Los pacientes del Estado
“El viejo moribundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”.
(A. Gramsci. 1891-1937)
Por Miguel Rujana Quintero
Docente investigador Universidad del Sinú Extensión Bogotá.
Los gobiernos de todos los tiempos no se han decidido a lidiar con la pesada carga de la pobreza, tampoco con la inclusión de su gente ni con la protección de los derechos que son inherentes al ser humano. Colombia no es la excepción (27.0% de pobreza, 7.2% de indigencia; el cuarto país más desigual del mundo y de América Latina; el quinto más corrupto en América Latina y el 96 entre 180 países del mundo, según informe de Transparencia Internacional)[1]. Algunos Estados alivian este flagelo, otros ensayan con reformas jurídicas que no son más que ilusiones; solo eso, ¡ilusiones! Pues estos índices de pobreza siguen siendo similares desde hace más de un siglo. Sin contar los miles de pobres que solo por la pandemia se han hecho evidentes, aquellos que no se han dejado “bancarizar”, los que han vivido marginados y excluidos del grupo social. Prueba de esta patética realidad es la Constitución colombiana de 1991 que si bien presentó importantes diseños institucionales contemporáneos, no ha podido solucionar la pobreza y la violación a los derechos humanos. O si no ¿cómo explicar que hoy hay más corrupción que antes de la nueva Carta Política? (Informes de la Contraloría General de la Nación).
Es evidente que la pobreza es ya demasiado elevada por lo que no se puede de ninguna manera permitir su crecimiento. Mucho menos si su deterioro se produce en aras de fortalecer la posición dominante del Estado colombiano a través de instrumentos políticos existentes en el mercado de las ideas como el de los “Pacientes del Estado” (personas que esperan indefinidamente de las instituciones). Permitirlo daría lugar a que en post-pandemia se aceleraran los movimientos sociales de inconformidad y de confrontación. Hoy desatender la pobreza es activar la bomba de tiempo que el Gobierno no tendría cómo enfrentar legítimamente, excepto con violencia institucional.
En estos momentos de crisis social y económica que afecta a todos los sectores de la sociedad, lo urgente y principal es defender la vida y al mismo tiempo evitar que aumenten las cifras de pobreza. Para este fin, el Gobierno debería hacer uso del margen de maniobra que tiene en virtud de los decretos recientemente proferidos de Emergencia Económica, Social y Ecológica, al disponer de mayores recursos del presupuesto nacional del 7 al 10% del PIB, y no del 2%[2] como lo está haciendo. Lo que no puede aceptarse por constituir mayor violación a la ética pública y a los derechos humanos es que el Estado se aproveche de esta coyuntura para fortalecer el instrumento de Control Social denominado “Pacientes del Estado”. Este instrumento, junto con el “Control de Seguridad” y el “Control Institucional”, conforma la “Triada del Poder”, con la cual las élites se benefician y aseguran el monopolio indefinido.
Esta herramienta “Pacientes del Estado” para el control Estatal del poder es de manejo corriente en las democracias iliberales y de legalismo autoritario, para que la clase en ejercicio se mantenga indefinidamente con el control del Estado. Ahora, se espera que el Estado Colombiano cuente con la mínima ética para no aplicarla en este momento de tragedia nacional. Como afirma la teoría “Pacientes del Estado”, generar una subjetividad en los pobres, que les haga creer que deben esperar las promesas del Gobierno sobre bienes básicos, es injusto desde el punto de vista social y político. No debe ilusionarse al ciudadano con promesas que no han de llegar oportunamente. ¡Hacerles creer que sí, es perfidia! “Hacerles creer que deben esperar para que actúen como buenos esperantes es éticamente reprochable” (Javier Ayuero, U. Texas. EE. UU.). Es igualmente censurable esta subjetividad generada por el Estado para hacer que los esperantes no se enojen juntos mientras experimentan los abusos del poder. Pues ya no les importa, ya han normalizado el abuso y prefieren “esperar soluciones de otros rindiéndose a la voluntad de esos otros. Convirtiéndose así en parias urbanos; es decir, lo opuesto al ciudadano” (Pierre Bourdieu). Las personas que esperan y esperan, y que se pasan la vida esperando, mueren sin alcanzar la promesa. O sus herederos se convierten en sustitutos de la promesa y en nuevos esperantes.
