UN DERECHO INTOLERANTE E INTOLERABLE: LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
El Dr. Miguel Rujana Quintero, Director de Investigaciones de la Universidad del Sinú – Extensión Bogotá, es el autor del libro que lleva este título y que acaba de ser publicado por el Grupo Editorial Ibáñez.
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El Dr. Miguel Rujana Quintero, autor del libro Un derecho intolerante e intolerable: la libertad de expresión, aborda este álgido tema desde diferentes ángulos y plantea, como resultado de su investigación, que es improbable que se limiten los abusos a la libertad de expresión. Si algo se puede hacer, es una tarea de autorregulación del ser humano a partir de una ética pública o universal.
Así respondió la entrevista que le formuló MOMENTOS.
¿Cómo entender el derecho a la libertad de expresión como un derecho intolerante e intolerable?
Durante mucho tiempo he observado que la mayoría de los conflictos entre personas, que en muchos casos han llevado hasta la muerte, se dan por el llamado derecho a la libertad de expresión, que no es nada distinto que el «derecho» a usar el lenguaje. Y me preguntaba ¿cómo es posible que los seres humanos no observen con rigor y prudencia el lenguaje que es una función vital? Entonces, a la primera conclusión que llegué es que se trata de un derecho intolerante e intolerable. Y esa es la razón que me llevó a escribir el libro.
También me ayudó a reflexionar sobre el tema la célebre frase de Voltaire: “Si queréis que aquí se tolere vuestra doctrina, empezad por no ser ni intolerantes ni intolerables”. El problema tiene origen en los procesos de habla en los cuales todos somos seres de y para el lenguaje. Esta función propia de los humanos y, dentro de la tradición aristotélica que nos distingue de los demás seres vivientes, es un atributo para la intersubjetividad pues hace posible el diálogo que visibiliza nuestra existencia. Y en esta angustia por existir se cruzan palabras, aunque no todas quieren ser pronunciadas ni escuchadas. Algunos dicen lo que piensan, y coinciden así pensamiento y lenguaje. Muchos expresan pensamientos que ofenden sin querer; y otros lo hacen con la intención de ofender, injuriar y calumniar. Muy pocas palabras se expresan desde los valores éticos. En esa medida son oportunas las palabras de Wittgenstein: “El lenguaje disfraza el pensamiento” y “ama ocultar su forma”. Esta complejidad, y la tendencia generalizada del ser humano a dominar al otro, a través del lenguaje, hace que, en muchos casos, la libertad de expresión sea intolerante e intolerable. Y en este cruce de palabras que causan daños y abusos está el derecho a la libertad de expresión.
La libertad religiosa es una forma de la libertad de expresión, ¿se trata de uno o de dos derechos?
En el libro sostengo la tesis de que la libertad de expresión y de religión, sus valores y principios son derechos de una misma unidad dialéctica. El primero es un derecho nuclear y esencial; y el segundo, un derecho derivado de aquel. Es decir, que la libertad religiosa es también una de las formas de la libertad de expresión. Ambos derechos se ejercen a través de la comunicación, las opiniones, la expresión del pensamiento, el lenguajear y el emocionar. Así, la libertad de expresión religiosa se manifiesta en las homilías, los sermones, el jutba (sermón en el islam), las oraciones, entre otros. Esta libertad incluye la exhibición de sus prendas y objetos de culto. Una restricción o limitación a este derecho, por ejemplo, la prohibición del uso del burka, equivale a impedir el derecho de los ciudadanos a la libertad de expresar la personalidad interior, el simbolismo de su personalidad creyente, de devoción y de adoración a su creador, a su dios. Es coartar el derecho a expresar sus pensamientos y opiniones de fe que constituyen la esencia misma de su existencia. Es decir, que una violación al derecho a la libertad religiosa es al mismo tiempo una violación a la libertad de expresión.
¿A qué clase de conflictos se refiere por el ejercicio del derecho a la libertad de expresión religiosa?
Me refiero a la intolerancia que ha vivido la humanidad desde el principio de los tiempos; que al mismo tiempo ha puesto en evidencia la incapacidad de estos grupos para solucionar los conflictos. Han sido conflictos por el derecho a honrar y amar a su dios, por la interpretación de los libros sagrados o por la fe en sus enseñanzas las que han causado posiciones intolerantes e intolerables.
