PUERTO VALLARTA: PARAÍSO ENCANTADOR
Si la ciudad de Puerto Vallarta fuera una mujer, y se exigiera tan sólo una palabra para describirla, el ejercicio resultaría casi imposible. Porque al ser tan femenina, por lo mismo resulta caprichosa, misteriosa e indescifrable. Cualquier adjetivo le queda corto. Pero está bien. Obligados por las circunstancias escojamos uno: Puerto Vallarta es… encantadora.
Por DIANA HERRERA RUSINQUE
Fotos: Oficina de Turismo de Puerto Vallarta
¿Cómo no dejarse seducir por sus encantos? ¿Cómo no caer rendido a sus pies desde el instante mismo en que su fisonomía, sinuosa y cálida, rodeada de montañas y de las largas extensiones de playa frente al Océano Pacífico, se asoma a través de las ventanillas del avión que conduce al viajero desde Ciudad de México?
El vuelo de hora y media bien vale la espera, porque frente a los ojos se despliega el espectáculo sorprendente de las casitas con sus tejas de barro, que contrastan con las edificaciones modernas de la zona hotelera y con la inmensidad azul del mar, que parece fundirse a lo lejos con el firmamento.
No cabe duda de que nos encontramos frente a un destino paradisíaco, reconocido como tal por las revistas del grupo Conde Nast, experto mundial en lo que a turismo se refiere. Lo que lo convierte en un escenario encantador no solo es la belleza de su paisaje, sino también el contraste alcanzado con el esfuerzo de sus residentes para convertirlo en un paraje de primer nivel, capaz de seducir al viajero más exigente.
Ese sello contrastante del que hablamos es el que nos permite atisbar la riqueza del Puerto Vallarta antiguo, ese que aún reposa en el Centro Histórico y que nos lleva a recorrer sus calles en piedra para visitar los mercados artesanales, en donde es posible apreciar (y adquirir) artículos únicos como la joyería en plata y los famosos jorongos, esas ruanas propias de los campesinos mexicanos inmortalizadas en las películas de Jorge Negrete.
PASADO Y PRESENTE
Inmortal e histórica es igualmente la Iglesia de Guadalupe, lugar de visita obligada para los peregrinos que se aproximan a hacer sus rogativas a la patrona del pueblo mexicano, y también para los amantes del arte que se deleitan con las pinturas, esculturas, y obras en madera y mármol que se conservan allí.
En este recorrido por el pasado no podemos dejar de mencionar la Zona Romántica, también poblada por callecitas en piedra que permanecen rodeadas por galerías, almacenes, joyerías y restaurantes, en los que es posible degustar lo mejor de la comida local (infaltable un delicioso plato de chiles rellenos), pero también recetas de la gastronomía internacional.
Este es el rostro del Puerto Vallarta del pasado, que se da la mano con el presente gracias a lugares como el Malecón, el cual se extiende en un paseo de 870 metros plagados de galerías, bares, joyerías, tiendas y restaurantes.
Pero no son ellos los que se roban las miradas, ya que éstas quedan atrapadas por dos espectáculos que sólo se pueden apreciar en este rincón del mundo: la imponente vista de la bahía y el despliegue de 27 esculturas, algunas de las cuales alcanzan los 25 metros de alto, que reúnen el talento de destacados artistas mexicanos. Reconocidos y en ocasiones románticos, como es el caso de Ramírez Berget, que rindió tributo al amor que le inspiraba su esposa mediante una colosal figura de bronce a la que bautizó con el sugestivo nombre de Nostalgia.
Junto con el Malecón, la modernidad llegó a Puerto Vallarta de la mano de su Marina, en la que es frecuente ver atracados yates de lujo que traen con ellos viajeros de todo el mundo, atraídos por la belleza de esta simpática población mexicana. Esta es también la zona de los hoteles exclusivos y de uno de los mejores clubes de golf de la ciudad.
Otras estaciones obligadas para las embarcaciones son el Parque Marino Los Arcos, conformado por islas de granito que sobresalen en el mar y alcanzan alturas hasta de 25 metros, y playas más lejanas como Las Ánimas y Yalapa, ocultas por la espesura de la selva pero que por lo mismo se ofrecen irresistiblemente vírgenes.
La exuberancia del paisaje facilita además practicar todo tipo de deportes náuticos, incluidos el buceo y el snorkel, y participar de expediciones de aventura como el avistamiento de aves o de ballenas, caminatas por las montañas circundantes o darse un buen chapuzón en el mar para nadar con los delfines. De esta manera Puerto Vallarta despliega sus encantos frente a quienes la visitan, pero aun así, resulta imposible partir sin tener la sensación de que, a pesar de su generosidad, se reservó algunos de sus misterios para una próxima oportunidad. Recordemos: es mujer y, por lo mismo, caprichosa, misteriosa, indescifrable… Encantadora.
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