundo musulmán, resistente, Occidente hoy es la OTAN. El verdadero conflicto es por el dominio geopolítico y geoenergético de la región de aquella otrora civilización. Y el problema sociocultural no es más que el subterfugio de Occidente para mantener fraguado su verdadero interés: la imposición del unilateralismo económico, político y militar en el mundo, que viene adelantando de tiempo atrás. Occidente está yendo ahora por Oriente Medio, (Gaza, Líbano, Irán, Siria, Yemen e Irak), mañana por la región euroasiática, y luego por los otros. Es evidente que Occidente no renunciará a este rincón del mundo. Ya domina gran parte de esta región desde hace más de 75 años a través de la superpotencia militar de Israel, con el apoyo de sus socios, las monarquías árabes y las democracias iliberales, como Egipto. A corto plazo la occidentalización de Oriente, que ya empezó, será una realidad. Su civilización y cultura, tal vez, estarán en las bibliotecas digitales, como las antiguas civilizaciones.
CVLAC 12109543
mirujana@yahoo.es
Bibliografía
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Viveros V., M. (2007). Los avatares del velo islámico en el proyecto republicano francés. La manzana de la discordia, págs. 101-105.
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Torres, A. (2014). El uso del hiyab a la luz de los nuevos tiempos. Cuadernos judaicos, (31), págs. 162-173.
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Žižek, S. (2015). Islam y modernidad: Reflexiones blasfemas. Barcelona, España: Herder.
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Ibidem
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Onfray, M. (2016). Pensar el islam. Barcelona, España: Paidós.
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Ibidem
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Ibidem
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Diseño, producción, fotografía de carátula y la modelo: María Isabel Velasco Gómez.
Autor
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