Ha dicho que los derechos de libertad de expresión y de religión se encuentran entre los abusados por medios de comunicación y particulares, ¿quiénes son los que cometen esos actos?
Me refiero a los ciudadanos en sus frecuentes y acaloradas controversias, directamente y por redes sociales. También los medios de comunicación y sus publicaciones satíricas que en algunas circunstancias han dado lugar a la pérdida de vidas humanas, como en el atentado contra el periódico francés Charlie Hebdo, en enero de 2015, donde murieron 17 personas, por las caricaturas de la Santísima Trinidad y el profeta Mahoma en condiciones de indignidad y ofensivas a las confesiones cristiana y musulmana. En Colombia tenemos, asimismo, algunos hechos emblemáticos como: el caso Uribe–Samper, Vicky Dávila-Comunidad del Anillo, y Vicky Dávila-jefe de prensa de Palacio; “El Cazanoticias” y el programa radial “El Mañanero”, de la emisora La Mega de RCN; o la “injuria” por la portada La Última Cena de la revista Soho. Caben mencionar las caricaturas ofensivas contra el presidente Trump y el primer ministro Benjamín Netanyahu, del periódico New York Times. De la misma manera, se hace referencia a la otra forma de violación de estos derechos: la censura. Censura estatal que se viene haciendo de tiempo atrás como: a la película La Última Tentación de Cristo; a la toma del Palacio de Justicia colombiano; a los informes estadounidenses sobre la guerra de Vietnam; a los informes de WikiLeaks, y los de Edward Snowden, que denunciaron cómo Estados Unidos vigila al mundo.
Menciona la intolerancia estatal, ¿qué gobiernos la practican?
Cito suficientes casos de países europeos que limitan estos derechos, entre otros, el más representativo de estas restricciones: la prohibición del uso del burka o velo islámico, mediante la Ley francesa 1192 de enero de 2010, que restringe el derecho a expresar públicamente la confesión religiosa a través de esta prenda, supuestamente por violar el living togheter y la laicidad del Estado.
El otro aspecto que aborda en su libro es la intolerancia intelectual. Al hablar de ella desafía la autoridad de Fernando Savater y Michel Onfray sobre el uso del burka. ¿No cree que este gesto es muy riesgoso?
Sobre el filósofo francés, ampliamente citado en el mundo por su trabajo iconoclasta, señalé en el libro estar de acuerdo con sus consideraciones sobre las causas de la confrontación Oriente Occidente, expuestas en “Pensar el islam” Pero me aparté de él sobre la solución que propone para resolver el conflicto: un islam light. Que “se debe promover un islam de Francia compatible con los valores democráticos de este país. Y mejor aún si es financiado por el Estado francés”. El filósofo olvida que la religión no es una ciencia a la que se le puede someter a “ensayo y error”, pues en estas circunstancias sus fundamentos de fe desaparecerían por la ciencia de la comprobación. Dentro de este debate también pude confrontar la obra de Savater “Voltaire contra los fanáticos” y apoyar mi posición en la obra “islam y modernidad: Reflexiones blasfemas”, de Slavoj Žižek,
¿Qué tiene que ver el conflicto Oriente Occidente con la prohibición del uso del burka?
Esta prenda es el símbolo representativo, el más visible, ágilmente contestatario de esta confesión contra las hazañas de dominación y de discriminación por parte de Occidente. El burka o velo islámico, tocado que ya hace parte del paisaje europeo sobre el que se centran todas las miradas de rechazo, ha sido objeto de varias acciones de xenofobia, islamofobia, exclusión y confrontación. El caso representativo del conflicto por el uso del burka es el caso S.A.S. vs Francia, un juicio en el que a una musulmana se le prohibió usar el velo en los espacios públicos, supuestamente por violar el derecho al living togheter, a la laicidad y neutralidad del Estado.
En su libro defiende el burka y otros tocados religiosos. ¿Qué opina sobre la idea de muchos de que el uso del velo atenta contra los derechos humanos, especialmente los derechos de las mujeres?, y por otros, ¿qué es su prohibición?
