El futuro ya llegó a Nueva Zelanda y es liderado por mujeres
“El acto de decir ‘no’ es una herramienta de integridad y un escudo contra la explotación. Por lo general, se necesita valor para hablar y es difícil recibir esta respuesta. Pero establecer límites, nos libera”.
Frases como estas se encuentran a lo largo de los corredores de Wellington High School, uno de los colegios públicos más tradicionales de la capital de Nueva Zelanda. En la puerta de uno de los salones, un grupo feminista anuncia que la próxima reunión será el siguiente miércoles. Al lado de la puerta, un sticker que dice “El feminismo es para todos los géneros”.
Por Matheus Pichonelli
Publicado en el Blog do Pichonelli
En el interior de otro salón, los estudiantes reciben una clase sobre Martin Luther King y las luchas que sostuvo la comunidad afrodescendiente en defensa de sus derechos civiles en los Estados Unidos. La concentración y el silencio ni siquiera es interrumpido cuando el profesor de humanidades, Neil Bather, se retira para hablar con el visitante brasileño. “Siempre mostramos algún ejemplo de justicia en todas las clases. No se trata de animar a los estudiantes para que salgan a protestar, se trata de darles herramientas para que identifiquen la injusticia, como sucedió en los períodos de la historia mencionados”, explica Bather.
En primera fila se puede ver a un niño que parece tener un déficit de atención, acompañado por una mujer que lo ayuda a tomar notas. Aquí los estudiantes no usan uniformes y me tomó un tiempo descubrir donde estaba en un corredor en el que los baños no tienen identificadores de género en sus puertas.
En estos tiempos de ‘escuelas sin partidos políticos’, esta es una escena que se desarrolla al otro lugar del mundo, pero que puede influenciar las dinámicas de este hemisferio, donde parece estar de moda vigilar a los profesores. “¿Cómo son las cosas aquí?”, pregunté. “Esta es una escuela liberal. Los padres tienen acceso a todo el contenido, pues todo está en la nube. Si alguno considera que algún material no está acorde con su religión, por ejemplo, simplemente pueden eliminarlo del programa de estudios”, responde Bather.
La persona que abre las puertas de las escuela es Prue Isaacs, el director responsable de darle la bienvenida a los estudiantes internacionales de este colegio, el cual integró el uso de equipos electrónicos en los salones de clase hace más de 10 años. Uno de los nuevos estudiantes es Lia Lomonaco, una joven de 17 años de São Paulo, quien aún trata de adaptarse a la rutina, pero que percibe los cambios en el ambiente. “Me siento más segura y más respetada aquí”, me cuenta durante su corto receso de almuerzo, antes de empezar las clases de la tarde.
En los edificios detrás de la escuela, niños y niñas tienen la oportunidad de trabajar con sierras, taladros e impresoras 3D. En el patio de juegos, algunos de los inventos que han nacido de este taller, como un gigante par de patines de metal, son parte de una exhibición al aire libre.
Desde temprana edad, los estudiantes también aprenden a coser, diseñar ropa y cocinar en clases al estilo de MasterChef. De hecho, el olor a carne quemada penetra los corredores (claro, aún están aprendiendo).
Tras pasar una tarde normal en esta escuela, que fue fundada en 1886, ayuda a entender por qué Nueva Zelanda, un pequeño país de Oceanía con menos de cinco millones de habitantes, está entre el top 3 de los países con la mejor educación para el futuro, de acuerdo con la revista The Economist. Una de las categorías que la publicación toma en cuenta es la llamada “Ambiente socioeconómico, que mide valores globales como equidad de género, libertades civiles, diversidad y tolerancia.
«Llegas a Nueva Zelanda en un momento muy interesante, uno en el que las tres posiciones más importantes en el país están ocupadas por mujeres», me cuenta Lisa Futschek, Gerente Internacional de Education New Zealand[1], agencia de Gobierno fundada en 2011 con el objetivo de internacionalizar la educación, y que me invitó a pasar una semana en el país para conocer el sistema educativo.
Lisa se refiere al grupo de mujeres que actualmente ocupan los puestos políticos más altos del país: Jacinda Ardern, Primera Ministra; Helen Winkelmann, Presidenta de la Corte Suprema Federal ; y Patsy Reddy, Gobernadora General, una posición específica para los países de la Commonwealth.
Jacinda Ardern llegó a ser reconocida como una de las líderes más influyentes del mundo tras superar el ataque contra la comunidad musulmana cometido por un extremista de derecha en Christchurch, en la isla meridional del país, y por las medidas tomadas como consecuencia de esta situación, como la restricción en el uso de armas en todo el país.
