El marchitamiento de la ONU: la OTAN, su gran usurpador
La ONU, que por un tiempo fue paradigma de la paz mundial, hoy es un organismo sin capacidad de convocatoria ni legitimidad para mediar en los conflictos. Los Estados la ven como una figura decorativa del paisaje internacional con una sola misión: recoger y limpiar los desastres humanitarios que causan los bloques militares.
POR MIGUEL RUJANA QUINTERO
Docente Investigador Universidad del Sinú Extensión Bogotá.
La humanidad ha transitado, a lo largo de su historia, entre la guerra y la paz. Ha permanecido mucho más tiempo en estado bélico que de reconciliación. Y la enseñanza que nos ha dejado esta relación es que el ser humano es más parecido al Neandertal a la hora de resolver sus conflictos. En este estado natural del ser humano, más guerra que paz, ha producido toda clase de violencia en contra del otro y ha puesto en riesgo permanente no solo la condición humana sino su propia existencia. Los últimos cien años han sido de peligro inminente de destrucción masiva por las sofisticadas armas que incluyen bombas atómicas. Muestra de una tragedia apocalíptica fueron las pasadas guerras mundiales (1914-1918 y 1939-1945) que dejaron más de cincuenta millones de muertos.
Desde la Primera Guerra Mundial la humanidad y sus líderes han demandado un mecanismo que pueda prevenir y solucionar los conflictos bélicos, preservar la paz y la humanidad misma.
Se ensayaron varias fórmulas, como la Sociedad de las Naciones de 1919, organización que cesó su actividad al no poder evitar la Segunda Guerra Mundial. Hasta que, finalmente, el 24 de octubre de 1945, representantes de 51 países se reunieron en San Francisco y crearon la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
De conformidad con sus estatutos fundacionales, la organización puede adoptar decisiones sobre una amplia gama de temas, y proporcionar los foros que sean necesarios a sus 193 Estados que la componen, para expresar sus opiniones a través de la Asamblea General, el Consejo de Seguridad, el Consejo Económico y Social, entre otros órganos y comisiones. Si bien la ONU tiene importantes funciones de cooperación, asistencia social y humanitaria, y de defensa de los derechos humanos, su principal rol –por la que fue creada– es el de prevención de los conflictos bélicos y el de asegurar la paz entre las naciones. Sobre este último rol versa esta columna.
Para garantizar la misión de paz de la ONU se incorporó en los estatutos un sistema reservado sólo para los cinco miembros permanentes (las principales potencias militares y económicas capaces de hacer guerras) de los quince que integran el Consejo de Seguridad. Mecanismo denominado “derecho de veto”, el cual tiene como función neutralizar e impedir cualquier intento de uno de los miembros de la ONU que quisiera causar daño humanitario o poner en riesgo la paz mundial. Cada miembro del Consejo de Seguridad tiene un voto y las decisiones se toman por voto afirmativo de, por lo menos, nueve de los quince miembros que lo integran.
Cuando se trata de cuestiones de fondo (casus belli) se requiere que, además de los nueve votos afirmativos, no exista ningún voto de los cinco miembros permanentes en contra. Uno solo bloquea la decisión(1). Durante un tiempo el derecho de veto era asumido como la única forma de evitar los conflictos mundiales o regionales, pero el nuevo orden mundial –que se inició después de la Segunda Guerra Mundial– hizo que se cuestionara este derecho. Algunos lo juzgaron como una práctica que vulnera la democracia al interior de la ONU, otros, que se necesita porque no es conveniente que un solo grupo decida sobre una guerra. Desde el principio las potencias lo han visto como un obstáculo para sus fines expansionistas y de dominación, que los ha llevado a apartarse de su aplicación, de forma subrepticia; a seguir con sus campañas militares por fuera de las reglas de la ONU, y a crear sus propios organismos que les darían confianza y seguridad.
Aparece entonces la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en 1949 para proteger a los países capitalistas y aliados; y el Pacto de Varsovia en 1955, para garantizar los sistemas socialistas y comunistas, y a sus aliados. Estas instituciones fueron y son esencialmente militares, cada una integrada por países representantes de los sistemas comunistas y capitalistas. Su misión era y es promover el desarrollo de los más avanzados sistemas de inteligencia y contrainteligencia, defensivos y de disuasión militar. Ambos bloques militares pronto lograron que sus Estados contaran con bombas nucleares de destrucción masiva, bases militares de asedio en distintas partes del territorio mundial y en el espacio exterior. Además, adelantar cientos de conflictos en el marco de la Guerra Fría y la carrera armamentista, bajo la mirada sombría y desconcertada de la ONU.
