La Herencia Secreta: Una saga que descubre el Santo Grial de la paz mundial
¿Qué pasaría si se desarrolla un arma inteligente de origen biológico que detecte a los asesinos y destruya sus cerebros de manera fulminante? Las múltiples respuestas a esta pregunta dan lugar a la primera novela del escritor colombiano de ciencia ficción Édgar Rojas.
Por CARLOS GUSTAVO ÁLVAREZ GUZMÁN / Fotos CARLOS EDUARDO FONSECA
Hay una legión de colombianos brillantes que realizaron una hazaña inenarrada. No fue a bordo de una bicicleta, ni en un cuadrilátero tropical. Se marcharon de Colombia cuando no habían salido de la adolescencia, solos, bachilleres notables que emprendieron la aventura de estudiar a 11.000 kilómetros de donde nacieron, ocho horas después de su tiempo de todos los días. No conocían ni una palabra del alfabeto cirílico e iban a hacerse profesionales en una tierra tan fría como la muerte.
Edgar Alberto Rojas es uno de ellos. Nació en Pamplona (Norte de Santander). Es el menor de tres hermanos de una familia humilde, que a semejanza del relator de Pedro Páramo, conoció a su padre a los 20 años. Con su madre ausente trabajando en Venezuela, la soledad le llegó como un destino, arracimada a la certeza que solamente le correspondía a él labrarse su camino.
Eran las épocas en que triunfar era posible gracias al estudio. Y así lo asumió Edgar Alberto. Terminó el bachillerato con notas laureadas y altos promedios en las pruebas de Estado. Quería estudiar Medicina. Pero eso era demasiado caro.
Así que empezó a estudiar Biología y Química en la Universidad de Pamplona. Y en esas estaba, cuando apareció la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas –URSS. En una competencia con más de 800 estudiantes de todo el país, logró uno de los 5 cupos que había y le adjudicaron la beca para estudiar Bioquímica. Sí. Solo quería estudiar. Tal vez, después, la Medicina… Tenía 18 años.
Muchos tiempo después de la epopeya –cuando vive en Bogotá, con su esposa rusa Elena y su hijo Daniel, que cumplió el sueño del papá y es Médico– va a publicar su primera novela. Se llama “La herencia secreta”. ¿Qué pasaría si se desarrollara un arma inteligente de origen biológico que detectara a los asesinos y destruyera su cerebro de manera fulminante?
¿Cómo fue su llegada a la URSS? Era prácticamente irse a vivir al Archipiélago Gulag. Lo digo porque no volvían a saber de usted. No había WhatsApp ni Skype… No era posible ni una llamadita telefónica…
—La llegada a la URSS fue muy difícil. Yo no sabía absolutamente nada del idioma ruso y a duras penas había logrado juntar unos 100 dólares que me debían acompañar los años que permaneciera en ese país. De Moscú fui enviado a Kiev, la capital de Ucrania, el mismo país donde 4 meses antes (sábado 26 de abril de 1986) había ocurrido un accidente en la Central Nuclear, Vladímir Ilich Lenin, en la región de Chernóbil. En Kiev debería estudiar un año el idioma para ingresar posteriormente a la facultad de bioquímica.
Pronto llegó el primer invierno y con él la primera nevada, que me hizo sentir los efectos de temperaturas que superaban los 25 grados bajo cero. Los 7 inviernos que viví se volvían los meses más eternos e interminables y siempre me causaban serios problemas de salud. Dedicaba la convalecencia a leer a los autores rusos en su idioma.
¿Cómo es su retorno a Colombia?
—Finalizando mi carrera de Bioquímica y la Maestría en Ciencias Químicas, empezó el ocaso del imperio soviético. Aparecieron el Glasnost y la Perestroika. Llegué a estudiar a la Unión Soviética y me regresé de la Comunidad de Estados Independientes. Dos años antes de terminar mis estudios conocí a Elena, nos casamos y tuvimos a nuestro hijo, Daniel.
El gobierno de Cesar Gaviria ordenó repatriar a todos los colombianos que desearan regresar. El retorno incluía la vinculación a las entidades del Estado en las vacantes que hubiera disponibles para quienes habíamos logrado un título académico. Por mi formación en bioquímica y los estudios que había adelantado en un proyecto sobre el Retinol (vitamina A) y el cáncer, rápidamente me pude vincular al Instituto Nacional de Cancerología como investigador científico. Dos años después conocí a Luis Gilberto Murillo, actual Ministro de Ambiente, y que al igual que yo había estudiado en la URSS y quien, de manera bondadosa, me invitó a trabajar en el Departamento Administrativo del Medio Ambiente -DAMA o Secretaria Distrital de Ambiente, donde me desempeño actualmente.
¿Por qué se interesa en el funcionamiento químico del cerebro?
—El cerebro humano es el centro del sistema nervioso, es un órgano muy complejo y realiza las más importantes funciones vitales. Se puede afirmar que se encarga tanto de regular y mantener las funciones del cuerpo como de ser el órgano donde reside la mente y la conciencia del individuo. Hemos aprendido en los últimos 40 años más de nuestro cerebro que lo que pudimos saber en lo que lleva de existencia la civilización humana. Desde el punto de vista bioquímico, todo cuanto sucede en el organismo, ocurre a través de reacciones moleculares y el cerebro es el actor principal en ese laboratorio químico que denominamos cuerpo. Incluso, la sensación de agrado o rechazo que mis lectores manifiesten por “La herencia secreta”, es producto de la bioquímica del cerebro.