Hoy es normal ver a los “Pacientes del Estado” de siempre, solo que su volumen se ha incrementado por la pandemia y se les ve haciendo filas en todas las instituciones. El personal sanitario que espera por sus equipos de bioseguridad; los marginados y excluidos que esperan por los mercados de 15 mil y 75 mil pesos; los pacientes que esperan por auxilios dinerarios prometidos; los pacientes de salud que esperan por camas de UCI, por respiradores, por tratamientos y medicinas para el Covid-19; los subempleados y los vendedores ambulantes que esperan por subsidios; la tercera edad que aún espera media pensión para sobrevivir; los estudiantes de básica escolar que esperan por un computador e Internet; las madres solteras y cabezas de hogar que esperan por empleo y seguridad social; los campesinos que esperan auxilios para sus cultivos; y los indígenas y los líderes sociales para que el Estado les permita vivir. Hasta los NN claman porque el Estado les otorgue una estela funeraria, entre otros esperantes.
La mitad de los pueblos que sufren la pandemia esperan en filas eternas, días enteros y en los siguientes días para que el Estado cumpla oportunamente con ayuda en dinero o en especie. Promesa que no ha de llegar completa y si llega, por las estrategias del instrumento, lo hará de manera dosificada y siempre que el esperante sobreviva a la forma de este cumplimiento.
El Estado colombiano no ha hecho lo suficiente para enfrentar la pandemia; apenas lo necesario. Las medidas de Emergencia Económica, Social y Ecológica son tímidas; limosnas que solo buscan la sobrevivencia de los buenos esperantes. No se comporta como un Estado democrático empoderado para la preservación de los derechos de la población como lo están haciendo otros países que sí buscan preservar, ante todo, la dignidad de los pueblos (Japón 21% del PIB, Luxemburgo 20%, Bélgica 19%, EE. UU. 13%; y en América Latina, Perú 9%, Brasil 8% y Paraguay con el 6%)[3]. El Estado colombiano es indolente por las medidas tomadas pues el 2% del PIB que está aplicando a la crisis solo sirve para que la gente no perezca, pues no ha logrado dejar en pie los sectores de la economía. Y se equivoca si cree que lo fundamental es atender soluciones que alivien los intereses de los socios del establecimiento, las grandes empresas y los conglomerados económicos, al creer que estos van a sostener el aparato productivo. Ellos deben ser tributarios primeros y principales para atender conjuntamente con el Estado la crisis y los efectos que la pandemia está dejando en Colombia.
[1] Pobreza: visible en https://www.ccb.org.co/observatorio/Economia/Economia-dinamica-incluyente-e-innovadora/Poblacion-pobreza-y-desigualdad.
Indigencia: Fuente, revista AmericaEconomia, edición digital del 04-05-2019, visible en https://www.americaeconomia.com/economia-mercados/finanzas/pobreza-en-colombia-aumenta-levemente-durante-2018-y-la-indigencia-baja.
Desigualdad: Fuente, BBC News Mundo, edición digital del 25-11-2019, visible en https://www.bbc.com/mundo/noticias-50255301.
Corrupción: Fuente, Transparencia por Colombia, comunicado de prensa del 23-01-2020, visible en https://transparenciacolombia.org.co/2020/01/22/colombia-entre-los-paises-donde-esfuerzos-anticorrupcion-estan-estancados/.
[1] Fuente: BBC News Mundo, edición digital del 18 de mayo de 2020, visible en https://www.bbc.com/mundo/noticias-52686453
[2] Fuente: BBC News Mundo, edición digital del 18 de mayo de 2020, visible en https://www.bbc.com/mundo/noticias-52686453.
[3] Fuente: BBC News Mundo, edición digital del 18 de mayo de 2020, visible en https://www.bbc.com/mundo/noticias-52686453
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