Desde el principio la ONU ha recibido significativos coletazos de legitimidad. El primero fue la creación de la OTAN y el Pacto de Varsovia. El segundo, cuando los Estados Unidos y la URSS y sus aliados declararon la guerra a otros países sin la mediación ni autorización de la ONU: Corea, la Guerra de los Seis días, Vietnam, Angola, Libia, Irak y Siria, entre otros. El tercero, la reunificación de Alemania en 1990. El cuarto, la desintegración de la Unión Soviética en 1991 y la separación de las 15 repúblicas entre europeas y bálticas. El quinto, las guerras de Oriente Próximo, Yemen y la de Rusia-Ucrania desde 2014 a 2022, entre otros.
Un nuevo orden mundial acordado entre las potencias en 1991, sin mediación de la ONU, cambiaría el rumbo de la historia: se desintegró la Unión Soviética y se desmontó el Pacto de Varsovia, al parecer, porque había terminado la Guerra Fría y la carrera armamentista. Sin embargo, la OTAN –que debió hacer lo mismo– se abstuvo y continuó expandiéndose, y asociando a su organismo a todos los Estados que se acababan de separar del Pacto de Varsovia, otrora sus enemigos políticos e ideológicos. El nuevo orden que se creía de paz se tornó de polarización y conflictos. Otra vez: Estados Unidos, la OTAN y Europa vs. Rusia, China y sus aliados.
Por lo anterior, en el mundo abunda un pesimismo radical con respecto a la ONU. Las críticas le reprochan lentitud, acartonamiento, ser una fachada de consenso funcional a los más poderosos, no tomar decisiones en casos de fondo, incapaz de resolver los conflictos bélicos del mundo –para lo que fue creada– y su imposibilidad de ajuste a los nuevos problemas. A la vez que estallan nuevos conflictos por doquier, desde Hong Kong y Taiwán hasta Corea, pasando por Oriente Próximo hasta la frontera Indochina, amén del más doloroso conflicto árabe-israelí de más de cincuenta años. Europa no escapa a la incapacidad de la ONU: la guerra de Ucrania es testimonio. Todo esto sin que se vislumbren espacios multilaterales donde allanar soluciones consensuadas de paz.
El más evidente hecho que fragmenta a la ONU es la guerra entre Rusia y Ucrania de 2022. Pues no ha podido mediar ni solucionar, a pesar de la tragedia alimentaria, de desplazamiento, de víctimas mortales y de amenaza nuclear. Este organismo intentó por todos los medios evitarla; visitó a los países en conflicto y a terceras naciones buscando solucionar el conflicto sin resultados positivos. Se convirtió en el “rey de burlas”. Como es recurrente, la OTAN se encargó y se transformó en la protagonista no solo para las alternativas de solución y negociación, sino que se alistó para intervenir en esta guerra en defensa de Ucrania: le entregó poderosas armas, pertrechos y copiosos recursos económicos.
La OTAN no solamente ha usurpado el liderazgo político internacional de la ONU, sino que además se ha empoderado de las políticas de seguridad, defensa y disuasión militar, funciones que estaban reservadas a la ONU. Ya ningún país cree que sus problemas internacionales de orden militar los pueda resolver la ONU, por ello hoy todos buscan un bloque multilateral militar o comercial, u otro, al cual adherir para lograr su seguridad nacional y territorial. El mundo ahora se divide en bloques de poder. Consolidada la política atlantista con más de 30 Estados, otros países han visto la necesidad de integrarse en bloques militares y económicos a fin de hacer contrapeso y disuadir también a la OTAN. Se crea entonces, como respuesta, el bloque Rusia-China-Irán; los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, que representan un cuarto del PIB global); el Grupo de Shanghái, encabezado por China, India, Kazajistán, Kirguistán, Rusia, Pakistán, Tayikistán y Uzbekistán, seguido de cerca por los observadores Afganistán, Mongolia y Bielorrusia, y seis socios en el diálogo, Armenia, Camboya, Nepal, Sri Lanka, Turquía y Azerbaiyán 2 . Y otros grupos como la Región Árabe Centro Asiática, y Asia-Pacífico, entre otros.
Sin embargo, la conformación de bloques no es fácil. El pasado mes de julio el mandatario estadounidense regresó a su país después de su visita a Arabia Saudí y a Emiratos Árabes Unidos con las manos vacías, pues no logró consolidar un frente militar estilo OTAN para contener a Irán, ni tampoco con un acuerdo energético para que sus aliados árabes aumentaran la producción de crudo 3 , pues también tienen intereses en Rusia y China. El premio de consolación le vino del conflicto en Ucrania; lo ha dejado satisfecho, ya que esta confrontación permite reforzar “el modelo atlantista” para Europa bajo el dominio de Washington y la OTAN, y no dar posibilidades para la creación de “una casa común europea independiente”, capaz de actuar como una “tercera fuerza” o bloque en la palestra internacional (4) . Hoy Europa se ve en un papel menor, más subordinado a Estados Unidos, pues Washington les ha dejado claro que, sin la OTAN, quedarían muy a merced de Rusia (5).