En principio, no puede considerarse el uso del velo como una violación a los derechos humanos. Aunque admito que hay casos en los que el patriarcado que aun impera en las comunidades musulmanas, se aprovecha y abusa de esa tradición milenaria. Pero, sin duda, es su prohibición la que atenta contra los derechos humanos. Es el gran pretexto para la discriminación. Pensar que la prohibición de esta prenda es equivalente a la liberación femenina, a la superación de la desigualdad, al cierre de la brecha social, o la eliminación de la injusticia y la violencia, demuestra cierta ingenuidad que nos ubica en el siglo XIX; siglo en el que se luchó contra la “barbarie” al imponer conceptos, ideologías y sentidos a sujetos con distintas historias y formas de vida. Por consiguiente, a los orientales, musulmanes y demás credos, no se les está dando el derecho a decidir; por el contrario, se ha estado hablando en nombre de ellos suponiendo además que lo occidental es lo que ellos quieren. Y esta forma de prohibición para sustituir modos y formas de vida sí que es una violación a los derechos humanos.
Sí defiendo el burka y otros tocados religiosos. Puedo decir que, en lugar de que se prohíba el uso del burka por supuesta violación de género, de los derechos sexuales y reproductivos de la mujer, hay que aceptar la prenda con principios basados en la igualdad y la dignidad humana. Aceptarlo con una coherencia no centrada en el narcisismo ni en la discriminación sino en la posibilidad de poder ver el mundo con los ojos de esas minorías; en la vulnerabilidad que se deriva en la compasión ante el sufrimiento ajeno y el respeto a la conciencia. Ser coherentes y éticos es lo que se exige, es decir, no usar doble moral, una para sí mismo y otra para los demás. También es necesario cambiar la mirada prejuiciosa, para promover la empatía, ver al otro sin importar cuál sea su comunidad religiosa, nacional, cultural y así favorecer el diálogo intercultural y la convivencia civil. No puedo compartir la idea de que se arranque de un tajo el símbolo que pertenece a una cultura religiosa como la musulmana, como pretenden algunos filósofos, sociólogos y políticos de Occidente ajenos a Oriente. Si algún cambio se ha de dar, que sea por el tranquilo e ininterrumpido paso del tiempo, y que esas mismas culturas y sociedades lo quieran dar.
¿Qué significa que las élites son las que hacen uso a discreción del «poder» de estos derechos? ¿Acaso no es un derecho de todos, se debe regular?
Son las élites, hechas por la educación y el poder económico, las que hacen uso del «poder» del derecho a la libertad de expresión en toda su extensión. Al contrario de las expresiones básicas o simplemente cotidianas de los ciudadanos en general, las élites tienen la posibilidad de lucir la estética del lenguaje; hacer de las voces una fiesta con la cadencia y los ritmos que los estilos imponen; disfrutar de las formas y variaciones que exige los juegos del lenguaje (sistemas complejos de comunicación humana, para dar órdenes, para obedecer, para relatar un cuento o un chiste, etc.). Hacer del discurso un instrumento estratégico para hacerle decir lo que la verdad niega, a través de ideologías. Este poder del lenguaje también les da el privilegio de encubrir pensamientos hipócritas que están en los halagos, las alabanzas, la burla, el diálogo inmoral, la determinación del crimen, y hasta la dominación de los sujetos a través de lenguajes falaces y posverdades. Este poder del lenguaje también permite preparar al individuo y transformarlo en un ser aislado, dócil, mal informado, desorganizado, para poder manipularlo tranquilamente y sin torpes violencias, con su propio consentimiento, a pesar que «goza» de la libertad de expresión. ¡Son las élites las que gozan! Sobre la regulación a estos derechos es difícil, por no decir imposible de hacer. Equivale a ponerle límites a la forma de expresar el torrente de pensamientos que fluye incesante y angustiosamente por existir en el otro. Tarea que las cortes y los tribunales no han podido resolver; debate que se encuentra en esta obra, y que se inició con el prólogo del exconstituyente Álvaro Echeverri Uruburu, y en la presentación, por el expresidente de la Corte Constitucional José Gregorio Hernández Galindo.
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