TU PERSPECTIVA DETERMINA TU DESTINO
“No vemos las cosas como son, las vemos como somos”. Anaïs Nin
POR ALFREDO BARRIOS
PRESIDENTE CENTRO CRISTIANO EMPRESARIAL FE EN ACCIÓN
La manera como ves tu vida, moldea tu vida. Tu perspectiva influirá en cómo inviertes tu tiempo, cómo gastas tu dinero, cómo usas tus talentos y valoras tus relaciones. Por ejemplo, si piensas que la vida es una fiesta, tu valor principal en la vida será divertirte. Si ves la vida como una carrera, lo importante para ti será la velocidad; probablemente andas deprisa la mayor parte del tiempo y compitiendo. En un sentido espiritual, perspectiva significa ver la vida desde el punto de vista de Dios. En la Biblia las palabras «comprensión», «sabiduría» y «discernimiento» tienen relación con la perspectiva.
Marcos 10:17-22. “Cuando Jesús estaba por emprender su camino a Jerusalén, un hombre se le acercó corriendo, se arrodilló y le preguntó:
—Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna? —¿Por qué me llamas bueno? —preguntó Jesús—. Solo Dios es verdaderamente bueno; pero para contestar a tu pregunta, tú conoces los mandamientos: “No cometas asesinato; no cometas adulterio; no robes; no des falso testimonio; no estafes a nadie; honra a tu padre y a tu madre”. —Maestro —respondió el hombre—, he obedecido todos esos mandamientos desde que era joven. Jesús miró al hombre y sintió profundo amor por él. —Hay una cosa que todavía no has hecho —le dijo—. Anda y vende todas tus posesiones y entrega el dinero a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Después ven y sígueme. Al oír esto, el hombre se fue muy desilusionado y se fue triste porque tenía muchas posesiones”.
LLAMAR
Antes de que Jesús reconociera su pregunta, primero argumentó: ¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie que sea bueno, sólo Dios. ¿Por qué corregiría Jesús a un hombre que lo llamó bueno?, ¿acaso Jesús no era bueno? ¡Claro que lo era! Entonces, ¿por qué dijo eso?, ¿el criterio del hombre de lo bueno es distinto al criterio de Dios?
La palabra de Dios nos deja expuestos y nos corrige. Nuestra norma de lo bueno aparentemente es distinta a la norma divina de lo que es bueno. Es necesario un corazón iluminado y entrenado, para identificar lo que Dios llama bueno y malo.
En otras palabras, lo que es verdaderamente bueno no siempre está claro para nuestro pensamiento natural, razonamiento o nuestros sentidos.
MIRAR
Jesús lo miró con amor. ¡No puedes amar sin mirar!
Delante de la multitud de personas, este hombre llegó corriendo en busca de Jesús, se arrodilló delante de él y le rogó, pues quería conocer la respuesta al gran interrogante que tenía: ¿qué debería hacer para ser salvo? No había arrogancia en este hombre. Sin lugar a dudas, el joven rico era tan apasionado como sincero. Por otro lado, este hombre tenía una buena medida de integridad. No llamó a Jesús, Señor o Rey. Sabía que para llamar a Jesús Señor, él tendría que hacer exactamente lo que Jesús le pidiera que hiciera.
Escucha lo que Jesús le dijo a este hombre que deseaba apasionadamente la vida eterna: De los diez mandamientos Jesús citó los últimos seis, que se enfocan en honrar a las personas, son todos los que tienen que ver con las relaciones humanas. El hombre rico respondió con entusiasmo que los había guardado durante toda su vida.
Según esto, podemos ver que era un hombre honesto y recto. Se estaba apoyando en estos buenos rasgos del carácter, en espera de que le resultara suficiente para ganar la aprobación de Dios. Sin embargo, Jesús —a propósito— omitió los cuatro primeros mandamientos que ordenan honrar a Dios. Estos tratan sobre la relación de un hombre con Dios, donde el primero de ellos es no tener otros dioses ni ídolos delante del Dios altísimo. Nada en nuestra vida debería anteponerse a nuestro afecto, amor, compromiso y sumisión a Dios. Este joven no había cumplido estos mandamientos, ni en ese momento estaba dispuesto hacerlo. Jesús estaba a punto de sacar a la luz algo en su vida que finalmente le impediría terminar bien.