A pesar de que la superpotencia norteamericana tiene alguna confianza en sus acciones en Ucrania, a través de la OTAN, tiene claro que el bloque Rusia-China-Irán se ha fortalecido y que verá pasar su dominio global a la creciente potencia asiática. Estados Unidos ya sabe que, en cuatro o cinco décadas, China será el “hegemón”, al que debe ceder el dominio mundial, pero no lo hará sin luchar (6).
Sin embargo, China está preocupada. Considera que la Alianza Atlántica podría extenderse a Asia, si encuentra la oportunidad de hacerlo. Ya países como Japón y Corea tienen el estatus de Grandes Aliados no-OTAN. Muchos analistas señalan que las energías de la OTAN están puestas en el riesgo chino. De ahí la petición expresa de protección de Japón, Corea del Sur y, sobre todo, Taiwán; pues estiman que se encuentran en el punto de mira de las tensiones geopolíticas. Países que ya están tejiendo una especie de OTAN asiática junto con Australia y Nueva Zelanda, y que abarca toda la región Asia-Pacífico (7).
El Concepto Estratégico de Madrid OTAN 2022 deja claro que el mundo se encuentra dividido en bloques militares y económicos, asociados unos y enemigos otros. Que la OTAN trabajará por un nuevo orden mundial basado en la defensa de los liderazgos tecnológicos G5, económicos, políticos y militares que les son comunes a sus Estados miembros. Es decir, que los países y bloques que no se avienen con sus intereses o se encuentran al margen de ese concepto son sus virtuales enemigos. Otra vez el mundo en guerra, polarizado y dividido entre “buenos” y “malos”. Otra vez la Guerra Fría y la carrera armamentista, solo que ahora sin comunistas ni socialistas. Otra vez la guerra como si fuera una necesidad. Y otra vez sin mediación ni intervención de la ONU.
La ONU continuará como hasta hoy: un organismo de ayuda humanitaria para atender a las víctimas de desplazamientos y para la promoción y defensa de los derechos humanos. Su principal tarea consiste en existir con su enorme burocracia, al costo que sea, a fin de desviar la opinión del mundo sobre la usurpación de sus funciones por parte de los bloques. Se necesita la ONU para legitimar las acciones bélicas de las potencias, y para que continúe recogiendo y limpiando los desastres que los bloques producen. Como sostiene en el poema Fin y principio, la escritora polaca y Premio Nobel de Literatura de 1996, Wislawa Szymborska: “Después de cada guerra/ alguien tiene que limpiar./ No se van a ordenar solas las cosas,/ digo yo./ Alguien debe echar los escombros/ a la cuneta/ para que puedan pasar/ los carros llenos de cadáveres”.
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1 Sistema de votación | CONSEJO DE SEGURIDAD DE LA ONU . ONU.org. (2022). Recuperado el 11 de agosto de 2022, de https://www.un.org/securitycouncil/es/content/voting-system.
2 https://dppa.un.org/es/shanghai-cooperation-organization.
3 Rahme, A. (2022). La importancia geopolítica del binomio entre Rusia y China se complejiza y fortalece con la participación de dos actores estratégicos clave: Irán y la India. Recuperado el 10 agosto 2022, de https://sputniknews.lat/20220725/dos-nuevos-ejes-que-daran-inicio-al-nuevo-orden-mundial-y-que-no-incluyen-a-eeuu-segun-jalife-1128681126.html
4 Chomsky, N. (2022). Noam Chomsky advierte que las negociaciones entre Rusia y Ucrania “no llegarán a ninguna parte si EE.UU. persiste en su inflexible negativa a sumarse”. Recuperado el 11 de agosto de 2022, de https://actualidad.rt.com/actualidad/423837-chomsky-conflicto-ucrania-rusia-eeuu-negociaciones.
5 Soto, G. (2022). El orden mundial afina sus cambios con la invasión a Ucrania. Recuperado el 10 agosto 2022, https://www.udea.edu.co/wps/portal/udea/web/inicio/udea-noticias/udea-noticia.
6 Ibidem
7 2022 Ucrania: ¿se está creando un orden mundial nuevo y diferente? . Atalayar. (2022). Recuperado el 11 de agosto de 2022, de https://atalayar.com/content/2022-ucrania-se-esta-creando-un-orden-mundial-nuevo-y-diferente.
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