¿Está perdiendo la empatía? 5 señales de desconexión emocional que no puede ignorar
En Colombia, datos recientes del Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (MinTIC) revelan que más del 70 % de la población pasa al menos cuatro horas diarias en redes sociales y plataformas digitales. Una cifra que, hace apenas una década, parecía impensable y que hoy abre una pregunta urgente: ¿qué ocurre con nuestras relaciones cuando gran parte de la vida transcurre detrás de una pantalla?
La preocupación no es gratuita. Investigaciones internacionales, como las del psicólogo Jonathan Haidt con La generación ansiosa, alertan sobre un incremento en la soledad, la ansiedad y la polarización social, fenómenos directamente vinculados al uso intensivo de dispositivos y redes. De manera paralela, en Desigualdad algorítmica, los académicos Daniel Innerarity, Cristina Colomina y Mario Cantero advierten que los algoritmos, diseñados para maximizar la atención, están moldeando nuestras decisiones y emociones sin que seamos plenamente conscientes de ello.
Frente a este escenario, Adelaida Bedoya Salcedo, docente del programa de Psicología de Areandina, sede Bogotá, lanza una advertencia: “La empatía es mucho más que un sentimiento; es el cimiento de la convivencia y de las relaciones humanas. Si permitimos que la tecnología la desgaste, perderemos uno de los pilares esenciales de la vida en sociedad”.
Señales tempranas de desconexión emocional que no debe ignorar
Bedoya explica que la deshumanización digital no ocurre de manera repentina. Se instala poco a poco, de forma casi imperceptible, hasta volverse parte de la rutina. Por eso propone prestar atención a cinco alertas que pueden indicar que la tecnología está debilitando la capacidad de sentir con el otro.
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El phubbing, o la costumbre de mirar el teléfono en medio de una conversación presencial. “Cuando preferimos la pantalla al rostro de la persona que tenemos enfrente, enviamos un mensaje de desinterés hacia el otro”, señala. Aunque pueda parecer inofensivo, repetido con frecuencia erosiona la escucha activa y la conexión emocional.
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La validación digital como reemplazo de la personal. Si el estado de ánimo depende de los “me gusta” o de los comentarios en redes, la vida emocional queda sometida a métricas diseñadas para mantenernos conectados. “Una vida dominada por métricas es una vida donde el yo se mide, pero el nosotros desaparece”, advierte la docente de Areandina.
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Impacto en el sueño y el ánimo. Dormir con el celular al lado, alterar los ciclos de descanso y despertar varias veces para revisar notificaciones afecta la regulación emocional y, con ella, la capacidad de escuchar y comprender a los demás.
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Fragmentación de la atención. Saltar de video en video, consumir información en ráfagas y evitar conversaciones prolongadas son señales claras. “Si todo diálogo le resulta lento o incómodo, si prefiere el mensaje instantáneo a la charla presencial, algo está cambiando”, subraya Bedoya.
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Desplazamiento de actividades colectivas. Si el teléfono reemplaza actividades como el deporte, los juegos al aire libre o la lectura, la interacción cara a cara se reduce, y con ella, la empatía que solo se entrena en la vida real.
Tres estrategias para recuperar la empatía en tiempos digitales.
Ante este panorama, la especialista propone tres acciones concretas para recuperar la conexión humana:
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Cree espacios libres de pantallas. Establezca comidas sin dispositivos, encuentros donde la conversación sea el centro y no la notificación. “La empatía necesita tiempo compartido, conversaciones lentas y entornos comunes”, insiste la docente.
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Introduzca fricciones digitales saludables. Desactive notificaciones innecesarias, evite la reproducción automática y cuestione las recomendaciones que lo empujan a tomar decisiones impulsivas. “No se trata de apagar la tecnología, sino de usarla con criterio humano”, enfatiza Bedoya.
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Diversifique la dieta informativa. Consulte medios distintos, busque opiniones contrarias y alterne formatos —texto, audio, video— para escapar de los algoritmos que solo refuerzan las mismas ideas.
Estas prácticas, explica la experta, permiten recuperar el control sobre la atención y, con ello, la posibilidad de conectar con otros de manera más genuina. Y, en un país donde millones de personas pasan buena parte del día conectadas, su llamado es contundente: “La meta es simple: que la tecnología nos ayude a ser más humanos, no menos”.
Porque, al final, en la era de los algoritmos, el gesto más revolucionario no será apagar la pantalla, sino volver a mirar a los ojos, conversar sin prisa y escuchar sin interrupciones.
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