¿Quién está sentado en el trono de tu corazón? Si no es Dios, recuerda que hay más perdón en Dios que pecado en tu vida.
La fe viene por el oír hablar a Dios. La palabra de Dios contiene fe. Lo que escucho crea mis dudas o crea mi fe. Números 23:19 es una de las escrituras más importantes en la biblia. “Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?”. El dolor más grande que siente Dios es cuando dudamos de lo que Él nos dice, porque Dios se complace cuando le creemos.
Este joven parecía estar muy entusiasmado con Cristo y sus enseñanzas, pero su entusiasmo con la persona de Cristo y su supuesto creer duró hasta que el plan de Cristo no satisfizo su agenda. La predisposición de este joven se hizo sentir, pues en su mente y corazón ya tenía un plan de salvación para sí mismo. Él, con su teología ya preestablecida, idealizó el camino al cielo conforme a su criterio. Él quería conocer el plan de Cristo, pero no estaba dispuesto a rechazar el suyo.
Para este joven Dios sería Dios, siempre y cuando se sometiera al plan y método que él se había trazado. Tan pronto el evangelio de Cristo propuso algo distinto, este se fue triste. Su reacción no fue de sometimiento gozoso a la voluntad de Dios, que siempre es buena, agradable y perfecta, sino de tristeza.
Hay millares de personas que al igual que este joven ponen en riesgo sus vidas y se retiran tristes y frustrados, al ver que el plan que ellos tienen para salvarse a sí mismos no es el método que Dios ha provisto.
Para este hombre, el obstáculo fue su dinero. Para otros podría ser la pareja, los deportes, las compras, la empresa… De hecho, la piedra de tropiezo puede ser cualquier persona o cosa a la que le entreguemos nuestros afectos y fortalezas más de lo que lo hacemos con Jesús.
Debemos ser conscientes de que cada pérdida en nuestra vida es la consecuencia de haber roto una ley de Dios.
“Si crees en lo que te gusta del evangelio y rechazas lo que no te gusta, no crees en el evangelio, sino en ti mismo”. San Agustín de Hipona.
¿Qué debo hacer para tener vida eterna? El joven tenía todo, solo le faltaba Dios.
¿Jesús maquilló la verdad para no ofenderle?, ¿por qué no le mandó simplemente a hacer la oración de fe? Al fin de cuentas, era un buen candidato que mostró gran interés para ser salvo. Lo único que Jesús tenía que hacer era acercar la red y hubiera tenido un prominente cristiano, acaudalado y servicial.
Pero Jesús verdaderamente amó a este hombre. Le dijo la verdad, una palabra muy fuerte, asumiendo el riesgo de perder a este hombre poderoso y emocionado. Jesús lo miró a los ojos y le dijo que le faltaba algo, y no era pasión, sino la disposición del corazón y la mente para obedecer al Rey de reyes, a pesar del costo.
Marcos 10: 28–30. “Entonces Pedro comenzó a hablar. —Nosotros hemos dejado todo para seguirte —dijo. —Así es —respondió Jesús—, y les aseguro que todo el que haya dejado casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o bienes por mi causa y por la Buena Noticia, recibirá ahora a cambio cien veces más el número de casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y bienes, junto con persecución; y en el mundo que vendrá, esa persona tendrá la vida eterna”.
Cuando llamó a Pedro, Santiago, Juan y los otros, fue con un sencillo “sígueme”. No fue: “sígueme y te daré bendiciones, paz, prosperidad, una vida mejor”. Sí fue: “Sígueme por lo que soy. Soy Jesucristo tu creador, el amo y rey del universo”. Él sólo pide la entrega y el compromiso para obedecerle.
Si el dinero hubiera sido el motivo para que Pedro, Santiago, Juan y Andrés siguieran a Jesús, nunca se habrían alejado de su empresa. El día que la dejaron había sido uno de los más rentables en su profesión como pescadores. Gracias a Jesús, habían traído dos barcas llenas de peces. Ellos no eran conscientes de la promesa de tener 100 veces más, esta era la primera vez que la escuchaban. Lo que sí sabían era que Jesús tenía las palabras de vida, así que lo dejaron todo. El dinero no fue el factor decisivo. Dios nunca ha demandado que una persona sea perfecta para seguir a Jesús.
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