Un tinto amargo con Jorge Reynolds Pombo
El 14 de noviembre le entregarán el Premio al Mérito MOMENTOS.
Por Guillermo Romero Salamanca
Hace un buen tiempo, el gran profesor de filosofía Asdrúbal Valencia me llamó y me dijo: “Quiero que vayas mañana, a las diez, a una reunión que tendremos en el Jockey Club, en la carrera 4 con 72. Se dará mucha información sobre tecnología y tendremos, como sorpresa a un científico colombiano para que entrevistes”.
Como siempre, llegué muy puntual a la gigantesca casa estilo inglés, una de las más hermosas del sector y subí los siete peldaños antes de llegar al portón de entrada. Un portero, elegantemente vestido, me informó que la reunión sería en el segundo piso.
Ascendí por una escalera de madera y encontré fácilmente el salón. Estaba allí un señor, de unos 80 años, con su pelo blanco y muy simpático. Saludó amablemente y le respondí comentándole: “Bueno, somos los primeros a pesar de los grandes trancones de Bogotá hoy sábado”. Él sonrió y me contestó: “Por eso hay que salir más temprano”.
Mientras mirábamos el jardín de la casa, le pregunté: ¿Me imagino que ya está pensionado? “No, hombre, el cerebro no deja de funcionar sino hasta minutos antes de fallecer”, me contestó.
–¿Y a qué se ha dedicado?
–Bueno, a trabajar a ratos, a dictar charlas, a dar conferencias, viajar, descansar.
–¿Pero ya está pensionado o no?, le volví a inquirir.
–Si, claro, aunque no con lo que deseara, pero bien. Venga lo invito a un tinto.
–Gracias, muy amable.
Y el señor, muy educado, me sirvió el cafecito mañanero. Lo hacía con especial atención.
–¿Le gusta con azúcar?
–No señor.
Me lo alcanzó y me dijo: “Venga, sentémonos acá, mientras llega la gente”.
–Bueno –le dije—me dijeron que hoy hablarían de la tecnología del futuro.
–Si, un poco. Espero que les guste lo que les voy a decir.
–¡Ops¡. ¿usted es el conferencista?
–Si señor.
–¿Y cómo se llama usted?
–Jorge Reynolds Pombo, a la orden.
–Bueno, soy Guillermo Romero Salamanca, periodista.
–Yo soy ingeniero electrónico y me ha gustado la inventiva.
–¡Qué bueno!, le contesté ya muy intrigado y el tinto comenzaba a enfriarse ante el asombro. ¿Y cómo qué ha inventado?
–Pues el aparato más conocido es el marcapasos artificial externo con electrodos internos.
–¿El marcapasos?, le pregunté con medio tinto atragantándose en mi garganta. ¡Eso le ha salvado la vida a un montón de personas!, grité.
–A casi 80 millones de personas.
Sentí que las pupilas de mis ojos se abrieron al máximo y el teñido quedó amargo en mi estómago ante la magnitud de persona con quien me encontraba al frente y que muy amablemente me había servido el café.
Era increíble su agilidad mental, pero también la forma tan sencilla para explicar las cosas a un periodista torpe como yo.
–¿Doctor desea otro café?, yo se lo sirvo.
–Gracias.
Estaba frente al hombre que en 1957 había creado la forma de ayudar a las personas con problemas cardíacos. En 1958, con la ayuda de Jorge Ulloa y Jorge Hernán Ulloa había puesto en marcha un marcapasos para la prevención de la trombosis en pasajeros.
“El primer marcapasos se lo pusimos a un curita, buena gente, eso pesaba un jurgo, como 33 kilos y se prendía con batería de carro. El hombre duró 18 años más. Después lo fuimos reduciendo y ahora, con la ayuda de la nanotecnología será del tamaño de un cuarto de grano de arroz, se implantará casi que de manera ambulatoria y no tendrá batería”, dijo sin resuello.
–¿Pero usted ha experimentado con animales?
–Más que experimentar, es conocer el corazón y el funcionamiento de sus organismos. El corazón más parecido al del ser humano es el de las ballenas. Desde 1991 venimos trabajando con ellas con el apoyo de la Armada Nacional.
–¿Y dónde tiene su laboratorio?
–Tenemos un convenio con la Fundación de la Clínica Shaio y allí, con un grupo de jóvenes trabajamos en muchos temas. Creo que en un futuro no habrá necesidad de trasplantes, porque con las células madres se podrán crear los órganos necesarios y temas como el Parkinson y Alzheimer se podrán superar, lo difícil será combatir a las bacterias.
Llegaron los invitados a la conferencia y el maestro no quiso más tintos. Habló sobre el futuro con tecnología. Comentó de sus averiguaciones y de sus múltiples conferencias. Es un sabio en nanotecnología. Un colombiano ejemplar.
“Increíble, pensaba yo, mientras él seguía con su exposición, que los canales de televisión no sean capaces de hacerle una gran novela a una persona como el doctor Jorge Reynolds Pombo”.
Por ahora, lo acompañaré y aplaudiré el próximo 14 de noviembre, en el Gimnasio Moderno de Bogotá, cuando le entreguen el Premio al Mérito Momentos por su aporte científico humanitario.
No he vuelto a tomar café.
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