CUANDO LA REALIDAD SUPERA LA FICCIÓN SURGE EL REALISMO MÁGICO
La psicogenealogía de Gabriel García Márquez, nuestro Nobel colombiano, refleja las cargas transgeneracionales y los mandatos presentes en sus ancestros, que se convirtieron, inevitablemente, en los personajes de sus obras.
POR MARTHA LUCÍA RAMÍREZ
ESPECIALISTA EN DESARROLLO HUMANO
EXPERTA EN PSICOGENEALOGÍA Y PSICOENERGÉTICA
FOTOS FUNDACIONGABO.ORG / ARCHIVO BOGOTA
Uno de los más representativos y galardonados escritores latinoamericanos perteneciente al realismo mágico es Gabriel García Márquez, más conocido como Gabo. Nació el 6 de marzo de 1927 en Aracataca (Magdalena). Su obra ha marcado la historia contemporánea de las letras universales, siendo Cien años de soledad una de las novelas más vendidas en el mundo (alrededor de 50 millones de copias), ha sido traducida a más de 37 idiomas y, hasta el momento, lleva más de cien ediciones.
Antes de iniciar este viaje psicogenealógico por la mente y los acontecimientos de la vida de nuestro admirado Nobel de Literatura (premio otorgado en 1982) veamos el significado de este género y el impacto que tiene en sus lectores. El realismo mágico surgió en Latinoamérica alrededor de los años 30 en el siglo XX, se caracteriza por la combinación de una narrativa de hechos reales, llevados por la imaginación a situaciones fantásticas y atemporales, con desenlaces sorpresivos e inusitados tanto para los personajes como para el atento lector.
Tuvo sus orígenes en Europa bajo la influencia del psicoanálisis y del surrealismo, que dieron rienda suelta a lo onírico y atemporal del contenido simbólico de la mente. Al llegar a Latinoamérica –donde los rituales de nuestros nativos indígenas, mezclados con la superstición implantada en el inconsciente colectivo cultural, la permanente lucha emocional y mental por exorcizar la muerte y la violencia, que son características psíquicas del continente– alimentaron el genio creativo y la inspiración de sus máximos exponentes, entre ellos, el hijo de Aracataca.
Gabriel José de la Concordia García Márquez, fue el primero de 11 hijos de la unión entre Gabriel Eligio García Martínez –nacido en Sincé (Sucre); telegrafista y homeópata, dotado con una gran capacidad inventiva práctica– y de Luisa Santiaga Márquez Iguarán –oriunda de Barrancas (Guajira); ama de casa con una enorme habilidad para narrar historias sobrenaturales y fantásticas–.
Gabriel Eligio fue “hijo natural”, como se decía –despectivamente– en esa época a los hijos de madres solteras y a los extramatrimoniales. Su padre –también llamado Gabriel Martínez– era un reconocido pedagogo y se enamoró de Argemira García, su alumna de 13 años. Fruto de este romance nació el padre de Gabo, quien no fue reconocido por su progenitor, por ser un respetable hombre casado, de aquí que la descendencia lleva el apellido García, proveniente de la línea materna.
Por su parte, Luisa Santiaga era la tercera hija del coronel Nicolás Ricardo Márquez Mejía, joyero por tradición, hijo de Nicolás del Carmen Márquez Hernández, y nieto de Nicolás del Carmen Márquez, nacido en España y casado con Juana Hernández, andaluza, quien después de su viudez llegó a la Guajira con su hijo (Nicolás del Carmen Márquez Hernández, bisabuelo materno de Gabo) y contrajo segundas nupcias con Blas Iguarán, con quien tuvo a Rosa Antonia Iguarán
El coronel Nicolás Ricardo Márquez –abuelo materno de Gabo– participó activamente en la Guerra de los Mil Días (conflicto civil colombiano entre liberales y conservadores entre 1899-1902) militó en el Partido Liberal, y se casó con Tranquilina Iguarán –abuela materna de Gabo– dotada con la capacidad de la clarividencia y de hablar con los muertos, y la profecía. Fue “hija natural” de Agustín Cotes y de Rosa Antonia Iguarán Hernández, la hija de Juana Hernández –madre de la estirpe de los Nicolás Márquez– así que los abuelos del extraordinario escritor eran primos, hijos de medio hermanos, situación que generó una atmósfera de incesto en el clan. Fueron sus abuelos maternos quienes se encargaron de su crianza hasta los 8 años.