Un año después, Nueva Zelanda sigue siendo uno de los países más seguros y pacíficos del mundo, según el Índice de Paz Global. Además, se ubica en el segundo lugar del ranking de lugares con el Índice de Percepción de Corrupción más bajo, que mide Transparencia Internacional.
Asimismo, Lisa recuerda que Nueva Zelanda fue el primer país en otorgar a las mujeres el derecho al voto, en 1893. Actualmente, de los 120 miembros del parlamento, 46 son mujeres. “Hay un largo camino por recorrer en términos de igualdad de género. Sin embargo, este es un país que está a la vanguardia de la conversación”, afirma.
Diversidad e innovación
Lo anterior se evidencia en las calles de todo el país, en las universidades y en los centros de tecnología e innovación.
Mientras estaba en Wellington, me invitaron a conocer Callaghan Innovation, una agencia de investigación y desarrollo, dirigida por el especialista en tecnología Vic Crone, quien trabaja con universidades y compañías que buscan integrar nuevas tecnologías al mercado. Aquí, un científico francés crea piezas de titanio con una impresora 3D, que van desde elementos para barcos y naves espaciales, hasta huesos artificiales que pueden reemplazar la mandíbula de un perro herido.
Aquí, los visitantes también pueden ver otros inventos como un bloque de hormigón flotante y un generador de electricidad que puede separar las moléculas de hidrógeno y, así, proporcionar a los hogares una forma de combustible poco convencional: el agua.
En la Universidad de Waikato, en Hamilton, con el campus más grande del país, conocí a una investigadora brasileña, Maria Oliveira, quien está desarrollando un uso específico para el cáñamo o ‘cannabis sativa’ (la marihuana para uso medicinal es legal en Nueva Zelanda). Su idea es producir fibras naturales que puedan sustituir a materiales fabricados a base de aceite.
En la Universidad de Auckland, ubicada en la ciudad más grande de Nueva Zelanda, en el norte del país, la profesora Merryn Tawhai está a cargo del Instituto de Bioingeniería. Entre los proyectos de investigación que ahí se desarrollan está una goma de mascar electrónica que ayuda a las personas con movimientos limitados a contestar el teléfono o controlar la dirección de una silla de ruedas. También, un dispositivo que ejerce presión sobre diferentes partes del cuerpo de los niños con discapacidades auditivas para que puedan tocar un instrumento musical a través del reconocimiento de pulsos de sonido. Estas tecnologías se cargan de forma remota y sus datos se envían sin necesidad de cables.
«Para desarrollar tecnologías, necesitamos tener una perspectiva que sea técnica y científica, pero también intensamente humana y enriquecedora, para comprender las dificultades que más afectan a ciertas personas y así buscar la forma de minimizarlas usando la ciencia», dice Tawhai.
Fue posible ver los rostros de estudiantes de diferentes nacionalidades en las calles circundantes, donde afiches de campaña, que protestan contra el racismo y la islamofobia, están en todos los postes. Uno de estos afiches puede ser visto justo en frente de un templo maorí, ubicado en el campus de la Universidad Tecnológica de Auckland. Después de años de lucha, la lengua maorí es ahora oficialmente reconocida, y esta cultura nativa inspira programas, diseños e incluso la arquitectura de las universidades.
Desde 2005, Nueva Zelanda ha tenido un programa educativo que permite a los estudiantes de otros países que estudian doctorados pagar la misma cantidad que los neozelandeses. Actualmente, el 48% de los investigadores de PhD son extranjeros. Con el fin de programas como Ciencia sin Fronteras, Brasil es un país que muestra un creciente interés en Nueva Zelanda.
Fue esta situación la que atrajo a la estudiante de Sergipe de 21 años, Catharina Schultz a estudiar en la Universidad de Massey, en Wellington, famosa por ser una ciudad de artistas y diseñadores. Siguió los pasos de su hermana mayor, quien vive en Auckland y no tiene intenciones de regresar a Brasil.
“Uno de los aspectos que nos distingue es el método pedagógico, que alienta a los estudiantes a pensar creativamente, en lugar de simplemente sentarse y copiar información. Este es un sistema de aprendizaje basado en la investigación de los propios estudiantes, que ayuda a formar ciudadanos innovadores capaces de pensar críticamente», puntualiza Lisa Futschek.
[1] Education New Zealand (ENZ) es la agencia gubernamental de Nueva Zelanda para la educación internacional, encargada de promover al país como un destino de estudio para estudiantes de otros países.
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