¿Y allí, en el cerebro, con una base bioquímica, se genera la propensión al homicidio?
—Todas las acciones, consideradas buenas y malas de una persona, son expresiones bioquímicas de su cerebro. No existe un Dios que lo impida o un demonio que lo obligue. Es la naturaleza de la especie. El desarrollo intelectual que ha logrado el cerebro humano no ha sido suficiente como para modificar genéticamente algunas de las reacciones químicas con las que nació, entre ellas las que expresan la violencia, la rabia, el odio, el rencor, la irritabilidad, entre otras. Aunque existen formas premeditadas e incluso patológicas del cerebro que conducen al homicidio, se requiere de las expresiones bioquímicas de la violencia y la agresividad para consumar el hecho. Un cerebro que esté produciendo moléculas de cariño, de compasión o de amor, no estaría preparado para matar, no solo a otro ser humano sino que ni siquiera podría cortar el cuello a una gallina. Mi teoría me indica, que la propensión al homicidio definitivamente sucede por la dinámica bioquímica del cerebro, lo cual en términos científicos lo pueden tratar como trastornos psicopatológicos de la mente.
El tema está que ni pintado para un país cargado de una historia de violencia, como el nuestro…
En un país tan violento como Colombia, paradójicamente considerado como el segundo más feliz del planeta, no dejan de impresionar las acciones criminales de grupos y bandas delincuenciales. Escuchando sobre masacres en donde los homicidas, no satisfechos de matar, descuartizar y jugar con las cabezas de los muertos, obligan a los niños a presenciar estas escenas de terror, me preguntaba si todo esto puede suceder sin que exista una forma de ajusticiar estas acciones, aun cuando sean expresiones químicas de un cerebro demencial.
Para desarrollar mi novela imaginé que en la complejidad del cerebro debe existir un minúsculo espacio donde se produce y se almacenan las moléculas que marcan la existencia de los asesinos. Dichas moléculas las portarán hasta su propia muerte. La imaginación teórica me llevó a pensar que las víctimas de asesinato debían generar muchas reacciones químicas antes de la muerte, como resultado del terror, el pánico, el dolor y la clemencia que el homicida nunca concede. Supuse hipotéticamente que todo el conjunto de esas reacciones químicas desencadenaría en una sustancia de venganza, de justicia: la sindéresis.
Aparece entonces Stephen…
—Descubriendo en el laboratorio el mecanismo, y haciendo efectiva la venganza de las víctimas, y de paso, anunciando que en adelante no es posible cometer homicidio pues significa la destrucción automática del victimario. Este es el eje central de la novela, pero con situaciones y aventuras que rodean al protagonista en su carrera por generalizar el efecto de la sindéresis en el planeta y lograr el cambio de la humanidad.
¿De dónde lo sacó?
–Stephen es creado en homenaje a Stephen Hawking, de quien he podido aprender y comprender las maravillas del universo. Por eso, como podrán observar en “La herencia Secreta”, el protagonista es un gran amante de la astronomía. Stephen, además de poseer una aguda inteligencia y muchísimo conocimiento, es un hombre sano, fuerte y está protegido misteriosamente de los efectos de la sindéresis, que en lugar de atacarlo, por el contrario es la salvación en las situaciones más difíciles. Estas características le ofrecen un poder especial a Stephen que le permitirá continuar con el legado de su padre, que en esta primera parte, él mismo no termina de comprender. Cuando pensaba que había logrado lo que su padre quería y la humanidad había encontrado el esplendor de la verdadera felicidad en el planeta, se tendrá que enfrentar a nuevos retos, cada vez más complejos. Quedarán personas interesadas en encontrar el antídoto o vacuna contra la sindéresis y Stephen, sin saberlo por ahora, posee la solución.
Un Salón de la Justicia…
–Stephen nos traerá muchas aventuras adicionales, su actuación desvelará las verdaderas intenciones de los gobernantes más poderosos del planeta y enfrentarlos no será una tarea fácil.
Usted es un funcionario público del medio ambiente en Bogotá, encargado de la calidad del aire… ¿A qué horas escribió todo eso?
—“La herencia secreta” es mi primera novela. La historia estaba en mi mente hace algunos años. El problema que nos sucede a todos, es que tenemos la idea pero nunca nos sentamos a plasmarla en el libro. Antes de empezar a escribir, aprendí y me inicie en la práctica de la meditación, lo cual no solamente me permitió desarrollar la creatividad y la imaginación, sino que la percepción del tiempo y del espacio cambió y encontré los momentos diarios para dedicar a la escritura. Tuve que reunirme y explicar a mi esposa y mi hijo sobre el comportamiento aislado que tendría que adoptar para escribir mi novela. Les relaté la historia de la misma y desde el primer momento quedaron fascinados con la representación preliminar que les hice. A partir de ese momento, no solo conté son su comprensión, sino que me animaron y estuvieron siempre igual de ansiosos que yo, por tener el libro en sus manos. Hoy les puedo de decir que su paciencia y apoyo no fueron en vano y la novela es una realidad.
EL DESENLACE DE LA HISTORIA INDICA QUE LA SAGA CONTINÚA. STEPHEN TENDRÁ QUE LUCHAR PARA ESTABLECER UN NUEVO ORDEN MUNDIAL BASADO EN LA PRESENCIA DE LA SINDÉRESIS Y NO EN LA EXISTENCIA DE ARMAS NUCLEARES.
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