Bajo la mirada de la psicogenealogía hay tres puntos muy fuertes en el clan García Márquez que marcaron la vida y el psiquismo de Gabo, y que nos pueden dar luces para entender la personalidad, el comportamiento y algunas de sus decisiones más trascendentales.
Al ser criado por sus abuelos maternos, desde su subconsciente asumió la línea Márquez-Iguarán como si fueran sus padres. De ahí tomó las cargas transgeneracionales masculinas y los mandatos del coronel, con su épica historia que comenzó con la partida hacia la guerra a sus 35 años, y que lo llevó a combatir –incluso– contra sus hijos naturales, que pertenecían al Partido Conservador.
Si vemos la historia de Gabo es, justamente, entre los 34 y los 35 años que salió del país hacia Nueva York como corresponsal de Prensa Latina, y empezó a hacer visible su tendencia revolucionaria y su lucha contra las estructuras políticas tradicionales. Esta situación le generó grandes odios y críticas en Colombia y amenazas en Estados Unidos –por parte de la CIA y de disidentes cubanos que no compartían su apoyo a Fidel Castro– lo que lo llevó a exiliarse en México con su esposa y sus dos hijos.
Aquí se hace explícita la segunda situación marcada en su psiquismo: se percibe como hijo de su abuela Tranquilina Iguarán, esto le permitió heredar y asimilar su capacidad de narrativa oral fantástica, intuitiva y sobrenatural, que lo impulsó a escribir y a resignificar con exquisita maestría esta carga transgeneracional, proyectando en las novelas personajes reales de su historia familiar, contando las vivencias y las reacciones provenientes del mestizaje de ancestros andaluces y guajiros.
Los nombres de estos personajes se repetían generación tras generación, desdibujando los tiempos históricos, sus vidas transcurrieron entre las fiestas del pueblo y la enceguecida violencia política colombiana. Entre amores frustrados y matriarcados establecidos por mujeres intuitivas, supersticiosas, amantes de lo sobrenatural y lo mágico. De “hijos naturales” y reconocidos –perseguidos por la sombra del incesto– que habitaron pueblos olvidados como Aracataca, Barrancas y Macondo, que reflejan nuestra idiosincrasia, nuestro inconsciente colectivo y donde –paradójicamente– América Latina puede reconocerse.
Gracias a este realismo mágico natural el célebre escritor encauzó el desarrollo de su genio creativo, a través de su gran obra Cien años de soledad, liberando su mente del riesgo de transitar por los oscuros pasadizos de la esquizofrenia.
El análisis psicogenealógico de Gabo daría para escribir un libro, ya que sus capacidades de imaginación y sublimación –comprendida aquí como un término psicoanalítico– le permitieron procesar estas cargas transgeneracionales a través de su prolífica obra literaria. También lo libraron de las implacables “repeticiones” familiares identificadas desde esta psicogenealogía. Sin embargo, no se salvó de su tercera condición –proveniente de su linaje paterno–y repitió la historia de su abuelo Gabriel Martínez Garrido, quien, estando casado, tuvo un romance con una alumna mucho menor que él y, fruto de ese amor prohibido, nació el padre de Gabo, quien no fue reconocido.
Por eso, cuando recientemente se hizo pública la noticia de Indira Cato, la hija oculta de Gabriel García Márquez y de la periodista Susana Cato, quien fue su estudiante y era 30 años menor que él, pensé: las manifestaciones de las cargas psíquicas transgeneracionales, en forma de repeticiones en la vida de los seres humanos, ¡son puro realismo mágico!
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