UNA LISZTOMANIA DESATADA POR LAS NOTAS DEL PIANO QUE BUSCARON LLEGAR AL CINE
La música es arte en el tiempo. Y cómo no, que lo es. Cada vez que recurro a esa pasión por el deleite de escuchar, no dejo de sentir el impulso por compartir para no quedármelo solo para mí. Las carátulas de los álbumes se posan en mis manos para que las vuelva a contemplar y al hacerlo, esas sensaciones revoletean ante mí como un presagio del pasado. Adentro, el acetato con surcos y surcos de sonidos extraterrenos.
Por Hernán Acero Suárez
Al entrar por “Fantasía”, corte uno de la banda sonora de Lisztomanía, para la película de Ken Russel, me hace saber por qué el poeta Heinrich Hein le dio ese nombre a la histeria que despertaba el virtuoso pianista húngaro entre los asistentes a sus presentaciones. Todo lo que hizo Liszt en Europa, elevó su persona a un nivel carismático tal, que lo definían como un benefactor de causas humanitarias.
Para entrar en contexto. Me voy a referir en estas líneas al álbum que hiciera Rick Wakeman, quien adaptó e interpretó las composiciones de Franz Liszt y de Richard Wagner para la música de esta producción cinematográfica. Wakeman, teclista de Yes, pudo estar en ese momento de música con Roger Daltrey, vocalista de la banda The Who, con Ringo Starr, Paul Nicholas y Linda Lewis, vocal del tema ‘Hell’. La película se basa en la vida del compositor húngaro, pero se toma algunas libertades para contarla.
La historia sufre un vuelco al transformar como protagonista a Wagner, quien encarna el mal; pues se insinúa que el músico plagia la música de Liszt y se le vincula también con el sentimiento nazi. Mientras que Liszt, del lado del bien, es un compositor inspirado y solo interesado por la música. Claramente, el director Ken Russel, quiere jugar con un ambiente que recree el bien y el mal.
La producción cinematográfica es una producción surrealista que entremezcla tiempos y situaciones, mostrando a un Wagner que practica su propia religión enfrentándose a la iglesia católica y adorando a Superman. En Lisztomanía se retrata al músico alemán del periodo del Romanticismo, como el iniciador del nazismo y que al morir encarna a un zombi que deambula propagando su hedor antisemita; por lo que Hitler, años después, expresara su admiración por él.
La música que hace Wakeman para la película, en algunos apartes se sale del contexto orquestal de lo que pueden ser las composiciones originales y le da varias pinceladas cargadas de un rock progresivo, propias del instrumentista. Sin embargo el teclista se hace acompañar de la National Philarmonic Orchestra, del pianista David Wilde y el English Rock Ensamble. Doce piezas se exponen en este trabajo que saliera a la luz en el año de 1975, y que permanece vigente en la colección cada vez que gira en el tornamesa.
La entrada, como ya anoté, la da el piano en una fusión entre Liszt y Wagner, para dibujar la “Fantasía / Rienzi” en el juego de los palitos chinos. “Love´s dream” en una escena chaplinesca evocando el cine mudo, pinta la euforia del amor que inflama la inspiración, para luego ir desvaneciéndose a medida que la relación de una pareja se cubre de la rutina doméstica.
“No te quedes ahí, haz algo… ¡Ayuda! / ¡Por favor! / ¡Ayúdame! / Tú eres mi alma / no tengo fuerzas para luchar contra tus manos desgarradoras / Por favor, ten piedad de mí… / si me matas te destruirás a ti misma / cálmate…” En la escena de “Dante Period” se ve a un Liszt acosado por el deseo.
A la deriva, la canoa se ve rodeada de sirenas en el “Orpheus Song”. Ellas con seductoras voces, arrastran hacia las profundidades a los marineros desolados por la penuria en altamar. Luego, Linda Lewis en “Hell”, se deja oír con los acordes de los teclados sintetizados que mezclan una atmósfera oscura con un silencio prolongado al final de la pieza, para luego abrirse a las trompetas simuladas, en una marcha que se dirige hacia la “Hibernation” del corte sexto.
Paul Nicholas se impregna de un fervor desgarrado en “Excelsior Song” para dejar que las notas se precipiten hacia un tema corto de 48 segundos, en “Master Race” en donde Wakeman hace alarde de su arsenal de teclados. En seguida viene “Rape, Pillage and Clap” para darle continuación al despliegue de sonidos sintetizados.
“Funerailles”, el corte 10, aparece con las notas del piano de Liszt. Aquí, Daltrey une su voz con una tonalidad caústica, expresando un dramatismo estremecedor y cantando: “La vida es dolor, dolor es pérdida, la vida es dolor, dolor es pérdida, la pérdida es mía por vivir salvajemente / mueren los inocentes, eran tan puros como el amor, oh sí, eran tan puros como el amor / pero ahora son aplastados ante el peso del deseo del hombre por la autodestrucción / la guerra es una pérdida y la pérdida culpable…” La orquesta lo sigue hasta el final, mientras él se desploma.
Antes de concluir la banda sonora, viene una conocida rapsodia húngara que se recoge en “Free Song”. Franz Liszt desarrolló estas piezas a lo largo de toda su carrera. Entre 1846 y 1853 inicialmente, y posteriormente entre 1882 y 1885. Liszt compuso un total de 19 de estas obras para piano, basadas en la música folclórica de Hungría.
Y ya para terminar, “Peace al Last”, en donde Daltrey conduce una nave interplanetaria como si pulsara el teclado en lugar de los controles para adentrarse en el espacio sideral perdiéndose en las estrellas.
Así culmina este trabajo en el que, el mismo Wakeman no quedo satisfecho y que se nos puede antojar un tanto precario frente a la inmensa creatividad del músico inglés. Aun así, se puede destacar un esfuerzo por no sucumbir al intento. Sin ser magistral, salvo ciertos momentos, esta banda sonora se puede incluir entre la observación y la escucha de esa búsqueda de nuevas posibilidades orquestales electrónicas, que para la época, Wakeman desea encontrar.
Después de este trabajo, al año siguiente, 1976, aparece No Earthly Connection, un álbum en el que Rick Wakeman nos presenta un trabajo conceptual mucho más depurado, aunque un tanto difícil de descifrar.
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