CINCO HÁBITOS DIARIOS PARA SER FELIZ

No hay crecimiento sin cambio, no hay cambio sin pérdida y no hay pérdida sin dolor. Todo cambio es incómodo, pero es la prueba de tu madurez.

POR PASTOR RICK WARREN

Somos tan felices como elegimos serlo. No podemos culpar a otros de nuestra desdicha.

PRIMER HÁBITO: Relajarme, disfrutar y agradecer la gracia de Dios con mi vida. Jesús no vino a darnos una religión, vino a crear una relación con Él. La religión es lo que hacemos por Dios. La relación es lo que Él ha hecho por cada uno de nosotros. Filipenses 3:3. “Confiamos en lo que Cristo Jesús hizo por nosotros. No depositamos ninguna confianza en esfuerzos humanos”. La primera trampa que evita que desarrollemos este hábito es el legalismo; éste consume la vida de las personas, de las familias, de las relaciones. Legalismo es depender de lo que yo hago por Dios en lugar de hacerlo fundamentado en lo que Él ha hecho por mí. El amor de Dios por nosotros se basa en quién es Él. Dios es perfecto y nosotros no lo somos. Jesús hizo lo que nadie más podía hacer: Murió en la cruz por amor a nosotros. Si ves a alguien prejuicioso, duro con otros, que critica a los demás, esa persona es legalista. La forma de saber que vives en la gracia es porque eres misericordioso con las demás personas porque sabes que también te equivocas, que también cometes errores, y eres perdonado cada día por nuestro Señor. La gracia es liberadora. Pablo dice esto en Filipenses 3:9. “Ya no me apoyo en mi propia justicia, por medio de obedecer la ley; más bien, llego a ser justo por medio de la fe en Cristo. Pues la forma en que Dios nos hace justos delante de él se basa en la fe”.

Nunca conseguiremos hacer un mejor trato que la gracia de Dios con nosotros. La fuente del gozo es la gracia. Gracias Dios por amarme aunque no lo merezco. Te agradezco porque nada puedo hacer para que me dejes de amar.

SEGUNDO HÁBITO: Todos los días debo recordar lo que realmente importa. Tengo presente que no voy a desperdiciar mi tiempo y mi energía en cosas insignificantes, en cosas que no importan. No podemos perder el gozo por un trancón de tránsito, por una fila… Filipenses 3:7. “Esas cosas eran valiosas (importantes) pero ahora considero que no tienen ningún valor debido a lo que Cristo ha hecho”. ¿Qué era lo más importante para ti antes de conocer a Jesucristo? Nada de eso tiene ningún valor. Nuestros valores cambian porque Jesús cambia nuestras prioridades. La trampa es la cultura que intenta decirme todo el tiempo que son otras cosas las que deben importar en mi vida. Para ver lo realmente importante debemos responder a esta pregunta: ¿Qué será lo más importante para mí en la eternidad? Filipenses 3:8a. “Así es, todo lo demás no vale nada cuando se le compara con el infinito valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por amor a Él he desechado todo lo demás y lo considero basura a fin de ganar a Cristo y llegar a ser uno con Él”.

TERCER HÁBITO: Conocer mejor a Jesús cada día. Debemos hacer una oración antes de empezar nuestra jornada: Amado Dios, al final del día quiero amarte y conocerte más. No importante cuantos logros pueda alcanzar si no llego a conocer y amar mejor a Dios cada día de mi vida. Estamos en este planeta para aprender a conocer y amar a Dios. Esta vida es una preparación para la siguiente y debemos amar a Dios y amar a los demás. Filipenses 3. 10-11. “Lo que quiero es conocer a Cristo. Sentir en mí el poder de su resurrección y la solidaridad en sus sufrimientos. Haciéndome semejante a Él en su muerte, espero llegar a la resurrección de los muertos”. Lo que nos lleva al cielo es una relación en amor con Dios, conociéndolo realmente. La mejor manera de conocerlo es buscándolo a diario.

CUARTO HÁBITO: Cada día debo revisar dónde necesito crecer. Debo hacer un chequeo espiritual, preguntarle a Dios dónde necesito crecer y mejorar. Dios pon tu luz en mí, ayúdame a saber qué debo cambiar. Pablo lo confesaba con humildad en Filipenses 3. 12-13. “No es que yo lo haya alcanzado o que ya haya llegado a ser perfecto, sino que sigo adelante a fin de poder alcanzar aquello para lo cual fui alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no considero haberlo alcanzado”. La trampa de este hábito es el orgullo, que no nos permite ver y aceptar dónde necesitamos crecer. Nos causa infelicidad porque no queremos lidiar con los problemas y nos atascamos, no perdonamos, no aceptamos nuestros errores y equivocaciones. El orgullo lleva a conflicto. Es fingir que lo tengo todo bajo control. La gente orgullosa es miserable, es gente con miedo, es gente ansiosa y asustada por dentro. La gente humilde es gozosa porque es gente enseñable que nunca deja de crecer, de madurar, y se desarrolla. En el momento en que dejas de crecer tu felicidad termina. 2 Corintios 13.5. “Pónganse a prueba para ver si están en la fe. Examínense a sí mismos. ¿O no se reconocen a ustedes mismos de que Jesucristo está en ustedes, a menos de que en verdad no pasen la prueba?”. Debemos hacer un inventario espiritual en nuestra revisión diaria.

QUINTO HÁBITO: Todos los días olvido lo que no se puede cambiar y me enfoco en el futuro. Es necesario olvidar el pasado porque no lo puedo cambiar, debo enfocarme en el ahora y en el futuro. Dejar ir los rencores, la culpa… Heridas emocionales, abusos… La felicidad requiere olvidar y aprender a perdonar. De lo contrario perpetuarás el dolor y es necio hacerlo. Podemos aferrarnos a las heridas dolorosas o ser felices. Filipenses 3: 13-14. “Me concentro solo en esto: olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante, y así avanzo hasta llegar al final de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por medio de Cristo Jesús”. No tenemos energía limitada, por lo tanto, no la gastemos en cosas que no podemos cambiar. Tres trampas que nos impiden poner en práctica este hábito:

1. El remordimiento. Nos mantiene atascados, debemos dejarlo ir porque no cambia nada.
2. La falta de perdón. Nos mantiene atados al pasado. Debemos olvidarlo. Aferrarnos al resentimiento no afecta al otro sino a nosotros mismos.
3. La tradición. Siempre lo hemos hecho de esta manera. No nos deja evolucionar porque el mundo cambia permanentemente. No podemos detener los cambios en nosotros, en nuestra sociedad, en nuestra familia.

Isaías 43:18-19a. “Dios dice: Olvida todo eso; no es nada comparado con lo que voy a hacer, pues estoy a punto de hacer algo nuevo”. Debemos enfocarnos en el futuro. La felicidad es una elección.